6. Flying w the stars

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-Carlos, ¿estás bien? -preguntó Checo, corriendo a ver a su hermano que estaba en el piso con una amplia sonrisa-. Pendejo, te dije que yo podía hacerlo.

Checo ayudó a Carlos a levantarse, mientras escuchaba la estruendosa risa del español, quien aún intentaba recuperar el aliento. Carlos miró a su hermano con diversión mientras recogía sus propias maletas, que también estaban en el suelo.

-Vamos, mi niño, yo puedo llevarlas -se quejó Carlos, intentando quitarle las maletas a su hermano.

-Te volverás a caer, Carlos -respondió Checo, alejando las maletas de las manos de su hermano-. No sé cómo pagas tanto por este departamento si ni siquiera funciona el elevador.

Carlos simplemente volvió a reír, siguiendo a su hermano de cerca.

-Gracias por acompañarme, Chequito -dijo el español, mientras subía sus maletas a la cajuela del taxi.

-Lo hago solo porque quiero ir un par de días a Mallorca -respondió el mexicano sin mucho cuidado, entregándole su equipaje a Carlos-. Ahora, sube mi equipaje si no quieres que me arrepienta de este viaje.

Carlos sonrió y obedeció, sin querer arriesgarse a que Checo cambiara de opinión, bromeando o no. Aunque Checo tratara de restarle importancia, Carlos sabía que su hermano había hecho un esfuerzo al aceptar ir a España con él, y eso le alegraba más de lo que dejaba ver.

Mientras subían al taxi, Carlos sintió una mezcla de alivio y esperanza. Este viaje podría ser la oportunidad que tanto necesitaban para reconectar con su familia completa y, tal vez, para que Checo finalmente se abriera sobre lo que lo había estado perturbando últimamente.

[...]

-No sabía que viajaríamos con más amigos tuyos -murmuró Checo, bajándose del taxi y observando a los compañeros de parrilla de su hermano mayor.

-Solo con los más cercanos -respondió Carlos con indiferencia, acercándose a su hermano con las maletas de ambos en las manos-. Espera, no te molesta, ¿verdad? -preguntó con preocupación.

Convencer a Checo de ir con él a España había sido una ardua tarea de dos días. Cuando Checo finalmente aceptó, Carlos estaba tan feliz que no consideró alterar los planes que ya tenía, incluyendo a sus amigos en el viaje. Pero al ver a su hermano observando a los demás desde detrás de sus grandes gafas negras, con una pequeña mueca en su rostro, Carlos entró en pánico. No quería que esto incomodara a Checo al punto de que se arrepintiera de acompañarlo, sabiendo que, si algo lo hacía sentir lo suficientemente incómodo, se iría.

Checo se volvió hacia su hermano mayor, quitándose las gafas con un movimiento dramático, pero antes de que pudiera hablar, una voz los interrumpió.

-¿Checo?

-¡Charles! -saludó emocionado el mexicano, acercándose a abrazar al monegasco-. ¿Tú también vienes con nosotros? -preguntó alejándose del abrazo.

-¡Sí! ¿Puedes creerlo? Será divertido -respondió el monegasco con una sonrisa.

-Bueno, si este bombón irá con nosotros, supongo que no me puedo quejar -dijo Checo con tono coqueto, mordiéndose el labio mientras miraba a Charles con picardía.

-¿Invitaste a Checo? -preguntó una cuarta voz, interrumpiendo el coqueteo del mexicano-. ¿De verdad?

Checo sonrió ampliamente al ver al británico.

-¡London, hola! -saludó, provocando risas tanto de Carlos como de Charles, y un quejido de Lando.

-Soy Lando -corrigió el británico con reproche.

Detest to Adore | Lando & ChecoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora