29. EL ACCIDENTE

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Solo noté el primer golpe. Fue contra las piedras duras de la ladera. Mi hombro derecho paró la caída, y aunque en un primer momento la moto cayó sobre mi cuerpo y el de Cameron, pronto salimos despedidos hacia abajo y rodamos hasta el final. Creo que el dolor de ese primer impacto fue tal que ya no sentí nada más hasta que minutos después las luces de un coche iluminaron la ladera hacia abajo y yo abrí los ojos.

—Ah—me quejé en un ronroneo. Creo que había perdido la consciencia durante al menos un par de minutos, y cuando desperté los guijarros de las rocas rotas se me clavaban por todo el cuerpo.

Estaba boca abajo sobre el final del sendero. Tenía los sentidos embotados y sentía un pequeño hilillo caliento corriéndome por las sienes. Solté un grito cuando intenté ponerme de pie, me dolía todo el cuerpo, pero aún así solo estaba dolorido, creo que no tenía nada roto.

—Cam—susurré mientras me erguía sobre los codos—. Cameron ¿Dónde estás?

Pero él no me respondió, lo que sí que escuchaba era el sonido de las piedras resbalar por la ladera. Alguien bajaba. Keith bajaba a por nosotros. De repente sentí miedo y me puse de pie con otro grito. Busqué por todo el valle le vi allí tirado, unos cuantos metros más abajo. Tenía los ojos abiertos, y me miraba a mí, como siempre. Por un momento un escalofrío me recorrió la columna por que pensé que estaba muerto. Sin embargo luego pronunció mi nombre y yo corrí hasta él.

— ¿Estás bien?—me preguntó cuando por fin mis sentidos volvieron a ser los de siempre.

—Sí—susurré—. Pero creo que tu moto está destrozada.

—A la mierda la moto—él se irguió sobre los codos e hizo un gesto de dolor—. Tienes sangre en la cara.

—Por el golpe, no es nada—susurré—. ¿Tú estás bien?

— ¡Cameron!—rugió la voz Keith en mitad de la ladera—. ¡Te voy a encontrar Cabrón! ¡Espero que ya estés muerto, por que si no...!

—Cam, tu pierna, él te ha disparado—le dije mientras señalaba su pierna en la oscuridad, donde a la altura del muslo su pantalón estaba empapado.

—No hay bala, ha sido un roce, estoy bien—aseguró—. Déjame verte, puede que tengas una lesión interna por la caída.

—Ahora no, tenemos que irnos—tiré de él para ponerle en pie.

Se quejó al ponerse de pie pero lo logramos justo cuando Keith llegó hasta abajo y nos apuntó con la linterna y con la pistola.

—Vamos—él tiró de mí esta vez y nos resguardamos entre los árboles, huyendo de la luz de la linterna que Keith llevaba.

Cam tiró de mí a mucha prisa, esquivando la arboleda que nos mantenía a salvo de los disparos, cada vez menos frecuentes de Keith. De repente, y cuando ya ambos estábamos casi sin aliento de tanto correr por la tierra revuelta, llegamos a la orilla del lago.

— ¿Qué hacemos?—jadeé mientras miraba con terror a nuestras espaldas.

Él faro comenzó a brillar al otro la de lago y pude ver, bajo su luz, que lloviznaba suavemente. Ni siquiera me había dado cuenta, tampoco de que Cam cojeaba un poco de la pierna derecha mientras caminaba hasta la orilla del lago.

—No hay bosque, no por este lado—susurró él—. Tenemos que cruzar el lago.

— ¿Qué? ¿Nadando?—me acerqué a él y temblé a su lado—. Pero está muy lejos.

—Lo lograremos—se giró y me agarró de la cara con fuerza—. Eres la persona más tenaz, cabezota y fuerte que he conocido nunca. Lo lograrás ¿Vale? Por favor...

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