Vol. 4 Trampa de Miel 69

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Embajada de Rusia en Corea.

La visita de amistad del presidente y la actuación del 'ballet real' en Corea estaban a un mes de distancia. Naturalmente, la embajada también se había puesto en estado de emergencia. Los empleados, apenas llegaban al trabajo, respondían a llamadas telefónicas que sonaban frenéticamente, recibían y organizaban faxes que llegaban de forma constante, enviaban cartas oficiales a instituciones relacionadas, y pasaban el día ocupados respondiendo a las diversas consultas que llegaban por correo electrónico.

Una vez finalizada la agenda oficial del día, la embajada tenía previsto organizar un evento de «Noche Rusa» para promover el intercambio cultural entre Corea del Sur y Rusia. Es por eso que todos independientemente del departamento estaban bajo presión. Además, no había ni siquiera tiempo para respirar debido a la larga fila de estudiantes que estaban solicitando visas para estudios y capacitaciones en el extranjero.

Sobre el escritorio en la oficina del embajador, los documentos pendientes de aprobación no dejaban de acumularse. Su asistente, Pavel Menshikov, exhalaba un profundo suspiro mientras añadía otro montón de documentos encima. Desde que llegó el nuevo embajador, sus suspiros solo se habían profundizado cada día.

Trabajar para un embajador tan joven ya era lamentable, y parecía que no podría evitar ser tachado de ser un asistente incompetente. Dado que, en Rusia, su país, era casi tan famoso como el presidente, cuando se enteró de que Zhenya había sido nombrado el próximo embajador, se quedó perplejo. Cuánto deseaba que fuera solo un rumor infundado.

Tres meses después de su nombramiento, no ocurrieron los temidos disturbios. En cierto modo, era un resultado bastante predecible, ya que el embajador solo aparecía en la residencia cuando le apetecía y no se le veía por ninguna parte. Si el alborotador no estaba presente, ¿Cómo podría surgir algún problema?

Hoy también era un momento en el que se cuestionaba si debería encargarse de las tareas atrasadas en lugar de Zhenya. De repente, se escuchó un golpe en la puerta y pronto se abrió. Los secretarios del Departamento de Cultura y del Departamento Político entraron uno tras otro. Al ver la escena familiar frente a sus ojos, hablaron como si estuvieran hartos de preguntar.

"¿Dónde ha ido de nuevo el embajador?"

"Me gustaría que alguien me lo dijera también."

"Tsk, tsk, con tantas cosas por hacer."

"No es asunto para uno o dos días."

Las tres personas suspiraron al mismo tiempo y negaron con la cabeza.

"Todos los días solo deja el teléfono sonando y se va por ahí... me pregunto si incluso el Kremlin sabe de esto."

"¿Por qué no lo sabrían? Están actuando como si no supieran. No, probablemente no tenían expectativas desde el principio."

"Escuché que este traslado fue a petición del propio embajador. ¿Por qué justo en Corea?"

"¿Quién puede entender lo que pasa por su mente? Incluso su madre que lo dio a luz puede que no lo sepa."

Una vez más, un suspiro surgió desde las tres personas. Contando los días restantes que quedaban de mandato, el futuro parecía todavía más desalentador. No tenían ganas de trabajar en absoluto.

Sin embargo, el asistente del embajador intentó interpretar la situación de la manera más optimista posible.

"Aun así, es una suerte que parezca estar de buen humor cuando lo vemos. ¿Cuánto se hablaba de él en Rusia? Decían que al mínimo desagrado arrasaba con todo a su alrededor. Tal vez sea mejor dejarlo hacer lo que quiera en lugar de quedarse cerca y tener que andar con cuidado."

Los dos secretarios estuvieron parcialmente de acuerdo con sus palabras y asintieron. Aunque se quejaban del retraso excesivo en el trabajo, en realidad no les resultaba agradable encontrarse con Zhenya. Era por los rumores relacionados con él. Incluso el hecho de que fuera el único miembro de una unidad especial del FSB no era un rumor, sino un hecho. Todos temían convertirse en parte de su unidad, y sabían muy bien cómo era su temperamento. Lo mejor era evitar a un superior con cambios de humor tan extremos.

El puesto de embajador definitivamente no era un trabajo menor. Como el diplomático de más alto rango, tenía muchos asuntos internacionales que manejar y la gestión de su propia imagen también era crucial. Después de todo, él representaba a Rusia. Sin embargo, el hecho de que el Kremlin nombrara a alguien tan inconcebible parecía indicar que fue motivado por un deseo de deshacerse de él. Tras fallidos intentos de eliminarlo y debido a las constantes fricciones, resultaba incómodo mantenerlo cerca, por lo que decidieron enviarlo lejos de una vez por todas. Al parecer, incluso Zhenya quería irse, por lo que no hubo razón para dudar.

El personal de la embajada también había sido sustituido en gran parte por diplomáticos de reconocida competencia, y hubo razones para ello. Ya habían considerando las frecuentes ausencias y la negligencia del máximo responsable desde el momento en que se nombró al nuevo embajador. Aunque ahora se diera cuenta, probablemente no cambiaría nada.

"Ahora que lo pienso ¿Quién es ese coreano que figura como parte de nuestra embajada? ¿Había un empleado coreano aquí?"

"Exactamente, el otro día me preguntaba lo mismo. ¿No dijeron que, si alguien llamaba buscando a ese empleado coreano, deberíamos transferir la llamada al embajador?"

No solo ellos, sino todos los empleados de la embajada tenían dudas sobre esto. Nadie había visto nunca al empleado coreano que aparecía orgullosamente en el organigrama. No sabían qué hacía ni cómo lucía. Solo asumían que debía ser un conocido del embajador, en especial porque había destacado justo después de que el embajador fuera nombrado.

El secretario del Departamento Político dejó entrever su disgusto.

"Tsk, Tsk. La persona que lanzaron en 'paracaídas' al puesto designó a otra persona mediante un 'paracaídas'. Como dicen: Dime con quien andas y te diré quien eres.*. Y esos dos ni siquiera se han dejado ver por aquí hasta ahora."

El secretario del departamento de Cultura que había estado escuchando en silencio, sonrió levemente y dijo, "No, eso no es correcto." Luego corrigió parcialmente lo dicho por el secretario del departamento político.

"Con esa persona no lanzaron un paracaídas, sino más bien dejaron caer bomba atómica. ¿Habrán desmantelado un arma nuclear?"

Sin duda, la metáfora era justa y precisa.

Nadie cuestionó sus palabras. Con un gesto de asentimiento, todos sonrieron y dijeron, "Volvamos al trabajo", antes de volver a sus respectivos lugares.

Las Flipantes Aventuras Del Conejillo Chocolate Y Su Cocodrilo RusoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora