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Los hermanos de Neteyam y T/n seguían divirtiendose mientras los niños corrían por el campo. Todo parecía perfecto, hasta que Lo'ak, con su característico sentido de alerta, alzó la vista y notó algo que le preocupó.
El cielo, que antes era despejado y brillante, ahora estaba cubierto por nubes oscuras y amenazantes que se movían rápidamente hacia ellos. Un mal presentimiento recorrió su mente, y supo que debían regresar cuanto antes.
—¡Tuk, T/n! —llamó Lo'ak, su voz teñida de urgencia—. ¡Tenemos que regresar antes de que empiece a llover!
Tuk y T/n, captando la gravedad de su tono, dejaron de jugar con los niños y Lo'ak comenzó a reunir al grupo.
—Vamos, pequeños, es hora de volver —dijo T/n, manteniendo la calma en su voz para no asustar a los niños—. Sigamos a Lo'ak, no queremos quedarnos aquí cuando empiece a llover.
Los niños, aunque algo confundidos, obedecieron sin quejarse. Se alinearon junto a T/n, Tuk y Lo'ak, listos para partir. Antes de moverse, T/n hizo un rápido recuento, asegurándose de que ninguno se quedara atrás.
—Bien, ya están los siete —dijo T/n, con alivio al ver que todos los peequeños estaban presentes. Aunque Solali corrió hacia T/n abrazando su mano en busca de protección.
Con los niños reunidos, el grupo comenzó a caminar rápidamente de regreso por el sendero. Pero apenas habían dado unos pasos cuando las primeras gotas de lluvia comenzaron a caer. Al principio, eran solo unas pocas gotas dispersas, pero en cuestión de segundos, la lluvia se intensificó, cayendo en pesadas cortinas que los empaparon casi de inmediato.
—¡Rápido, tenemos que apresurarnos! —gritó Lo'ak mientras el grupo aceleraba el paso, sabiendo que el terreno pronto se volvería resbaladizo y peligroso.
T/n y Tuk se aseguraron de que los niños estuvieran bien agarrados, guiándolos con cuidado a través del sendero que ahora comenzaba a transformarse en un lodazal. Los truenos empezaron a retumbar en la distancia, haciendo que los pequeños apretaran el paso, conscientes de la tormenta que se cernía sobre ellos.
La lluvia, que caía con una fuerza implacable, complicaba aún más su camino, y el viento azotaba las ramas de los árboles, haciendo que todo a su alrededor pareciera más hostil y el miedo empezó a instalarse entre los niños. Algunos comenzaron a llorar, mientras otros miraban a Lo'ak con ojos llenos de pánico.
—¡No se asusten! —gritó Lo'ak, tratando de mantener la calma en su voz para no empeorar la situación—. ¡Estamos juntos y vamos a salir de esta!
Pero en ese momento, un trueno ensordecedor rasgó el cielo, y un rayo cayó en un árbol muy cerca de donde estaban. El estallido fue tan fuerte que todos instintivamente se agacharon, cubriéndose los oídos. El árbol, partido por el impacto, comenzó a crujir ominosamente antes de caer, dividiendo al grupo en dos con un fuerte estruendo.
