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T/n ajustaba su visor y se colocaba la ropa de caza característica del clan, su respiración era tranquila y su mente solo estaba centrada en la tarea que la esperaba. Había decidido demostrar, no solo a La'tari sino a todos, que su lugar en el clan era tan valioso como el de cualquiera.
Justo en ese momento, Neteyam entró a su hogar en busca de su arco, ya que también saldría a cazar, solo que esta vez como instructor de los más jóvenes. Al ver a T/n alistarse para salir, detuvo sus pasos, con sus ojos llenos de sorpresa y un atisbo de preocupación.
—¿A dónde vas? —preguntó, intentando no sonar intranquilo, aunque sus ojos traicionaban su inquietud.
T/n, sin dejar de amarrar una de las piezas de su equipo, levantó la mirada hacia él y respondió seriamente.
—A cazar.
Neteyam parpadeó, desconcertado.
—¿A cazar? ¿Por qué? —insistió, con un rastro de incredulidad—. Si necesitas algo, cualquier cosa, Ma' T/n, solo tienes que pedírmelo.
Ella negó suavemente, una media sonrisa asomándose en sus labios.
—No es por eso, Neteyam. No se trata de lo que pueda tener o no. También quiero aportar algo al clan, demostrar que estoy aquí para ellos, tanto como ellos están para mí.
Él la miró en silencio unos instantes, sin comprender del todo porque su repentina decisión, el clan ahora la admiraba y respetaba, no tenía nada más que demostrar. Pero después de un momento, asintió, aceptando su decisión. Sin decir más, tomó un poco de pintura de un cuenco cercano y la extendió con cuidado sobre la palma de su mano. Sus dedos se movieron hacia el pecho de T/n, presionando con gentileza para dejar una marca de su mano sobre ella, una huella, justo en el centro de su pecho.
—Para que lleves algo de mí contigo —susurró, con sus ojos suavizándose mientras contemplaba la marca recién hecha.
T/n bajó la vista a su pecho y, al ver la impronta de su mano, le dedicó una sonrisa cálida.
—¿Así que también quieres ayudarme a prepararme? —dijo, un destello de complicidad en su mirada.
Él asintió, sonriendo, y tomó un poco más de pintura, trazando líneas cuidadosas sobre su rostro y hombros, marcando patrones de colores que la representaban. T/n permaneció inmóvil, sintiendo el peso de cada línea sobre su piel.
—Así estarás lista —murmuró Neteyam, observando con atención la última de las marcas en su brazo.
Entonces T/n tomó su turno. Mojó sus dedos en la pintura y, sin dejar de mirarlo a los ojos, presionó su mano contra su pecho, justo donde latía su corazón.
