Reina

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En ese instante, sonó la campana, anunciando el final de la hora de almuerzo y grabándoles que era hora de regresar a clase. Kagami y Félix intercambiaron una última mirada cómplice antes de dirigirse a clase, caminando de lado a lado. Félix se aseguró de que su mano estuviera entrelazada con la de Kagami, un gesto de significado simple pero profundo.

Al llegar al aula, Kagami y Félix se sentaron juntos, y justo en ese momento, la puerta se abrió para dar paso a Layla. Ella entró con paso seguro, sus ojos explorando el salón antes de posarse en la pareja. Sonrió de manera enigmática y eligió un asiento en la fila de atrás, pero no lo suficientemente lejos como para perder de vista a Félix y Kagami.

Kagami intentó centrarse en la clase, pero podía sentir la mirada de Layla sobre ellos, como una brisa helada que provocaba un escalofrío en su espalda. Félix, por su parte, parecía decidido a ignorarla, enfocándose en sus apuntes y en su conversación en susurros con Kagami. Sin embargo, el ambiente se sentía cargado.

La clase transcurrió sin más interrupciones hasta que el profesor, ajeno a la tensión, decidió organizar a los alumnos en grupos para una actividad. Cuando empezó a asignar los equipos, Kagami y Félix intercambiaron una mirada esperanzada, deseando quedar juntos. Pero el profesor tenía otros planes: Félix y Layla fueron asignados al mismo grupo, mientras Kagami era colocada en otro equipo.

Félix vio el destello de decepción en los ojos de Kagami, y rápidamente le apretó la mano en señal de apoyo.

Félix: -No te preocupes, mi reina. Solo será una actividad. Prometo no darle más importancia de la necesaria-

Kagami asintió, intentando mantener la calma, pero su estómago se revolvió al ver a Félix alejarse hacia el grupo de Layla. Él se sentó, sin prestarle demasiada atención, pero Layla no perdió la oportunidad de sonreírle, acercándose un poco más de lo necesario para explicarle las instrucciones.

Mientras Kagami trabajaba con su equipo, su mirada volvía constantemente hacia Félix y Layla, quien parecía entablar una conversación animada, con sus expresiones cuidadosamente ensayadas de simpatía y encanto. Félix se mantenía cortés, pero su postura seguía siendo distante, como si construyera un muro invisible entre ellos.

Al terminar la clase, Layla aprovechó el momento para despedirse de Félix, lanzándole una última sonrisa enigmática antes de salir del aula. Félix, por su parte, apenas respondió, pero Kagami no pudo evitar notar la satisfacción en la expresión de Layla, como si hubiera ganado una pequeña batalla. Félix regresó a su lado y le tomó la mano, tratando de reconfortarla.

Félix: -Nadie ocupara tu lugar, mi reina. Siempre he sido cauteloso con las chicas que se me acercan, pero con Layla... siento que hay algo más en juego-

Kagami frunció el ceño, sintiendo cómo la inquietud aumentaba dentro de ella. Aquel “algo más” mencionado por Félix resonaba en su mente como un eco inquietante.

Kagami: -¿Algo más? ¿Como qué? ¿Qué tiene una sonrisa encantadora y una forma de hablar que parece hecha para enredar a chicos como tú?-

Félix alzó las cejas, sorprendido por la intensidad de la reacción de Kagami, pero su voz se mantuvo suave.

Félix: -No, no es eso. La verdad es que me parece que es… diferente. Hay una energía en ella. Pero no quiero que pienses que me interesa de esa forma. La única chica que me vuelve loco es la persona que tengo a mi lado-

Félix toma la mano de Kagami y la lleva a su corazón. Kagami sintió el calor y el ritmo firme del corazón de Félix bajo su mano, un gesto que le transmitió algo de calma y la reconectó con su confianza en él. Cerró los ojos por un instante, permitiéndose absorber esa sensación de seguridad. Sin embargo, algo seguía sin encajar. Había una inquietud persistente en su pecho, como si la presencia de Layla fuese una señal de advertencia que no podía ignorar.

Hadas y BrujosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora