13. Everything for a kiss?

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Sergio había comenzado a evitar a Lando de manera descarada. Todo gracias a aquella noche en el yate de la familia Leclerc, donde ambos se habían besado. Checo decidió marcar distancia con el británico. Ya había admitido hace tiempo que, cuando estaba cerca de Lando, su capacidad de pensar con claridad se esfumaba. Sumando el hecho de que el beso no había sido planeado, el mexicano no se permitía pasar tiempo con él.

No había sido simplemente un beso corto y casual. Prácticamente se habían devorado los labios, intercambiando una pasión y deseo que habían estado conteniendo por mucho tiempo. Y no solo fue un beso, sino varios, cada uno más intenso que el anterior, hasta el punto en que Checo tuvo que retirarse abruptamente, dejando a Lando con las palabras atrapadas en su boca. Si no lo hubiera hecho, estaba convencido de que la situación habría escalado rápidamente. ¡El pene de Lando contra su muslo había sido suficiente testimonio de ello!

Ahora, encerrado en el baño del jet privado de Lando, Checo se sentía aún peor, no solo emocionalmente, sino físicamente. Lo que al principio había sido una excusa para escapar del insistente británico, se había transformado en un verdadero malestar físico. Estaba vomitando sin control, devolviendo todo lo que había comido en el retrete del avión.

—¿Checo? —La voz preocupada de Carlos sonó al otro lado de la puerta—. ¿Estás bien, Chequito? ¿Necesitas algo?

—Oh... Carlos, no me siento b... —Checo no pudo terminar la frase antes de volver a vomitar.

—¿Puedes abrir la puerta, mi niño? —insistió Carlos, la preocupación era evidente en su tono—. Déjame entrar para ayudarte.

—¡No! —respondió el mexicano entre mareos—. Definitivamente no me vas a ver en este estado.

—Vamos, Sergio, somos hermanos. Te he visto desnudo más veces de las que puedo contar —se quejó Carlos, frustrado de que su hermano no se sintiera en confianza para dejarlo entrar y ayudarlo.

—Solo... consígueme una pastilla y agua, por favor —pidió Checo, sujetándose la cabeza con ambas manos y tratando de respirar profundamente para evitar otro ataque de náuseas.

—Pero ¿qué es lo que te pasa? ¿Solo es el estómago? ¿Estás mareado?... ¿o es algo más? —insistió Carlos.

Carlos sabía del beso entre su hermano y su mejor amigo. No porque Checo o Lando se lo hubieran contado, algo que en cierto modo le dolía, sino porque había sido testigo. Lo había visto a través de la ventana de la habitación de Charles aquella noche, y la imagen lo había dejado perplejo. Desde entonces, esperaba que alguno de los dos se le acercara para hablar sobre lo sucedido, pero hasta ahora, ninguno lo había hecho.

Aun así, Carlos tenía una sospecha. Creía que si Checo estaba en ese estado, tal vez se debía a la incomodidad de estar en el mismo avión que Lando, especialmente con la tensión no resuelta entre ambos. Su hermano siempre había tenido problemas para lidiar con el malestar emocional, y en los últimos tiempos, sus ataques de ansiedad se habían vuelto más frecuentes.

—Solo estoy mareado, Carlos —respondió Checo finalmente.

Carlos soltó un largo suspiro, resignado. Se alejó del baño y fue directo a buscar a la sobrecargo, con la esperanza de encontrar algo que pudiera aliviar el malestar de su hermano.

[...]

Checo estaba sentado al lado de Charles, quien desde que el mexicano había salido del baño no lo dejaba en paz, actuando como una mamá preocupada. El monegasco lo miraba con tanta atención que era imposible no sentir su energía protectora.

—Estoy mejor, Charles, gracias —susurró Checo, apartando las manos del piloto que intentaban asegurarse de que todo estuviera en orden.

—¿Estás seguro? —preguntó Charles, sin apartar la mirada del mexicano.

Detest to Adore | Lando & ChecoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora