8. LA TORMENTA

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Cam me soltó, pero se quedó sobre mi cuerpo.

Y logré respirar.

Hasta ese momento no me había dado cuenta de la necesidad tan grande que sentía por llenar de aire mis pulmones. Intenté recuperarme y enderezarme, pero Cam estaba apoyado contra mi abdomen, así que no logré poder levantarme.

— ¿Enserio que no tienes ningún límite?—ironizó jadeante y enfadado—. Te pedí que no entraras en mi cuarto y que no me tocaras, y has hecho las dos cosas.

—Lo siento—me disculpé notando como las lágrimas me resbalaban por las mejillas. Estaba empezando a jadear por el aire que de nuevo pasaba por mi garganta. Me llevé las manos allí y suspiré—. Tenías una pesadillas, solo intentaba ayudar...

—Yo no tengo pesadillas—se apartó de mí y se sentó sobre los talones, erguido en la cama—. ¿Qué estás haciendo aquí?

—Necesitaba hablar contigo, estoy muy confundido y luego te oí gemir y removerte. Creo que tenías una pesadilla y parecías agitado, nervioso, asustado...

— ¿Me estás acosando?—levantó una ceja y luego se bajó de la cama. Su torso desnudo atrajo mi atención de inmediato y el bulto de su fino pantalón largo también.

—No—bajé la mirada—. Lo siento, ha sido una estupidez. Pero... me confundes mucho. Me tratas con deseo y pasión y luego te alejas y yo me pregunto...

— ¿Por qué no te doy abrazos, corazones y te envío flores?—no era una ironía, él seguía tan impasible como siempre—. Te lo advertí en el faro, te dije que querrías de mí algo que no soy capaz de darte. Pero este soy yo, soy así. Puedo follarte sí es lo que quieres, pero luego desapareceré. No me interesa nada más y siento si te he dado la impresión equivocada.

—No, perdona tú—me tragué las lágrimas y me bajé de su cama a toda prisa—. Ya te he dicho que estaba confundido, pero ya lo has aclarado bastante bien.

Me giré para marcharme pero él habló de nuevo y me detuvo.

—Aidan—susurró—. ¿Creías que me pasaba algo malo? ¿Por eso me has despertado? ¿Estabas preocupado por mí?

—Bueno—me giré de medio lado y sonreí con ironía—, desde luego no buscaba una manera bruta de morir.

No dijo nada más. Simplemente endureció su postura y me ignoró como siempre. De nuevo se recostó sobre la cama y se tapó con la colcha hasta la cintura, cerró los ojos, como si yo no estuviera allí.

—Vete ya—dijo antes de girarse y darme la espalda.

Me quedé helado. Después de que casi me matara estrangulado ¿Eso era todo? Suspiré ya apunto de marcharme cuando otro trueno resonó por todas partes, por encima de la incesante lluvia, y su luz inundó la habitación. El cuerpo de Cam se contrajo sobre la cama y tembló suavemente. No podía creerlo ¿Cameron Diggs le tenía miedo a las tormentas? Por eso estaba tan alterado mientras dormía.

Entonces me di cuenta de que seguía de pie, allí, mirándolo, cuando ya debería haberme marchado. Pero algo en su postura contraída me hizo mirarle de manera inocente y tierna, como a un niño asustado que intenta protegerse del ruido.

Sabía que era una mala idea, pero me comporté de nuevo como un idiota empático y tomé una nueva mala decisión impulsada por mi corazón también idiota. Así que no dudé ni por un segundo en abrir la colcha y meterme en la cama a su lado.

— ¿Qué haces?—él se dio media vuelta al instante y me miró fijamente, con los ojos desorbitados de confusión y asombro—. ¿Por qué sigues aquí?

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