2. CHICO DIGGS

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Apenas habíamos comenzado a bajar los escalones cuando ya vimos a Emma apostada en la planta de abajo, frente a las escaleras, esperándonos. Nos saludó de nuevo y luego caminó delante de nosotros hasta el comedor. Comencé a pensar que quizás le pagaran por cada minuto de retraso. Sin embargo agradecí que fuera ella la que nos guiara hasta el comedor, no estaba seguro de haber podido encontrar el camino, Lola lo miraba todo con absoluta fascinación, así que nos limitamos a seguirla en silencio.

Exactamente a las ocho de la noche, Emma abrió la puerta del comedor y nos hizo pasar delante de ella. La mesa estaba ahora bien decorada, con platos, cubiertos y copas, para recibir la cena.

Un minuto después se escucharon pasos y los habitantes de la casa comenzaron a entrar en el lugar. Una mujer de unos cincuenta y tantos años, con el pelo oscuro y un porte elegante y estirado entró en primer lugar, riendo. Nos echó un vistazo a ambos y su sonrisa se ensanchó.

—Bienvenidos, soy Victoria Diggs—nos tendió la mano, primero a mí y luego a Lola—. Es un placer conoceros.

—El placer es nuestro, señora Diggs—le devolví la sonrisa—. Gracias por acogernos.

—No hay de qué—suspiró—. El programa de intercambio y ayuda a estudiantes lo comenzó mi difunto esposo, y a mi me encanta ayudar a la formación de la nueva generación.

Una chica joven, de unos quince años entró tras la señora, era una versión en diminuto de la señora, por que ambas se parecían una barbaridad.

—Esta es mi hija, Teressa—presentó la mujer.

—Tess—corrigió la chica y luego se lanzó a darnos un abrazo. Lola la recibió con recelo—. Me encanta tener gente nueva. Estoy segura de que seremos buenos amigos.

Ni Lola ni yo respondimos, ya nos habían advertido del efusivo de la chica, así que lo dejamos inadvertido. En tercer lugar entró el chico que me había echado de aquella sala. Ni nos miró ni se interesó lo más mínimo por nosotros. Se limitó a cruzar el salón y a sentarse en un lugar en la mesa.

—Él es mi hijo, Cameron—la mujer sonrió apenada por el comportamiento tan inusual del chico, pero ni lo defendió ni le prestó más atención de la necesaria.

La señora Diggs se sentó en la cabecera de la mesa y su hija al otro lado, yo me senté junto a Tess, frente a Cameron, y Lola a mi lado. Emma ocupó el lugar junto al chico, frente a Lola. En un momento dado el chico se inclinó para susurrarle algo a Emma y luego se apartó discretamente de ella. Pude percibir el brillo de unos ojos azules, pese a que solo miraba hacia abajo. Pero no parecía tímido, si no más bien distraído y pasota.

—Esto es una situación inusual ya que nunca habíamos acogido a más de un chico en un semestre—sonrió la mujer. Me hubiera gustado preguntarle por que habían cambiado de opinión, pero no lo hice—. En fin, deseo de todo corazón que vuestra estancia aquí sea de lo más productiva.

—Seguro que sí—sonrió Lola con ironía, mirando al chico guapo que había frente a nosotros.

—Estamos muy ilusionados—añadí yo—. Y déjeme decirle que tiene una casa preciosa.

—Gracias, eres muy amable—la mujer tomó un sorbo de vino e hizo una seña para que sirvieran la comida. Automáticamente un par de mujeres entraron en la sala para servir. Una era regordeta y bajita y la otra alta y delgada, como un par de villanas de dibujos animados—. La universidad es muy buena. Mis hijos han estudiado allí y mi hija lo hará cuando se gradué. Yo misma financio varios proyectos.

—Como el del intercambio—añadí yo.

—Por supuesto—ella me miró con interés y asintió con la cabeza.

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