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La luz suave de la mañana entró por la ventana de la habitación de Seungcheol, pero él ya estaba despierto.

Había pasado toda la noche dando vueltas en la cama, pensando en aquella canción.

¿Era para él? ¿Jeonghan realmente lo había llamado de esa manera, sin decirlo directamente, pero con cada palabra llena de emoción? Las dudas lo torturaban, pero algo dentro de él lo impulsaba a ir, a encontrar la respuesta en los labios de Jeonghan.

Con una determinación que no podía evitar, Seungcheol se levantó de la cama y comenzó a preparar su maleta. No quería llevar nada innecesario, solo lo esencial. Mientras recogía la ropa limpia, los artículos de higiene y algunas cosas personales, su mente seguía trabajando a mil por hora.

Sabía que, si no hacía esto ahora, probablemente se arrepentiría.

El sonido de Mingyu desde las escaleras lo hizo detenerse por un momento, pero continuó con su tarea, con el corazón latiendo con fuerza.

La vida en la granja podía esperar. Él no.

—Seungcheol, necesitamos llevar un cargamento de maíz a...

Mingyu dejó la frase en el aire cuando entró a la habitación y vio a su hermano mayor empacando.

—¿Qué estás haciendo? —preguntó Mingyu, entre sorprendido y preocupado.

Seungcheol terminó de cerrar la maleta y la colocó al lado de la puerta. Se sentó brevemente en la cama, sin saber cómo responder, pero finalmente, con una mirada decidida, dijo:

—Voy a Seúl.

Mingyu frunció el ceño, desconcertado.

–¿¡Seúl!? ¿¡Qué vas a hacer allá, solo!?

—Voy a conocer la ciudad y... A ver a Jeonghan —respondió Seungcheol sin dudarlo. Las palabras salieron como si ya estuviera decidido desde hace mucho.

Mingyu se quedó parado, con los ojos abiertos de par en par.

—¿¡A ver a Jeonghan!? ¿¡Ahora!? ¿¡Por qué!? Seungcheol, ya terminaron... ¡hace meses!

Seungcheol lo miró fijamente, sin decir nada más, solo confirmando con su mirada que su decisión estaba tomada. Mingyu se quedó en silencio por un momento, antes de entender finalmente la situación.

—¡Vas a verlo por esa canción! ¿verdad? —exclamó Mingyu.

Seungcheol se quedó callado, y Mingyu pudo ver cómo una sombra de incertidumbre pasó por su rostro.

Mingyu lo miró durante unos segundos, reconociendo la seriedad en la expresión de su hermano. Sabía que, cuando Seungcheol tomaba una decisión, nada lo hacía cambiar de rumbo.

—Lo sabía —dijo Mingyu—, sabía que no lo habías superado, solo trataste de hacernos creer que sí. ¿No crees que Jeonghan-hyung estará enfocado en su vida actual?

Seungcheol suspiró.

–Por favor, confía en mí. Hay una razón por la que voy.

Mingyu, resignado, miró a Seungcheol por un momento más, sabiendo que no podía detenerlo.

Sabía que cuando a Seungcheol se le metía una idea en la cabeza nada le haría cambiar de parecer.

Sabía que, aunque lo atara a una silla, le esposara las manos y le cubriera la boca con cinta para que no pudiera pedir auxilio, nada serviría.

Al final, solo asintió con la cabeza.

—Está bien, te llevaré yo.

Seungcheol le dice que el único tren de ese día saldría en 30 minutos y que deberían apurarse. Ambos bajan, Seungcheol carga su maleta y llegan a la camioneta, estacionada afuera.

▸ Verano en Jeonju ៸៸ 𝙅𝙚𝙤𝙣𝙜𝘾𝙝𝙚𝙤𝙡Donde viven las historias. Descúbrelo ahora