28. "¿cómo estás?"

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GUIDO

salto temporal de tres días.

Me dejé caer en el sillon del departamento de Gastón, cansado y abrumado, también un poco preocupado y obnubilado. Dejé la guitarra al lado mío, cómo si ya no tuviera fuerzas ni ganas de tocarla, y empecé a hundirme en mi mente, dejando de prestar atención a lo que hacían y decían mis hermanos. No había sido un buen día ni una buena noche.

Mis pensamientos se dirigían a cada rato hacia aquella conversación que había tenido con Juli. Había sido sincero, bah, al menos lo había intentado. Pero no sabía si eso bastaba, nunca sabía si era suficiente.

Miré mi celular de reojo y lo agarré casi sin pensarlo. Ningún mensaje de Julieta. Quería hablarle pero algo me frenaba. Me pidió tiempo y espacio, la entendía e intentaba respetarla, pero me costaba. ¿Y si me estaba evitando?, ¿y si se había arrepentido de todo lo que habíamos hablado?. No estaba acostumbrado a sentirme así de inseguro, era algo nuevo para mí. Con ella todo era distinto, me sentía desnudo, lograba romper esa especie de coraza que había mantenido por tanto tiempo.

Dejé el celular al costado y apoyé la cabeza en el respaldo del sillon, mirando al techo, como si ahí pudiera encontrar respuestas. No había nada, solo un sentimiento de vacío inentendible.

Suspiré y me levanté para ir al balcón a fumar un cigarrillo. Mientras fumaba volvía a pensar en hablarle, no podía pasar más tiempo sin saber nada de ella, aunque sabía que se encontraba con Mar, me preocupaba.

Escribí algo simple, no tan elaborado, no quería sonar pesado: "Cómo estás?".
Lo leí como cinco veces antes de mandarlo, parecía un pibe de 15 que no sabe como hablarle a la chica que le gusta. Completamente patético. Lo mandé y dejé el celular apoyado boca abajo en una mesa, como si eso fuera a hacer que la espera fuera menos pesada.

Las luces de la ciudad brillaban delante de mis ojos, pero no lograban distraerme, nada lo hacía. Julieta estaba metida en mi cabeza y era imposible sacarla.

"¿Qué mierda me estas haciendo, Juli?", pensaba mientras le daba una calada larga al cigarrillo. Aunque intentara convencerme de que todo estaba bajo control, la verdad es que no lo estaba. Ella tenía algo que me desarmaba, y eso, si bien me aterraba, también me gustaba más de lo que debería.

De golpe, sentí una mano en mi espalda que, al darme vuelta, descubrí que era Patricio.

- ¿Todo bien, Guido? - su voz me sacó del trance, mientras miraba el humo perderse en el aire.

- Si, si, medio cansado nomas. - respondí al instante, intentando sonar convincente. Sin embargo, el tono apagado de mi voz me delató con rapidez.

- Hace un par de días que con Gasti te vemos medio raro, ¿qué onda con Julieta?

- Hace dos días que no me habla, ni idea... - dije llevando el cigarrillo nuevamente hacia mi boca.

Intentaba sonar casual, pero el peso de mis palabras quedó flotando en el aire. Mi hermano no era ningún boludo, y se dio cuenta de que no estaba contando todo.

Patricio soltó un bufido, con una mezcla de burla y seriedad.

- Dejá de hacerte el despreocupado, Guido, ¿tanto te cuesta mostrarte más sensible?, si ya sabemos todos como te tiene esa piba... - su tono sonaba a reproche, pero con esa familiaridad que hacía imposible tomarselo mal.

GANAS DE VERTE | guido sardelli - airbagDonde viven las historias. Descúbrelo ahora