Diario de un pensador.

ENANA BLANCA

El caos que ocurre a veces es complejo. Una fuerza desbordante que tarde o temprano colapsa, buscando fusionarse con el infinito espacio a su alrededor, una estrella que no puede contener la energía en su interior.
Es para algunos impensable que esto, además de ser ser inevitable, ocurra a propósito. Después de esto la estrella no muere, sino que se está tranquila, brillante, blanquecina, se transforma.
La estrella comparte su energía en el vasto infinito, crea nebulosas, alimenta otras estrellas, planetas, se mueve creando vida, buscando vidas. Quizás solo está harta de no tener con quien compartir su luz, su energía. Todos están distantes, quizás solo quiere llegar tan lejos como pueda, aunque esto signifique renunciar a lo que era.
Es compleja la calma que puede llegar a invadir un cuerpo cuando simplemente decide compartir su energía, y es aun mas complicado que coincida con cualquiera que la comprenda, que observe su belleza, que la reciba con gratitud.

Es un agradecer este desahogo, este desapego, esta transformación inevitable al compartir lo que eres. Porque, cuándo estas desbordante de alegría, de pasiones, de sueños; la realidad te arropa y no te abruma, mas bien te colma de paz, de amor.
¿Cómo querría estar solo cuando después de estar satisfecho la vida sigue dotándote de fortunas?
De ser así podría implosionar, convertirme en un agujero negro que lo extingue todo a su paso, que quiere hacerse con todo, mas sin embargo se haya completamente vacío, pesado, oscuro y solitario.

Es menester no malinterpretar la soledad. Pues en soledad se hace posible esta fortuna, se hacen presentes y posibles todas las transformaciones internas que se convierten en luz, y mas temprano que tarde irradias tu calor en todas direcciones.
Son el resultado de la fusión de otras estrellas, de galaxias, de energías que trascienden el tiempo y el espacio. Un cumulo de luz, de oscuridad, amor, odio, soledad, unión.
Si, que fortuna es la soledad, que dicha es compartir tu soledad.