5. LA PRIMERA VEZ

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Cam Diggs me estaba intimidando de nuevo. Así que di un paso hacia atrás y me aparté de su perfecto cuerpo tatuado.

—Vale, has dejado bastante claro que no te gusta el programa de intercambio y que ni me soportas ni me quieres aquí—levanté una ceja para hacerle frente—. Pero ya da igual por que en cuanto le digas a Emma que volví a entrar en tu cuarto nos echará a mi amiga y a mí. Así que pronto me perderás de vista.

—No voy a decirle nada—afirmó.

— ¿Ah, no?—aquello me sorprendió, no había tardado ni un solo día en irle con el cuento de que me había colado en su cuarto ¿A qué se debía su cambio de opinión?

—No.

— ¿Por qué no?—quise saber muy intrigado—. Creía que te había disgustado.

—Y así es—afirmó.

Dios, era tan serio que me costaba una barbaridad descifrar si sus palabras iban con ironía o no. Pero si no era así sus palabras se contradecían y era muy perturbador.

—También dijiste que no tienes ningún interés en conocerme—le recordé para intentar aclararme las ideas.

—Puede que eso haya cambiado—levantó la cabeza y me miró por debajo de sus largar y oscuras pestañas.

— ¿Has cambiado de opinión?—le pregunté rondando al igual que suponía que él hacía conmigo. ¿Qué se proponía?—. ¿Por qué?

Di un paso para acercarme a él pero enseguida levantó una mano entre su cuerpo y el mío y se tensó de inmediato.

—No te acerques tanto, por favor—me detuvo, se recompuso y luego tragó saliva un poco más sereno—. Soy una persona y tengo derecho a cambiar de opinión—continuó.

—Eso no es para nada una respuesta—solté una sisita nerviosa y me removí.

—En realidad sí lo es—su rostro no cambiaba. Hubiera jurado que se estaba divirtiendo a mi costa, pero su pasividad no lo mostraba. Más bien parecía que solo creía en las frases de un solo sentido.

—Creo que eres autista—le solté.

Era muy raro. Decía pero sin decir. Se acercaba pero sin dejar que nadie se le acercara. Casi no hablaba con nadie.

— ¿Puede una persona volverse autista con el paso de los años cuando no lo ha sido de nacimiento?—preguntó, y esta vez sí que noté la ironía en su voz—. ¿O a consecuencia de un hecho traumático?

—No lo sé, no soy un experto—respondí perdido de curiosidad—. ¿A que hecho te refieres?

—Hablaba en general—esta vez susurró y fue él quien se acercó un paso de manera sugerente—. Pero lo has dicho tú no yo.

— ¿Por que no me das otra respuesta?—le pregunté intentando volver a lo que no que no me había contestado con respecto a lo de no contarle nada a Emma.

— ¿Por qué no me haces otra pregunta?—levantó una ceja y me regaló la segunda sonrisa de la noche.

—No quiero—me negué caprichoso—. Quiero saber por que has cambiado de opinión.

— ¿Estás intrigado?—su voz era casi un susurro intenso e insinuante. Todo el vello de mi cuerpo se puso de punta mientras él se acercaba, acechador como un animal.

—Sí—reconocí.

—Pues eso es tu respuesta—sonrió por primera vez y creo que estuve apunto de desmayarme. Nunca había visto a nadie reírse de aquella forma tan a medias y tan sincera—. Esto intrigado por ti. No eres como los otros. Ni callado, ni tímido, ni dócil. No es fácil que alguien me intrigue y eso me cabrea.

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