XXXVI

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Jeonghan estaba sentado en la cama, luciendo algo más saludable, aunque todavía tenía un aire de fragilidad que no pasaba desapercibido para quienes lo rodeaban.

Con la bata de hospital ligeramente abierta sobre su pijama, sus dedos jugueteaban distraídamente con el cable del suero conectado a su brazo.

Seungcheol, por su parte, estaba de pie junto a una pequeña mesa, revisando las cosas de Jeonghan, asegurándose de que no faltara nada, Soonyoung lo ayudaba ocasionalmente.

Aunque intentaba parecer relajado, su postura rígida y las constantes miradas que le lanzaba a Jeonghan delataban su inquietud. Cada vez que Jeonghan se movía, aunque fuera solo para cambiar de posición, Seungcheol se tensaba como si esperara que algo pudiera salir mal.

La puerta se abrió lentamente, y la cabeza de Mingyu asomó con timidez. Su expresión, normalmente despreocupada, estaba teñida de nerviosismo. No estaba seguro de si era bienvenido después del malentendido con Seungcheol, pero había pasado toda la noche inquieto, preguntándose si Jeonghan estaría bien.

—Buenos días... —saludó Mingyu en un tono bajo, como si no quisiera interrumpir la paz de la habitación.

Jeonghan levantó la mirada y le dedicó una sonrisa tranquila, aunque sus ojos mostraban un leve cansancio.

—Buenos días, Mingyu. —Su voz era suave, cargada de esa calidez que parecía inherente a él, incluso en momentos de vulnerabilidad.

Mingyu respiró aliviado, aunque la tensión todavía pesaba sobre sus hombros. Seungcheol, en cambio, ni siquiera se molestó en mirarlo. Continuó revisando las cosas, pero el silencio de su presencia era lo suficientemente intimidante como para hacer que Mingyu dudara en avanzar.

Finalmente, Mingyu reunió valor y dio un par de pasos hacia la cama de Jeonghan.

—Hyung, yo... quería disculparme. —Las palabras salieron atropelladas, y su mirada se fijó en el suelo—. Lo siento mucho por lo que pasó ayer. No debí dejar que te acercaras tanto a esa zona. Fue mi culpa...

Jeonghan negó suavemente con la cabeza antes de que Mingyu pudiera terminar.

—No fue tu culpa, Mingyu. —Sus palabras eran firmes pero amables, como si intentara aliviar el peso de la culpa que Mingyu llevaba consigo—. Fue un accidente. No podías preverlo, y yo tampoco.

Mingyu levantó la vista, todavía luciendo inseguro.

—Aun así, me siento responsable...

—Pues deja de sentirte así. —Jeonghan sonrió, inclinándose ligeramente hacia adelante—. Lo importante es que estoy bien. Además... —su mirada se desvió hacia Seungcheol, quien seguía ignorando a Mingyu deliberadamente—. Me aseguraré de que este gruñón deje de estar molesto contigo.

Seungcheol bufó audiblemente desde su rincón, cruzándose de brazos con gesto deliberado.

—No estoy molesto —dijo, aunque el tono seco de su voz lo contradecía por completo.

Jeonghan dejó escapar una risita ligera, divertida por la actitud de su novio, mientras Mingyu daba un paso atrás, claramente incómodo bajo el escrutinio silencioso de Seungcheol.

La tensión en la habitación se rompió cuando la puerta volvió a abrirse, y el enfermero de la noche anterior entró empujando una silla de ruedas. Su sonrisa era tan cálida como el día anterior, y su tono amigable llenó el espacio.

—Listo para el alta, Jeonghan. —Sus ojos brillaban mientras se acercaba a la cama.

Jeonghan miró la silla con una mezcla de incredulidad y fastidio, arqueando una ceja.

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