8. Suffocation

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-¡Por Dios, cariño, estás tan grande! -exclamó Toño, el padre del mexicano, abrazando con fuerza a Checo, casi aplastándolo entre sus brazos.

-Papá, no me dejas respirar -se quejaba Checo con una sonrisa, mientras miraba a lo lejos a su otro padre, Carlos Sainz Sr., suplicando con la mirada que lo rescatara.

-Vamos, Toño, estás asfixiando a nuestro hijo -intervino Carlos Sr., jalando suavemente a su esposo lejos de su hijo menor-. Es mi turno de saludar a nuestro Chequito.

Checo soltó un ruidoso suspiro, provocando las risas de su papá Toño y su hermano Carlos. A pesar de su queja, no se negó al cálido abrazo que le ofrecía su padre Carlos.

-Te extrañamos mucho, Michel -susurró su padre antes de soltar el abrazo.

-Lo sé, padre. Yo también los extrañé mucho -respondió Checo con una ligera sonrisa, luchando contra las lágrimas que amenazaban con brotar-. De verdad lo hice -aseguró, mirando a su papá Toño, que estaba agarrado del brazo de su hermano mayor.

-Me alegra que hayas decidido venir a España -comentó Carlos Sr., alegremente, mientras pasaba su brazo por los hombros de Checo y comenzaba a caminar hacia el motorhome de su hijo mayor. Su papá Toño y su hermano los seguían por detrás-. ¿Hasta cuándo estarás en España?

-¡Carlos! -gritó Toño desde atrás-. Sergio puede quedarse el tiempo que quiera, no debe irse tan rápido. ¿O debes irte pronto, cariño? -preguntó con evidente temor en su voz.

Checo lanzó una rápida mirada a su papá Toño, que parecía preocupado, luego a su hermano Carlos, que se mordía el labio inferior, tratando de no interferir en la conversación de sus padres con su hermano menor. Finalmente, volvió a mirar a su padre Carlos, que tenía un rostro más relajado, pero cuyos ojos también reflejaban la preocupación por la respuesta de Checo.

-De hecho... tengo un par de días libres... Si ustedes quisieran, tal vez podría quedarme un par de días más en casa -sugirió el mexicano con timidez.

-¡Por supuesto que sí, corazón! -exclamó su papá Toño, emocionado, acercándose rápidamente a su hijo menor y a su esposo.

-Todo el tiempo que quieras, Chequito -añadió Carlos Sr., apretando con más fuerza el hombro de su hijo, mientras le ofrecía una gran sonrisa de satisfacción.

El mexicano escuchaba con un oído la animada conversación que su papá Toño había iniciado, sugiriendo todo un itinerario para esos días, mientras buscaba la mirada de su hermano. Cuando finalmente encontró los ojos de Carlos, recibió un guiño y una sonrisa de su hermano mayor, que estaba genuinamente contento de ver a Checo reconectando con sus padres. En su mente, Carlos no podía evitar recordar las palabras reconfortantes que cierto monegasco le había dicho hace un par de días, palabras que ahora parecían cobrar más sentido que nunca.

[...]

Para Checo, la compañía de sus padres en el paddock había sido casi asfixiante. A pesar de sentirse abrumado en ciertos momentos, comprendía que no se habían visto en persona en cuatro años, y esa distancia hacía que todo ahora pareciera más intenso. Él mismo estaba emocionado de verlos de nuevo, y los mimos y cariños que sus padres le ofrecían eran tan absorbentes que se sentía como un niño nuevamente.

Ahora que su padre Carlos había acompañado a su hermano a sus entrevistas antes de la carrera y su papá Toño había ido a hablar con el padre de un tal Lance, Checo se sentía como un niño malhumorado al que sus padres habían olvidado en el supermercado. Además, el constante acoso de los medios, deseosos de obtener una exclusiva sobre su relación con su hermano, solo empeoraba su humor. Así que se había escondido entre el hospitality de Red Bull y Mercedes, buscando un respiro.

Detest to Adore | Lando & ChecoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora