EPÍLOGO

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Dos semanas después...

En el gran salón nos fuimos juntando todos los invitados. Victoria había invitado a varias familias importantes de Reno a aquella celebración de fin de año. Cam estaba muy entretenido hablando con varias personas invitadas también de la empresa, también junto a Eric, que parecía resplandecer del brazo de Lola, sonriendo siempre que miraba a su hermano, como si aquel nuevo Cam le recordara con amor al que habían perdido cinco años atrás. Yo me alegré por él pese a que la conversación sobre negocios era bastante aburrida.

—Así que todo ese numerito que mandarnos a Nueva York la semana pasada era por que estabais preparando esta fiesta de fin de año ¿no?—ironizó Tess mientras los demás hablaba, Lola también puso la oreja para prestar atención.

—Sí—mentí—. Cameron quería hacerlo solo y que fuera una sorpresa, pero yo ya le había escuchado hablar por teléfono para organizarla, así que para mí no iba a ser una sorpresa ya, así que en último momento decidí quedarme para echarle una mano.

— ¿De eso tú huída de último momento en el aeropuerto?—la pregunta vino de detrás de mí. Emma, con un vestido largo de color champán me sonrió cuando me giré para mirarla.

—Sí—sonreí.

—Ya—ronroneó Tess—. Aidan, mi hermano no ha preparado una fiesta en su vida, es más, hasta haca un mes, ni siquiera había pisado una fiesta en su vida ¿Pretendes que me crea que esto lo ha hecho él?

—Yo no pretendo que te creas nada—me encogí de hombros—. Pero es la verdad. Miradle, ha cambiado. Ahora habla con la gente... más o menos.

Todos le miraron como yo le había pedido, y era cierto, Cameron hablaba con alguna que otra persona, aunque solo yo podía darme cuenta, debajo de su expresión serena, de que estaba incómodo rodeado de tanta gente.

— ¿Y lo del periódico?—preguntó esta vez Lola. Yo la miré y alcé los ojos para que especificara a que se refería—. Dicen que han encontrado a un tipo en el faro. Que estaba muerto en las rocas.

—Un accidente—asentí con los nervios revoloteando en mi barriga—. La policía ya vino hace unos días y está todo aclarado. El hombre quiso subir al viejo faro y con la tormenta tuvo un accidente y se precipitó al vacía. Desgraciadamente murió en el acto.

—Pero el faro es de la familia. Todo ese terreno es de nuestra familia—se quejó Tessa.

—Sí, es cierto—la miré con una nueva y fingida sonrisa—. La policía aconsejo a Cameron que sería buena idea vallar toda la zona, para evitar que los curiosos entren. Hay que ser precavidos y evitar que pueda haber más accidentes.

—Ey, dejar de acapara a mi novio—Cam llegó y me agarró de la cintura.

A las nueve y media sirvieron una gran y suculenta cena, y al terminar esta volvimos al gran salón para recibir al sonido de las campanadas del gran reloj de pie de los Diggs, el nuevo año.

El hogar refulgía en colores azules, naranjas y rojas en la chimenea y el crepitar de la leña al arder se mezclaba de manera hogareña con el sonido de las conversaciones de los invitados.

Las dos empleadas de los Diggs comenzaron a repartir copas de champán mientras esperábamos la cuenta atrás. Los pocos niños que habían venido a la fiesta, junto con algunos adultos, comenzaron a encender luces de bengala, haciendo que la iluminación fuera más potente.

El balcón estaba abierto a la gran terraza baja que salía de allí. Me sujeté al brazo de Cam mientras la cuanta atrás llegaba a su fin y las primeras cinco campanadas sonaron desde el reloj. De inmediato se multiplicaron las luces de bengala. Diez campanadas y las personas comenzaron a excitarse y a exclamar con grititos de felicidad. Once campanadas y apreté más el brazo de Cam. Doce campanadas y estalló el grito de celebración.

Se suponía que tocaba brindar con los invitados, pero en el momento en que me giré para brindar con Cameron me desconecté del mundo. Sus ojos me miraban tan fijamente que me hicieron perderme en ellos al instante. Y de pronto le estoy abrazando, aferrándome a él con fuerza, y sus brazos me apretaron de igual modo. Lo retuve como si fuera a escapar y la única manera de retenerlos fueran mis brazos. Pero no se iba, estaba allí conmigo. Nos separamos un poco para mirarnos a los ojos. Muy a lo lejos se escuchaban un sinfín de exclamaciones, gritos y felicitaciones. También logré escuchar el sonido de los fuegos artificiales y de reojo vi, a través del balcón abierto, como el cielo se iluminaba por estos.

—Ven, salgamos—Cam puso una mano sobre mi espalda y me impulsó fuera, hacia el balcón.

Ya los dos solo, aunque podíamos seguir escuchando el alboroto que aún seguía dentro, nos miramos de nuevo. Lo único que me importaba en aquellos momentos era el hombre que tenía frente a mí, y que se inclinó para besarme. Le rodeé el cuello con las manos y él me sujetó de la cintura.

Sus besos eran más embriagantes que el champán, así que mientras los demás celebraban bebiendo, nosotros lo celebramos besándonos.

Luego él me miró y yo recordé todo lo que había pasado en los últimos meses con él. Recordé la primera vez que le había visto, en una de las terrazas del segundo piso, misterioso, frío y distante. Recordé la primera vez que sus labios habían pronunciado mi nombre y el sentimiento que eso me provocó. Recordé su espalda desnudo y a él intentando ponerse el ungüento para las cicatrices. Recordé el viento rompiendo contra mi rostro mientras él conducía la motocicleta. Y el calor de su cuerpo al abrazarme. Su sonrisa. La primera vez que sus labios tocaron los míos. O cuando nadamos juntos en el lago por primera vez. Y la primera vez que me hizo el amor... Y recordé los dos primeros segundos de este nuevo año, en el que había mirado sus ojos y había sabido que él era el hombre con quien quería pasar el resto de mi vida. Todo era nada más que recuerdos, unos bonitos y otros espantosos, pero él seguía ahí. Esta ahí frente a mí, sonriendo y mirándome como si yo fuera alguna clase de tesoro.

—Si todo este próximo año va a ser como este momento, creo que seré el hombre más feliz del mundo—susurró mientras sujetaba mi barbilla con los dedos.

— ¿Te refieres a las luces y a los fuegos artificiales?—bromeé.

—A ti—concluyó.

Me rodeó de nuevo con los brazos y me pegó a su cuerpo. Pero no se detuvo allí, me besó en la nariz y luego me giró y me pegó a la balaustrada, con él pegado a mi espalda y su barbilla sobre mi hombro. Me alzó la cabeza con un dedo y me hizo mirar hacia el cielo, donde los fuegos artificiales seguían explosionando contra el cielo y llenándolo todo de color.

—Te amo—dijo ternura.

—Lo sé—reí—. Y sabes que yo te amo a ti, señor Diggs.

—Aidan.

— ¿Sí, amor?—contesté como si nada.

—No vuelvas a llamarme señor Diggs—zanjó.

Sin pensarlo comencé a reír y él me hizo cosquillas y me giró para que le mirara. Su sonrisa se extendía por toda su cara. Entonces volvió a besarme, y así, con el sabor del champán en sus labios y el sonido del cielo iluminado tras de mí, seguimos devorándonos con amor el uno al otro con todo un año y una vida de emociones por delante de nosotros.

OSCURODonde viven las historias. Descúbrelo ahora