OSCURO

7. HUMANO

Giró su rostro para mirarme, con su particular manera de penetrarme con sus ojos. Mis nervios comenzaron a alterarse al ver lo cerca que nos encontrábamos el uno del otro.

—No quieres saber. Créeme—habló en un susurró.

—Sí que quiero—Durante un minuto más nuestras miradas se quedaron fijas, retándonos mutuamente.

Se inclinó un poco más y me besó. De un modo repentino y sorprendente que apenas me dejó tiempo a reaccionar. Cam me giró la cara fuertemente y estrelló sus labios contra los míos de una manera violenta. Como si temiera que de darme tiempo para preveer su intención yo me habría apartado. Tampoco me pregunté si lo habría echo o no, ¿Para qué?, él ya movía sus labios contra los míos, abriéndolos con sutileza y metiendo su lengua dentro. Gemí por la fuerza de su boca y él pasó una mano por detrás de mi cabeza y me atrajo hasta él con más fuerza. Fue igual que la primera vez que me había besado. Aunque más pasional, menos delicado y menos dulce, aunque parecía saber lo que hacía. Sabía a cerveza con limón y a cigarrillo, aunque no tenía barba y eso era agradable, por que su piel era suave cuando abrí los labios para acompasarme a él...

—Deberías alejarte de mí—susurró sin apartarse demasiado.

— ¿Por qué?—enarqué las cejas—. Por favor, dime algo—él negó muy despacio—. Estoy seguro de que sí que sientes algo ahí dentro—estuve apunto de tocarle el pechó para señalar su corazón, pero me detuve temiendo que no fuera una buena idea—. Tienes que sentir algo, eres humano...

— ¿Lo soy?—me miró con tristeza.

—Estoy seguro—asentí.

— ¿Y cómo estas tan seguro?—de nuevo volvió a ser el Cam susurrados y sereno, libre de emociones y expresiones—. Ni siquiera me conoces.

—Y estoy empezando a darme cuenta de que eso no va a pasar ¿Verdad?—suspiré derrotado.

Cam no me respondió, caminó hasta la orilla del acantilado y se separó de mí en silencio. Miró hacia la ladera y luego aspiró alzando la cabeza hacia la luna.

— ¿Aún quieres saber que es lo que hago aquí aparte de mirar desde el faro?—me preguntó en un susurro.

Parecía haber cedido por fin a mostrarme un poco más de él.

—Sí.

Se giró para mirarme una vez más y luego caminó hasta el borde. Yo aún jadeaba y temblaba por la situación, sin poder decir nada ni moverme, cuando él comenzó a quitarse la ropa. Una vez en boxer y con su perfecto cuerpo iluminado por la luz de la luna y el tenue reflejo del faro, se giró de espaldas a mí y se los bajó, quedando completamente desnudo.

— ¿Vienes?—me preguntó.

Le miré de arriba abajo antes de tragar saliva con dificultad e intentando no posar la vista en su trasero desnudo, y cohibido, deseoso y excitado por que se diera la vuelta. Sin esperar mi respuesta comenzó a bajar, desnudo, por la ladera. Corrí hasta el borde por que me había dejado solo allí arriba. Cameron se fue pediendo en la oscuridad de la ladera y lo perdí de vista cuando escuché el primer chapoteo en el agua.

— ¡Estás loco!—grité para que me escuchara desde arriba.

—Tú has preguntado—gritó él—. ¡Ven!

Me giré, desconcertado y muy dudoso. Me llevé un dedo a la boca y me lo mordí hasta que dolió, luego me giré de nuevo y miré hacia abajo, la ladera estaba muy oscura. Y de repente me encontré quitándome la ropa. Miré a mí alrededor antes de quitarme los slips y luego dejé mi ropa sobre el asiento suelo, caminé hasta la ladera y comencé a descender. La hierba estaba fresca y me hizo cosquillas en los pies, y miré hacia el agua, y le vi, de espaldas, con el agua hasta la cintura. Una imagen de un cuerpo bello recortado bajo la luz de la luna. Me detuve cuando sentí el agua cubrir mis rodillas, ni siquiera me había dado cuenta de que había descendido tanto. Di un paso al frente y de repente me hundí hasta la cintura, resoplé por el agua estaba fría y chocaba contra las rocas provocando una espuma blanca helada.