En un rincón oscuro y polvoriento de una vieja mansión, All For One observaba con atención a Tomura Shigaraki, su joven protegido. Tomura, de solo ocho años, parecía más apagado que nunca, su mirada perdida en el suelo, reflejando la tristeza que lo consumía. AFO había visto el potencial en él, pero sabía que necesitaba algo más para despertar esa chispa.
—Tomura —comenzó AFO, su voz suave pero autoritaria—. Hoy te presentaré a alguien. Creo que podrías beneficiarte de tener una amiga.
Tomura levantó la vista, intrigado pero escéptico. Sus ojos rojos brillaban con desconfianza.
—¿Amiga? —replicó, frunciendo el ceño—. No necesito a nadie.
AFO sonrió con un aire de misterio.
—La niña que conocerás es especial. Su nombre es Astrid.
Un momento después, AFO hizo un gesto con la mano, y la puerta se abrió lentamente, revelando a una niña de siete años. Astrid tenía el cabello largo y desordenado, y sus ojos azules reflejaban una mezcla de miedo y curiosidad. A pesar de su pequeño tamaño, había una intensidad en su mirada que la hacía parecer mayor.
Tomura la observó con desdén.
—¿Por qué tengo que conocerla? —preguntó, cruzando los brazos.
Astrid se quedó de pie, insegura, mirando a Tomura con un aire desafiante.
—No soy una niña tonta —respondió ella, intentando mostrar una valentía que no sentía—. No me gusta que me digan qué hacer.
AFO se rió suavemente, disfrutando de la tensión entre ellos.
—Tal vez puedan aprender algo el uno del otro —sugirió—. Astrid tiene un don único, aunque todavía no ha aprendido a controlarlo.
Los ojos de Tomura se entrecerraron al escuchar esto.
—¿Don? —preguntó, despreciando la idea de que una niña pudiera tener algo que él no tuviera—. ¿Qué puedes hacer, Astrid?
Astrid frunció el ceño, recordando el momento que la llevó a estar bajo el cuidado de AFO.
—Puedo mover cosas con la mente —dijo, tratando de sonar segura—. Pero... no sé cómo controlarlo.
Tomura la miró con desdén.
—¿Y qué? ¿No eres más que un bicho raro?
Un silencio incómodo llenó el aire. Astrid se sintió herida, recordando el día en que había perdido a sus padres.
—No soy un bicho raro —replicó, su voz temblando—. Solo… solo no sé cómo hacerlo.
AFO intervino, sintiendo que la situación se estaba intensificando.
—Ambos tienen sus propias batallas —dijo—. Quizás deban ayudarse mutuamente.
Tomura se volvió hacia AFO, frustrado.
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𝐋𝐚𝐳𝐨𝐬 𝐝𝐞 𝐃𝐞𝐬𝐭𝐫𝐮𝐜𝐜𝐢𝐨𝐧 ᵗᵒᵐᵘʳᵃ ˢʰᶤᵍᵃʳᵃᵏᶤ ˣ ᵒᶜ
Fiksi PenggemarDe pequeños se odiaban, pero de adultos se tienen ganas..