30. AGUA PASADA

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Llegamos al portal más o menos una hora después. La tormenta estaba descargando bien y yo veía borroso por que ahora sí que la noche estaba muy oscura, la intensa lluvia me impedía abrir los ojos del todo, y estaba tan dolorido y cansado que me costaba mantenerlos abiertos.

Entramos dentro y crucé la entrada mientras Cameron cerraba la puerta de la calle con todos los pestillos. Luego se acercó hasta mí, a la entrada del salón, donde yo había dejado caer mi macuto un par de horas antes.

—Ve arriba, a mi cuarto—me agarró de una mano y me giró para que le mirara—. ¿Seguro que no quieres que te vea un médico?

—No, nada de médicos si queremos evitar preguntas—me agaché y agarré mi macuto.

—No me importar cargar con la culpa, es más, es mi culpa, así que...

—Ya está echo—comencé a caminar hacia le escalera—. Esta noche no ha pasado nada para nosotros.

— ¿Seguro que estás bien?—me preguntó él desde lejo, ya no le sentía tras de mí, y por un lado me sentí aliviado.

Prefería olvidar lo que había pasado aquella noche y tenerle a él detrás recordándomelo a cada momento no me ayudaba demasiado. Así que aunque le amaba con todo mi corazón, en aquel momento preferí estar solo que con él.

—Bien, date una ducha, yo recogeré el salón e iré enseguida—me dijo.

Subí las escaleras muy despacio, tirando pesadamente del macuto. Llegué al cuarto de Cam y lo dejé tras la puerta de mala gana. Como un zombie, crucé la estancia a oscura y me metí en el baño. Desde la puerta me giré y miré el reloj de la mesilla, eran las dos de la madrugada. Cerré la puerta del baño y me miré en el espejo. Estaba hecho un asco. Tenía moretones y sangre seca por toda la cara; las manos, las uñas, el pelo y la ropa llenas de barro. Me quité la ropa empapada y me quedé desnudo frente al espejo. Tenía un morado en el codo y en la cadera. Tocar los moretones me hizo daño, así que no lo hice y me metí bajo un chorro de agua casi hirviendo. El vapor de agua me envolvió enseguida mientas yo me encogía en el fondo de la bañera y lloraba desconsoladamente. Había estado apunto de morir, había estado apunto de perder a Cam, habíamos dejado a un hombre muerto a los pie del faro, habíamos ocultado pruebas y habíamos huido... No, ese hombre era cruel y malo. Nos quería muerto, no es que él mereciese morir, pero nosotros tampoco lo merecíamos, y no se puede poner en una balanza la vida de un ser querido y otra vida cualquiera, por que por mucho que una vida importe, somos humanos, y esa otra vida siempre acabaría perdiendo ante la del ser querido. Así que si me había convertido en una mala persona por querer que Cam estuviera a salva a cambio del otro chico, no me importaba. Podría vivir con eso siempre y cuando él estuviese bien. Así entendí yo mi amor por él, y aunque estuviera mal, así lo entendí. Y no, aquella noche yo había hecho el amor con Cam y luego nos habíamos ido a dormir. Nada de disparos, ni persecuciones ni muertes. Nada de eso, eso no había pasado. No.

Salí de la ducha más recompuesto peo igual de cansado. Salí desnudo y seco al cuarto, busqué en mi macuto y saqué mi pijama de invierno y luego me metí en la cama a solas. No esperé a Cam, no podía, estaba tan cansado, tan, tan cansado...

Cuando desperté él estaba sentado en la cama, mirándome fijamente. Yo bostecé y me desperecé antes de ir incorporándome poco a poco. Llevaba el mismo pijama de franela que había puesto la noche anterior antes de caer exhausto en un profundo sueño. Cameron parecía perdido en sus pensamientos, era la primera vez que me miraba con su habitual mirada fija y penetrante y yo sentía que no me veía en absoluto.

—Hola—susurré—. ¿Qué hora es?

—Bastante tarde—difuminó una sonrisa—. Como las doce y media más o menos.

OSCURODonde viven las historias. Descúbrelo ahora