El Honrado

Capítulo 51

Satoru se rió a carcajadas cuando enormes púas de hueso surgieron del suelo con el objetivo de empalarlo en una red mortal de piedra y hueso dentado. Salieron disparadas tan rápido que habrían ensartado a cualquier otro hechicero, pero para Satoru, se movían como si estuvieran nadando en pegamento. Bailó entre las púas sin esfuerzo, sorteándolas con la gracia de un depredador que juega con su presa.

Ah, si todavía fuera el mismo de antes, reflexionó Satoru; ahora mismo estaría confiando en Infinity como una muleta.

Pero eso era cosa del pasado: su Aumento Maldito había progresado hasta un punto en el que estos ataques se sentían lentos, su percepción estaba deformada por el poder abrumador de Seis Ojos e, incluso sin él, sus sentidos se mejoraron a tal grado que no habría importado.

Aun así, Satoru tuvo que admitir que la técnica de Mado era impresionante. Esos picos eran rápidos, lo suficientemente rápidos como para acabar con la mayoría de los hechiceros en un instante. Diablos, probablemente incluso tomarían desprevenido a Sukuna si no estuviera prestando atención. Bueno, tal vez al Sukuna de su época.

"¡Me estaba aburriendo!" gritó Satoru, su voz se escuchó por todo el campo de batalla mientras se agachaba para esquivar otra púa que atravesó el aire.

"¡Apenas!", respondió Mado, con su cuerpo cubierto por la Amplificación de Dominio y el aura brillante que lo rodeaba mientras avanzaba a una velocidad cegadora. La sonrisa de Satoru se amplió cuando se lanzó al aire para enfrentarse a Mado de frente, elevándose por encima del campo mortal de púas de hueso que había debajo.

Chocaron en el aire, los puños chocaron entre sí como truenos, cada golpe enviaba ondas de choque que se extendían por la atmósfera. Las explosiones de energía maldita de Mado estaban sincronizadas con precisión quirúrgica, liberándose justo antes de que sus puños golpearan el Infinito de Satoru, lo que le permitió atravesar la barrera y asestar golpes sólidos. Fue genial, una adaptación casi perfecta a la técnica defensiva de Satoru.

Increíble.

Mado era rápido, su corpulencia no impedía que se moviera mientras desataba una andanada de ataques. Su control sobre la Amplificación del Dominio era preciso, cada golpe surgía con un poder explosivo. Casi cien puños se intercambiaron en cuestión de segundos, sus brazos eran un borrón de movimiento mientras chocaban en una sinfonía de violencia.

Satoru desvió el puño derecho de Mado en el último segundo y contraatacó con un devastador puñetazo mejorado con Rojo en el pecho del Astartes. El impacto agrietó la coraza de Mado, liberando una oleada de energía maldita que se retorció en el aire como humo negro. La fuerza hizo que Mado se precipitara hacia el suelo, pero, para su crédito, logró aterrizar de pie y patinó hasta detenerse en el suelo.

Flotando sobre él, Satoru lo miró y su sonrisa siempre presente en su rostro se hizo más grande. "Eso no puede ser todo, ¿verdad? Ni siquiera he calentado todavía".

Mado se limpió la sangre del labio, con los ojos brillantes de anticipación.

—¡Déjame mostrarte! —Su voz estaba llena de emoción mientras saltaba hacia arriba, juntando sus manos para formar un símbolo familiar. Los ojos de Satoru se fijaron en la forma de sus dedos: esta vez no era una Expansión de Dominio, sino algo más.

Una técnica máxima.

Por un momento, Satoru consideró dejar que Mado terminara su técnica. Después de todo, tenía curiosidad. ¿Qué tipo de poder poseía Mado cuando se esforzaba hasta el límite absoluto? Podría ser divertido descubrirlo.

Pero, de nuevo, Satoru ya había perdido suficiente tiempo allí. Se suponía que debía desatar el infierno sobre los Lobos Espaciales y los Orcos, por alguna razón , se recordó a sí mismo. Honestamente, los detalles de por qué no le importaban mucho. Caoimhe probablemente tenía algún gran plan, pero a Satoru tampoco le importaba particularmente eso. Sus razones para estar aquí eran simples: quería divertirse y, eventualmente, quería convertirse en un dios.