LIX

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Seungcheol nunca pensó que adaptarse a la vida en Seúl sería tan difícil.

Todo era rápido, caótico y... demasiado caro.

El primer error lo cometió al confiar en su sentido de orientación.

Primer obstáculo: el transporte público.

"No puede ser tan difícil", pensó al salir del departamento con confianza, el mapa del metro abierto en su teléfono. Su destino estaba a unas cuantas estaciones de distancia. ¿Qué tan complicado podía ser?

Muy complicado, al parecer.

Cuarenta minutos después, con la frente perlada de sudor y rodeado de extraños que no tenían idea de que estaba completamente perdido, sacó su teléfono y llamó a Jeonghan.

—¿Sí, amor? —contestó Jeonghan con su voz dulce y relajada.

—Tengo un problema —murmuró Seungcheol, mirando alrededor con desesperación.

—Déjame adivinar... ¿te perdiste?

Seungcheol suspiró, rindiéndose.

—Estoy seguro de que pasé por la misma estación como tres veces.

Jeonghan rió del otro lado de la línea.

—Dime qué estación ves ahora.

Seungcheol miró el letrero y se lo dijo. Hubo una pausa.

—Amor... estás a tres estaciones de donde deberías estar.

—¡Es que todo es igual! —explotó Seungcheol—. ¿Cómo se supone que entienda este laberinto?

Jeonghan intentó contener su risa.

—Quedamos en que aprenderías a moverte solo, pero está bien, dime dónde estás y te guiaré.

Seungcheol se cruzó de brazos, mascullando para sí mismo.

—En la granja no tenía que lidiar con estas cosas...

—¿Qué dijiste?

—Nada, nada. Solo dime cómo salgo de aquí antes de que termine en Busan por accidente.

El segundo error que cometió era: pensar en que los precios baratos de la granja serían iguales.

Segundo obstáculo: los precios de la ciudad.

Más tarde, tras su desastroso intento de moverse por la ciudad, Seungcheol decidió comprarse un café para relajarse.

Entró a una cafetería y miró el menú con confianza... hasta que vio los precios.

—¿¡Cinco mil wones por un simple café!? —exclamó con horror. Miró alrededor, esperando que alguien compartiera su indignación, pero la gente a su alrededor parecía pagar con normalidad—. ¿¡Esto qué tiene, oro!?

El barista parpadeó, sin saber si responder.

Jeonghan, que había llegado justo a tiempo para presenciar la escena, se rió entre dientes.

—Bienvenido a la vida en la ciudad, amor. Aquí todo es caro.

Seungcheol suspiró con resignación.

—Voy a morir pobre aquí, ¿verdad?

Jeonghan tomó su mano y le guiñó un ojo.

—No te preocupes. Si eso pasa, al menos moriremos juntos.

Seungcheol soltó una risa, sacudiendo la cabeza.

Definitivamente le costaría acostumbrarse, pero mientras Jeonghan estuviera con él, todo sería más fácil.

▸ Verano en Jeonju ៸៸ 𝙅𝙚𝙤𝙣𝙜𝘾𝙝𝙚𝙤𝙡Donde viven las historias. Descúbrelo ahora