21. Purple

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-Respira, cariño, todo saldrá bien -susurró su papá, apoyando a Checo con su cálida presencia.

Checo había hecho todo lo posible por postergar este momento, pero sabía que inevitablemente llegaría. Y ese día era hoy.

Los días anteriores habían sido un ir y venir entre trámites burocráticos en dependencias gubernamentales, pero hoy era diferente. Hoy se reunirían para intentar llegar a un acuerdo y evitar que el caso terminara en los tribunales. Tanto él como Lysander querían evitar un juicio, al menos eso esperaba.

-¿Y si no acepta los términos? -preguntó Checo, su voz cargada de miedo mientras miraba a su papá y a su hermano mayor.

Checo, Carlos y Antonio Sainz estaban en una gran sala de reuniones, elegante y lujosa, aunque la atmósfera era densa de tensión. Los tres se encontraban sentados a un lado de una enorme y refinada mesa rectangular, acompañados de un grupo de abogados de renombre, los mejores de España y México.

Al otro lado de la mesa, Lysander Brito aguardaba, flanqueado por un equipo de abogados más pequeño, aunque igual de imponente. Uno de ellos le resultó familiar a Checo; era el famoso abogado de las estrellas, especialista en manejar los escándalos más jugosos de Hollywood.

-Debes ser fuerte, hijo -dijo su padre con tono firme-. La verdad siempre prevalece.

Checo asintió, aunque no del todo convencido, refugiándose en el apretón de manos de su hermano. No podía alzar la mirada; sabía que, si lo hacía, se encontraría cara a cara con su exnovio, y eso era lo último que quería en este momento.

La tensión en la sala aumentó cuando el abogado de Lysander, el mismo que Checo reconoció, se puso de pie, intentando suavizar la situación.

-Señor Pérez, creemos que un acuerdo podría beneficiarnos a todos. Evitaríamos un juicio largo y costoso.

-Vamos, no tiene que ser así -interrumpió Lysander al abogado con una sonrisa arrogante que provocó en Carlos el deseo de borrársela de un puñetazo-. Soy una figura pública, tengo una carrera que proteger. ¿No podemos encontrar un punto medio?

Carlos se inclinó hacia adelante, sus ojos brillando con una indignación apenas contenida. Checo apretó la mano de su hermano con más fuerza, recordándole que debían evitar cualquier altercado que pudiera perjudicarlos.

-¿Un punto medio? ¡Tu carrera no puede estar por encima de la justicia! -exclamó Carlos con furia contenida.

Checo respiró hondo, alzando finalmente la mirada para enfrentarse a Lysander, su voz baja pero cargada de decisión.

-No estoy aquí para negociar. Quiero que pagues por lo que hiciste.

-Esta reunión es justamente para eso -intervino el abogado de Lysander con tono diplomático-. Una negociación para llegar a un acuerdo.

-Tenemos unas solicitudes -dijo el padre de Checo, su voz firme y áspera.

-Las hemos revisado, y mi cliente no está de acuerdo con todas ellas -intervino otro de los abogados de Brito-. Estamos dispuestos a hacer algunas modificaciones.

Carlos soltó una risa seca y sin humor. Solo habían pedido tres cosas, todas ellas simples y justas, considerando la magnitud de los actos del futbolista. ¿Y aun así se atrevían a rechazarlas? La ira de Carlos crecía con cada palabra.

-La justicia no se negocia -sentenció Antonio con una voz fría y seria-. Pedimos una disculpa pública, el reconocimiento de tus crímenes y una sentencia que refleje la gravedad de tus actos. Tan sencillo como eso -agregó, ahora mirando al abogado de Lysander con una expresión cargada de desprecio-. Nada es suficiente para lo que tu cliente ha hecho.

Lysander buscaba la mirada de Checo, y cuando por fin la encontró, fue incapaz de enfrentarse a la verdad que los moretones en el rostro y el cuello del mexicano revelaban. Eran un recuerdo vivo de su violencia.

Checo se sintió miserable al reconocer esa mirada fría y calculadora que tan bien conocía. El rostro del futbolista seguía impecable, intacto, como si nada hubiera pasado, mientras que el suyo estaba marcado por golpes de diferentes colores, reflejando un dolor profundo que no solo era físico.

-Sergio, lo que pasó entre nosotros fue complicado -dijo Lysander, adoptando ese tono falso y suavizado que siempre utilizaba para manipular-. No puedes simplemente ignorar todo lo bueno que también hubo.

Checo lo miró con una mezcla de incredulidad y rabia. Carlos, en cualquier momento, podría saltar sobre el futbolista, viendo lo descarado y cínico que podía ser.

-No puedes manipular esto -dijo Checo con la voz temblorosa, pero fortalecido por la presencia de su familia-. Te has comportado como un monstruo.

Lysander soltó una suave carcajada, cargada de desprecio.

-¿Monstruo? Vamos, eso es exagerado. Todos cometemos errores. Lo que necesitas entender, Sergio, es que yo no soy el villano en esta historia -dijo Lysander con desdén, casi como si disfrutara del control que intentaba mantener.

Antonio, observando la escena, comenzaba a perder la paciencia.

-Esto no es un juego, Brito. Exigimos una disculpa pública y una sentencia que haga justicia a lo que has hecho -repitió Antonio, su voz cargada de firmeza y autoridad.

El abogado de Lysander se inclinó hacia él, recomendándole no hacer más intervenciones que pudieran empeorar su situación legal. Pero Lysander, en lugar de escuchar, se reclinó en su silla con una mueca de desdén, ignorando por completo el consejo de su abogado.

-¿Y qué obtendrás con eso? -preguntó Lysander, dirigiendo su mirada al mexicano. Aunque Checo lo miraba directamente, no podía evitar sentirse invadido por una angustia que le apretaba el pecho-. ¿La satisfacción de verme caer? La vida sigue, Sergio, y yo seguiré adelante, con o sin esto.

Sergio sintió un torbellino de emociones. La intimidación de Lysander lo envolvía como una sombra, pero en su interior, la ira comenzaba a arder con fuerza.

-No me dejaré intimidar -respondió el modelo, aunque su voz temblaba ligeramente-. Quiero justicia.

Lysander lo miró fijamente, su expresión cambiando a una mezcla de burla y arrogancia, un tanto sorprendido por la repentina valentía que veía en el mexicano.

-¿Justicia? La verdadera justicia no se basa en rencores, sino en cómo manejas a la opinión pública -dijo Lysander con desprecio-. Piensa en tu carrera, Sergio. ¿De verdad quieres arriesgarlo todo por esto?

Carlos, incapaz de soportar más, intervino furioso.

-¡No puedes seguir manipulando todo a tu antojo! Tu ego no te salvará esta vez -exclamó el español, casi gritando, su cuerpo tenso de indignación.

La tensión en la sala se volvía insoportable. Cada palabra pesaba como una roca. Antonio, viendo la situación, se dirigió a su equipo legal, pero su mirada firme no dejó dudas sobre su postura.

-Esto no es solo un asunto personal -intervino Antonio con voz severa-. Es sobre la violencia que has ejercido, y no te dejaré salir impune.

El abogado de Lysander intentó intervenir nuevamente, pero el futbolista lo detuvo, sin apartar la mirada de Sergio. La seguridad que exhibía empezaba a desmoronarse, pero aún intentaba retomar el control de la situación.

-Si creen que aceptaré una sentencia que me humille, están muy equivocados -dijo Lysander, su voz fría y vacía-. No necesito su aprobación para demostrar mi valor.

El silencio cayó sobre la sala, cargado de tensión y desafío. Cada uno ponderaba las implicaciones de lo que se había dicho. Sergio sentía que el aire se hacía más espeso, pero junto con esa presión, su determinación también crecía.

-Entonces, que sea un juicio -respondió Checo con la voz más firme que había tenido en los últimos veinte minutos. Se levantó de golpe, jalando a su hermano con él, sin dejar espacio para más discusiones-. La verdad saldrá a la luz, y tú no podrás escapar de lo que has hecho.

Lysander se quedó inmóvil, incapaz de reaccionar mientras los Sainz-Pérez salían de la sala con la misma determinación con la que habían llegado. Las puertas se cerraron tras ellos, pero en ese instante, todo quedó sellado: el juicio era inevitable.

Detest to Adore | Lando & ChecoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora