28. VUELO PERDIDO

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Preparar mi equipaje, entre lágrimas, fue más duro esta vez que ninguna otra. No quería irme, pero esta vez no era por fuera a echar de menos todo aquello, esta vez tenía un mal presentimiento dentro del pecho. Y miedo, aquel tipo me había amenazado sin más, y algo me decía que iba a cumplir su promesa. Pero dejar solo a Cameron para que él se encargara de todo... ¿Cómo? Él solo, sin ayuda de la policía ni de nadie. Aquello era demasiado, Cam parecía un héroe de las películas, pero dudaba que lo fuese. Si se enfrentaba cara a cara a es tipo, que una vez le había echo tanto daño, podría morir, y eso me producía más dolor que cualquier partida. Sin embargo, Cameron había estado emperrado en ponerme a salvo y en ponernos a salvo a todos, y dudaba que en esto fuera a ceder. Y estaba seguro que si le presionaba le perdería otra vez por ese Cam que era distante y frió con todo el mundo. No sabía que hacer para solucionar aquello, estaba atado de pies y manos y solo quería gritar y llorar.

Fui el último en bajar abajo, y ya estaban todos allí, con su escaso equipaje a los pies de cada uno. Llegué a tiempo para ver como Tess tiraba de la chaqueta de su hermano.

—Dinos algo ¿A que viene esto?—Tess no parecía enfadada, pero si curiosa y desconcertada.

—Ya te he dicho que no te voy a decir nada—rugió Cam, igual de distante y frío que al principio—. Obedece.

—Pero tu hermana tiene razón, Cameron—apuntó Emma, que parecía tan confusa como todos—. Alguna razón habrá para que de repente nos mandes a todos a Nueva York con lo indispensable.

—Hay una razón—Cam no la miró, me miró a mí mientras yo terminaba de bajar las escaleras—. Pero no te lo puedo decir, Emma. Debes confiar en mí.

—Pero Cameron...

— ¡Obedece!—gritó él fuera de sí esta vez—. ¡Eres mi empleada! ¡Deja de hacer preguntas y obedece!

Todos se pusieron tensos por sus gritos y se echaron hacia atrás. Ahí supe la tensión que Cameron estaba soportando encima. La culpa por haberme metido en aquel lío. El miedo por se iba a encontrar con su pero enemigo. La impaciencia por ponernos a salvo cuanto antes. El silencio que debía guardar para no delatarse y perjudicar a su familia.

—Cameron—susurré yo al llegar a su lado.

—Lo siento—se giró y se llevó una mano a la frente—. Perdón, perdón. Por favor debéis marcharos ya o perderéis el vuelo.

Emma fue la primera en salir de la casa, seguida por Joey y Lola.

—No hay nadie ¿Y los empleados?—preguntó su hermana mientras él me miraba a mí y yo a él.

—Les he dado el fin de semana libre—susurró él.

— ¿Qué pasa? ¿Vas a hacer una fiesta o algo así y no quieres que nos enteremos?—suscitó la chica.

—Algo así—mintió él repitiendo las palabras de su hermana—. Por favor, Teressa. Es Nueva York, te lo pasarás bien y solo serán unos días.

— ¿Y que hay de nuestras clases?—la chica se ponía molesta, ya que supe que a ella no le importaban las clases nada de nada.

—Yo lo solucionaré—la miró fijamente—. Vete ya.

La chica bufó y luego salió por la puerta arrastrando su pequeña maleta a desgana. Una vez que nos quedamos solo él me miró y supe que se había dado cuenta de que yo había estado llorando.

—No llores por mí, no me lo merezco—cerró los ojos, abatido—. Siento haberte metido en todo esto.

Yo solté mi macuto y me lancé a sus brazos. De inmediato él me aferró y yo me sujeté a su cuello para abrazarle; con tanta fuerza le apreté que creó que escuché crujir alguna de sus costillas.

OSCURODonde viven las historias. Descúbrelo ahora