24. Shit

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El vuelo a Bakú se le estaba haciendo eterno a Lando. No por las largas horas en el aire, sino porque esas horas solo las invertía en un pensamiento: la confesión de Checo.

Retorciéndose en su asiento, el piloto británico no pudo evitar mirar de frente a Carlos y a Charles, quienes se besaban sin el menor reparo, como si no compartieran vuelo con él.

Haciendo una mueca de disgusto, Lando volvió a girarse, enfocándose en las nubes y los intensos tonos anaranjados del atardecer a través de la pequeña ventana. Los colores le recordaron, inevitablemente, el característico naranja de McLaren. Deseaba desesperadamente volver a correr, lucir ese mono de carrera naranja con el número cuatro bien visible.

Pero, de repente, su mente traicionera reemplazó su propia imagen con la de cierto mexicano pecoso usando ese mismo mono. Checo con su gorra, Checo con una chaqueta de McLaren... Su pecoso, sentado en el motorhome, observándolo, apoyándolo.

Un suspiro frustrado escapó de sus labios.

La escena de hace dos días se reproducía en su cabeza como una película.

[...]

-¡Me gustas, Lando! -exclamó Checo, interrumpiendo al piloto.

Lando se quedó congelado, recordando extrañamente la primera vez que se conocieron. Aquella vez también se había quedado sin palabras, impresionado por la belleza del modelo y su actitud algo mimada y caprichosa. Pero ahora... ahora era como si uno de sus sueños más personales cobrara vida.

Sin embargo, no supo qué decir.

-Me gustas, y ese es un problema.

Un frío recorrió el cuerpo de Lando, como si un balde de agua helada cayera sobre él.

-¿Po-por... -Lando tuvo que aclararse la garganta al darse cuenta de lo débil y temblorosa que había sonado su voz-. ¿Por qué sería un problema?

Checo lo miró como si estuviera haciendo una broma absurda. Pero sabía que el británico no comprendía la maraña de pensamientos que lo atormentaban en ese momento, y no tenía idea de cómo explicárselo sin parecer un maniático.

-¿Te parece poco que esté saliendo de una relación abusiva que me dejó más problemas de los que ya tenía?

Lando abrió la boca para hablar, pero el mexicano continuó sin darle tiempo.

-O que estoy yendo a terapia justamente para manejar todos los problemas emocionales que no me permiten ser una persona funcional -añadió con una ironía dolorosa, soltando una risa que hizo estremecer al piloto-. Oh, y aún mejor... que dentro de esas sesiones me haya dado cuenta de mis sentimientos hacia ti.

Esta vez, Lando ni siquiera intentó responder, solo hizo una mueca con los labios, comprendiendo, en parte, lo que Checo intentaba decirle.

Sabía que la situación estaba lejos de ser ideal, pero se moría por dentro al saber que finalmente sus sentimientos eran correspondidos. ¿Acaso era tan malo querer ser un poco egoísta e imaginar un final feliz junto a ese hermoso pecoso?

-Además de que son sentimientos unilaterales -concluyó Checo con amargura.

Esta vez, Lando estaba decidido a decir algo, pero su mala suerte pareció no darle ni una pizca de compasión, y los interrumpieron de nuevo.

-¡La comida ya está lista, corazón! -se asomó don Toño a través de la puerta-. Oh... lo siento, ¿estaban ocupados?

Checo negó con la cabeza y salió de la habitación, esquivando la mano que Lando extendió para detenerlo.

[...]

Desde entonces, Lando ansiaba encontrar una oportunidad para hablar con Checo, pero el mexicano siempre estaba ocupado o rodeado de compañía, lo que le impedía acercarse para abordar ese tema que lo carcomía por dentro.

La noche antes del vuelo había sido la elegida para la cena de cumpleaños de Carlos. Lando pensó que sería su última oportunidad de acercarse antes de que el mexicano volviera a ignorarlo por mensaje, como había hecho en las últimas carreras. Pero, durante el día, Checo no estaba en la casa; Antonio Sainz le había comentado que había salido con un amigo.

[...]

-Deja de mirarlo así. Es más que obvio que no te agrada -susurró Charles a Lando.

-Ni siquiera lo conozco -respondió Lando, intentando sonar indiferente.

-Precisamente por eso deberías dejar de mirar a Daniel de esa manera -insistió Charles, sin dejar de observar la escena.

Checo había pensado que sería buena idea llevar a su amigo, con quien pasó el día, a la cena de cumpleaños de su hermano mayor.

-No lo estoy mirando de ninguna manera -se quejó el piloto de McLaren, frunciendo el ceño.

Charles rodó los ojos y regresó su atención a la conversación en la mesa.

Lando realmente quería prestar atención, de verdad que lo intentaba, pero le resultaba casi imposible, pues no podía dejar de observar cómo Checo se desenvolvía con tanta confianza junto al cantante. Porque sí, Daniel, amigo del mexicano, no era otro que el famoso cantante español conocido como "Rels B".

-El concierto en Mallorca será el último para cerrar mi gira -respondió el cantante ante la pregunta de Carlos Sr.

-Oh, espero tener boletos en primera fila -dijo Checo, esbozando una sonrisa encantadora.

Lando apretó la mandíbula. Checo volvía a mostrar ese lado coqueto y despreocupado junto al cantante. No sabía si era una sonrisa auténtica o una actuación, pero, fuera cual fuese la respuesta, él desearía ser quien ocupara el lugar del mallorquín.

-Los tendrás -aseguró el cantante, mirándolo directamente a los ojos-. Te enviaré un par extra para que tus padres también puedan ir.

-Debo advertirte, muchacho, que solo me sé una canción tuya -dijo Carlos Sr., divertido, provocando las risas de todos los presentes.

Y mientras la conversación continuaba, Lando se sorprendió a sí mismo envidiando el lugar del cantante. Sabía que no debía interponerse en la felicidad o el bienestar del mexicano; si Daniel le daba algo de paz, realmente él era feliz por eso. Pero, por otro lado, no podía evitar imaginarse a sí mismo siendo quien le provocara esas sonrisas, quien le brindara alivio al corazón, quien estuviera ahí para Checo en cada paso del doloroso proceso de denuncia contra Lysander y en su terapia.

Lando haría cualquier cosa por el mexicano... si este tan solo se lo permitiera.

[...]

-Mierda... -susurró el piloto, pasándose las manos por el rostro con frustración.

No podía evitar que aquellos recuerdos jugaran en su contra. Y es que ahora, camino a su próxima carrera, lo único que tenía en mente era esa preciosa cara llena de pecas.

Ya le había enviado mil mensajes y, como temía, ninguno había sido respondido, ni siquiera se había dignado a leerlos. Lo único que Lando deseaba ahora era que el mexicano le tuviera algo de compasión y le diera la oportunidad de hablar con él.

Detest to Adore | Lando & ChecoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora