XXXVIII

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Jeonghan despertó sintiéndose extrañamente bien esa mañana. Era un alivio después de los días que había pasado entre fiebre y debilidad. Ahora, aunque su brazo aún le ardía ligeramente por la intravenosa, se sentía con energía.

Movió con cuidado la cabeza hacia su izquierda, donde Seungcheol dormía profundamente, con la espalda desnuda al aire. La sábana apenas cubría la mitad de su cuerpo, revelando la curva de su hombro y la línea recta de su espalda, relajada por el sueño. Jeonghan sonrió, sintiendo una calidez inexplicable en el pecho.

A veces, le resultaba difícil entender cómo alguien como Seungcheol podía estar a su lado. Era tan distinto a él, tan opuesto en carácter y estilo de vida. Y, sin embargo, allí estaba, durmiendo profundamente después de haberse despertado varias veces en la madrugada para asegurarse de que Jeonghan tomara su medicación a tiempo.

Jeonghan alzó la mano con cuidado y dejó que sus dedos rozaran suavemente la piel de su hombro. La textura era cálida, un contraste con el frío de la habitación. Se inclinó un poco más y depositó un beso sobre su hombro, breve y ligero, antes de alejarse. No quería despertarlo. Seungcheol lo necesitaba más que él.

Con un suspiro, Jeonghan se sentó en el borde de la cama y miró el portasuero que lo acompañaba. Había sido su fiel compañero los últimos días, pero ya estaba cansado de verlo. A pesar de ello, se levantó con cuidado, asegurándose de no hacer ruido, y empezó a bajar las escaleras con pasos lentos, arrastrando el pie para no tropezar.

Cuando llegó a la cocina, el aroma del café recién hecho lo envolvió. Al entrar, encontró a Jun y Wonwoo sentados frente a la mesa. Jun tenía una tostada en la mano, a medio comer, mientras que Wonwoo sostenía su taza con ambas manos, hablando con su cuñado casualmente.

Jeonghan se detuvo por un momento en el marco de la puerta, observándolos. Era una escena sencilla, cotidiana, pero para él tenía algo especial. Wonwoo, normalmente tan reacio a interactuar con otros, parecía haberse integrado de manera natural. Eso lo hizo sonreír. Quizás, después de todo, su amigo también estaba encontrando algo en este lugar.

—Buenos días —saludó finalmente, rompiendo el silencio. Su voz sonó un poco ronca, probablemente por los días de enfermedad.

Jun alzó la mirada, sonriendo de inmediato.

—¡Cuñado! Te ves mucho mejor. Ya empezábamos a pensar que te habías convertido en un fantasma.

Jeonghan rio suavemente, dejando que la broma lo aliviara.

—Aún no me libro de esto —respondió, levantando el brazo con la intravenosa como si fuera una especie de trofeo.

Jun se levantó con rapidez, recogiendo su plato vacío y dejando la taza en el fregadero.

—Bueno, yo me tengo que ir. El mercado no se abre solo, y mis padres todavía no vuelven.

—¿Tan temprano? —preguntó Jeonghan, observando cómo Jun se ajustaba la chaqueta mientras se colocaba una tostada entre los dientes.

—La vida del comerciante nunca descansa —respondió Jun con un guiño antes de salir por la puerta trasera, dejándolos a solas.

Jeonghan se dejó caer en una silla frente a Wonwoo, suspirando mientras acomodaba el portasuero a su lado. La cocina estaba más silenciosa ahora, salvo por el leve crujido de la tostada que Wonwoo mordía y el suave burbujeo de la cafetera sobre la barra. Jeonghan observó a su amigo en silencio por un momento. Wonwoo parecía tranquilo, más cómodo que de costumbre, y eso le alegró.

—Es raro verte hablando con más gente que conmigo o Soonyoung —comentó Jeonghan con una sonrisa ladeada, mientras se levantaba para prepararse un café.

▸ Verano en Jeonju ៸៸ 𝙅𝙚𝙤𝙣𝙜𝘾𝙝𝙚𝙤𝙡Donde viven las historias. Descúbrelo ahora