Capítulo 29: Vida familiar

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Desde que había aprendido a caminar, Hiroshi no paraba quieto

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Desde que había aprendido a caminar, Hiroshi no paraba quieto. Siempre estaba explorando, lleno de curiosidad por el mundo que lo rodeaba, pero últimamente había desarrollado una nueva obsesión: seguir a su padre a todas partes.

Shigaraki, que usualmente mantenía una distancia emocional con todos, había notado que su hijo parecía pegarse a él como una sombra. Cada vez que Shigaraki se levantaba de la cama o se movía por la guarida, Hiroshi aparecía tras él con esos brillantes ojos llenos de admiración, como si su padre fuera la persona más fascinante del mundo.

Esa mañana, Shigaraki intentaba concentrarse en revisar algunos planes con el Frente de Liberación Paranormal, pero a cada paso que daba por la sala, el pequeño Hiroshi lo seguía como un soldadito, imitando sus movimientos. Aunque Shigaraki trataba de ignorarlo al principio, empezaba a darse cuenta de lo persistente que era su hijo.

—Papá, ¿a dónde vas? —preguntó Hiroshi, con su pequeña voz llena de curiosidad.

Shigaraki, sin levantar la mirada de los papeles que sostenía, respondió en su típico tono seco.—Estoy ocupado, Hiroshi. Ve con tu madre.

Pero Hiroshi no se rendía fácilmente. Se quedó ahí, parado al lado de su padre, mirando cómo Shigaraki revisaba los documentos y se ocupaba de sus asuntos. Shigaraki intentó mantener la calma, pero el constante zumbido de su hijo a su alrededor empezaba a hacerlo perder la paciencia.

Sin embargo, cuando miró hacia abajo y vio los grandes ojos expectantes de Hiroshi, algo dentro de él se suavizó, aunque no lo admitiría. Era extraño. Solía irritarse con facilidad, pero ver a su hijo tan decidido a estar cerca de él le generaba una mezcla de incomodidad y… algo más. Quizás algo que no había sentido antes.

—Papá, ¿puedo ayudarte? —preguntó Hiroshi, tratando de subirse a una silla para estar a la altura de los papeles que su padre tenía en las manos.

Shigaraki dejó escapar un suspiro. —No puedes ayudar con esto, Hiroshi. Esto no es para niños.

Hiroshi frunció el ceño, claramente frustrado, pero no se movió de su lugar. Shigaraki, acostumbrado a la testarudez, reconoció la misma obstinación en su hijo que veía en sí mismo. No iba a rendirse tan fácilmente. Después de todo, Hiroshi veía a su padre como el héroe de su mundo, aunque para los demás Shigaraki fuera el villano más temido.

Finalmente, después de lo que pareció una eternidad de silencios incómodos, Shigaraki se agachó para ponerse a la altura de su hijo. —Está bien, —dijo, más suavemente de lo que hubiera imaginado—. Puedes quedarte, pero no toques nada.

Hiroshi sonrió ampliamente y asintió con entusiasmo. Aunque no entendía qué estaba haciendo su padre, para él lo importante era estar a su lado. Mientras Shigaraki volvía a concentrarse en sus tareas, Hiroshi se quedó sentado a su lado, imitando sus gestos y mirando fijamente los papeles como si también estuviera trabajando.

𝐋𝐚𝐳𝐨𝐬 𝐝𝐞 𝐃𝐞𝐬𝐭𝐫𝐮𝐜𝐜𝐢𝐨𝐧 ᵗᵒᵐᵘʳᵃ ˢʰᶤᵍᵃʳᵃᵏᶤ ˣ ᵒᶜDonde viven las historias. Descúbrelo ahora