Settings pt.1

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Los días pasaban, y el hecho de denunciar a Lysander se volvía cada vez más real para Sergio. No quería admitirlo por miedo a que se rompiera su fantasía, pero con cada paso, cada decisión tomada, Checo sentía que su libertad y paz mental estaban más cerca.

Aunque las cosas parecían ir lentas y él se mantenía al margen, delegando las decisiones a su hermano Carlos y a su padre Antonio, el político de la familia, Checo comenzaba a respirar con más tranquilidad estando cerca de su padre Carlos Sr.

-Estaba pensando que mañana podríamos ir a cenar todos juntos -sugirió con cierta duda Carlos Sr-. A un restaurante local, algo pequeño y apartado de las cámaras.

Aunque habían logrado llevar el asunto de la denuncia discretamente, todavía había reporteros intentando averiguar el paradero de Sergio Pérez, desaparecido de la vista pública desde su última sesión de fotos en Japón.

-Está bien -dijo Checo, mirando a su padre-, pero solo si prometes que habrá tiramisú.

Su padre asintió emocionado y rápidamente sacó su teléfono, comenzando a hacer llamadas para reservar todo el restaurante y asegurarse de que no hubiera inconvenientes de ningún tipo.

Checo volvió a fijar la vista en el jardín frente a él, en la casa de sus padres. Estaba inmensamente agradecido de que todo el proceso se hubiera podido llevar a cabo en España. Tuvieron que recurrir a varios favores políticos para que la embajada de España lograra sacarlo de Japón y trasladar el caso a territorio europeo, considerando la nacionalidad de Lysander, quien intentó que el juicio se realizara en Estados Unidos, pero no lo logró.

-Tu padre y Carlos ya están en camino -anunció Carlos Sr. mientras guardaba su teléfono-. Al parecer, el idiota de Lysander quiere que todo esto no salga a la luz y aceptará un trato.

-¿Así, sin más? -preguntó Checo, con un toque de miedo en su voz.

-No creo que sea tan fácil, hijo -dijo su padre, con la mirada cansada-. Lo más probable es que te pida alguna movida, pero ni tu padre ni yo tragaremos con nada que te perjudique.

-Gracias, papá -dijo Checo, esbozando una pequeña sonrisa hacia su padre, quien le devolvió la sonrisa con sinceridad.

En ese momento, la nana de Checo y Carlos apareció, dejando sobre la mesa una bandeja con limonada de fresa y kiwi, junto con un plato repleto de galletas recién horneadas.

-Hice tus favoritas -dijo con una sonrisa la anciana Sra. Ledesma, recibiendo un agradecimiento de parte del mexicano-. Unos jóvenes están en la entrada buscando al señor Carlos -anunció entonces al patriarca.

-¿Te dieron sus nombres, Flor?

-Son nombres extranjeros -respondió la nana Flor-. Muy sofisticados, a mi parecer.

Checo arqueó una ceja divertido, observando la expresión de su padre, que parecía confundido ante la declaración de su leal empleada.

-Algo como Lecher y Morris -dijo la nana, haciendo que Checo soltara una pequeña risita, mientras su padre suspiraba con fastidio.

-Déjales pasar, Flor. No hacen nada -respondió el padre de Checo con un tono resignado.

El señor Sainz, en realidad, esperaba pasar más tiempo a solas con su hijo menor. Le había gustado sentirse útil, cuidando y mimando a su pequeño. Pero sabía que el novio de Carlos y el amigo de Checo no tardarían en aparecer. Desde que llegaron de Japón hacía dos días, había sido un récord que ese par no se apareciera en su casa buscando velar por él. Aunque, eso sí, no habían dejado de llamar cada dos horas para preguntar cómo estaba el mexicano.

-¡Checo! -gritó el monegasco al entrar.

Checo se levantó de su cómoda silla para recibir el delicado abrazo que su cuñado le ofrecía, riendo un poco ante el dramatismo que solía acompañar a Charles.

-A mí también me da gusto verte, Charles -susurró Checo, aun abrazándolo.

-Queríamos venir antes, pero Carlos dijo que tus padres querían pasar un tiempo a solas contigo -explicó Charles, alejándose suavemente de los brazos del mexicano.

-Y mi hijo tenía razón -intervino el padre de Checo en español, confundiendo a los recién llegados y provocando una risita en su hijo-. Los dejaré solos por un momento, tal vez quieran algo de privacidad -añadió con una ligera ironía mientras se levantaba de su silla.

Los pilotos agradecieron a Carlos Sr.

-Estaré dentro, campeón. Si necesitas cualquier cosa, solo llámame -dijo el patriarca, mirando a Checo, quien asintió antes de ver cómo su padre entraba en la gran casa.

-¿Cómo has estado, Checo? -preguntó Charles, ocupando la silla que antes pertenecía al padre del mexicano.

-Me siento algo confundido todavía -admitió Checo, sentándose de nuevo mientras veía a su nana acercarse con una silla para Lando-. Como si todo lo que está pasando fuera irreal.

Charles lo observó con empatía. Quería decir algo que pudiera aliviar el peso que cargaba el mexicano, pero no sabía exactamente qué.

-Verás que todo se resolverá más rápido de lo que piensas -dijo finalmente el monegasco, intentando ser reconfortante.

Checo sonrió levemente y asintió, devolviendo la mirada cariñosa al novio de su hermano antes de dirigir una mirada rápida a Lando, quien, al igual que en Japón, seguía sin decirle una palabra.

-Bombón...

-¿Sí, Checo? -respondió Charles con rapidez.

-¿Crees que podrías ir a mi habitación por un suéter? -pidió Checo, algo avergonzado.

No quería recurrir a la "tarjeta de damisela en apuros", pero necesitaba alguna excusa para quedarse a solas con el británico. No soportaba que Lando lo mirara con pena ni que dejara de hablarle.

-Si tienes frío, puedo darte mi chamarra -dijo Charles, levantándose rápidamente para quitársela.

-¡No, no! -interrumpió Checo, apresuradamente-. No quiero que te enfermes por mi culpa. Yo iré por él -agregó, rindiéndose ante su propia mentira mientras se levantaba.

En realidad, no tenía frío, pero no podía desmentir su excusa ahora.

-Yo iré por él -dijo Lando de inmediato, también levantándose de su silla.

Checo hizo una pequeña mueca, arrugando su nariz en lo que Carlos solía llamar "el conejito enojado". Gesto que solo hacía cuando no conseguía lo que quería.

Charles, quien ya había oído hablar de esa expresión a través de su novio, comprendió de inmediato las verdaderas intenciones de Checo. El monegasco no era tan despistado, después de todo.

-No -Charles detuvo al británico con una leve sonrisa-. Yo iré por él -dijo, mirando a Lando directamente a los ojos-. De paso, aprovecho para ir al baño.

Charles entró en la casa, dejando al piloto y al modelo a solas. El silencio que se instaló entre ellos era incómodo y tenso. Ambos volvieron a sentarse en sus respectivas sillas, sintiendo el peso del aire cargado a su alrededor.

Detest to Adore | Lando & ChecoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora