XLI

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El sol de la mañana bañaba el patio con una luz cálida, pero la atmósfera entre Jeonghan y Wonwoo era tensa. El auto de Wonwoo estaba estacionado frente a la casa, con la baulera abierta. Wonwoo terminaba de colocar algunas bolsas cuidadosamente, mientras Jeonghan lo observaba desde la distancia, inquieto.

No había llevado mucho consigo, pero la abuela de Jeonghan, como siempre, había insistido en darle más de lo necesario: un par de bolsas llenas de frutas frescas, frascos de mermelada casera y un pequeño paquete envuelto en papel con detalles florales, probablemente algún recuerdo hecho a mano.

Jeonghan respiró hondo mientras miraba a Wonwoo cerrar la baulera con cuidado. Se sentía mal, casi culpable, por molestarse con su mejor amigo por una tontera. Pero pensar en todo lo que significaba esa conversación... lo abrumaba.

Cuando Wonwoo finalmente terminó, se giró y caminó hacia Jeonghan con pasos lentos. Su expresión no era de reproche, sino de comprensión. Jeonghan levantó la mirada, encontrándose con esos ojos tranquilos, aunque reflejaban cierta preocupación.

—Lo siento, Jeonghan —dijo Wonwoo, su tono suave pero cargado de sinceridad—. No debí haberte presionado anoche. No fue justo para ti.

Jeonghan bajó la mirada por un momento, las palabras pesándole en los labios. Finalmente, negó con la cabeza.

—No tienes que disculparte. No fue tu culpa, Wonwoo. —Suspiró, cruzándose de brazos como si intentara protegerse de sus propios pensamientos—. La culpa es mía por evitar lo inevitable.

Wonwoo lo observó con atención, queriendo encontrar las palabras correctas para aliviar la carga que claramente pesaba sobre Jeonghan.

—Sabes que no puedes evitarlo para siempre —dijo con delicadeza, dando un paso más cerca de él—. Esta mañana, temprano... Recibí un mensaje del productor. Está molesto porque aún no le has dado noticias.

Jeonghan dejó escapar un suspiro cansado, llevando una mano a su frente.

—Lo sé. —Su voz sonaba resignada, cargada de frustración—. Me llamó esta mañana también. Estaba furioso. Dijo que el sello con el que íbamos a firmar lo está presionando para que firmemos de una vez.

Wonwoo frunció el ceño. Era evidente que quería decir algo más, pero no encontraba las palabras. Finalmente, solo lo miró con preocupación, su silencio hablando por él.

Jeonghan, al percibir ese silencio, levantó la vista y forzó una pequeña sonrisa, aunque no llegó a sus ojos.

—No te preocupes por eso. Encontraré la forma de solucionar esto. Solo... dame un poco más de tiempo.

Wonwoo quería insistir, pero decidió no hacerlo. Sabía que Jeonghan tenía razón: no podía obligarlo a tomar una decisión que debía salir de él.

Por un momento, el silencio se instaló entre ellos, roto solo por el canto de los pájaros y el leve susurro del viento que pasaba por los árboles. Finalmente, Jeonghan dio un paso adelante y rodeó a Wonwoo con los brazos en un abrazo.

—Gracias por estar aquí. —Jeonghan lo apretó un poco más, su voz apenas un susurro—. Que tengas un buen viaje. Avísame cuando llegues a Seúl, ¿sí?

Wonwoo asintió, devolviéndole el abrazo con firmeza.

—Lo haré. Cuídate, Jeonghan. Y habla con Seungcheol pronto.

Jeonghan no respondió, pero su silencio fue suficiente para que Wonwoo entendiera que haría lo posible. Con una última mirada cargada de complicidad, Wonwoo se separó, subió al auto y encendió el motor. Jeonghan se quedó en el lugar, viendo cómo el coche se alejaba por el camino.

▸ Verano en Jeonju ៸៸ 𝙅𝙚𝙤𝙣𝙜𝘾𝙝𝙚𝙤𝙡Donde viven las historias. Descúbrelo ahora