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La oscuridad de la noche se cernía sobre Pandora y el bosque brillaba con intensidad. T/n podía sentir la suave brisa nocturna acariciar la piel, haciendo que cada cabello en su cuerpo se erizara. Sus pies apenas tocaban el suelo casi como si estuviera flotando. A su alrededor, los árboles altísimos pasaban en un parpadeo, sus ramas y hojas susurrando secretos a su paso. Sentía una libertad indescriptible, era como si el bosque la estuviera guiándola hacia un destino desconocido.
T/n sentía que si continuaba corriendo, podría llegar a un lugar donde todo sería perfecto, donde la libertad y la paz que tanto anhelaba se harían realidad. El peso de sus problemas se desvanecía con cada zancada, dejándola ligera, casi etérea. Y en medio de esa euforia, una voz suave y familiar susurraba su nombre, llamándola hacia adelante.
Pero justo cuando sentía que estaba a punto de alcanzar esa luz que parecía esperarla al final del bosque, algo la detuvo. La sensación de libertad comenzó a desvanecerse, y el bosque, antes acogedor, empezó a parecer más distante, más frío. La realidad estaba tirando de ella, arrancándola de ese sueño perfecto. Con un último suspiro, se detuvo, mirando hacia la luz que se alejaba, mientras el bosque lentamente se disolvía a su alrededor.
Y entonces, todo se desvaneció, y T/n despertó, con el eco de ese sueño aún vibrando en su corazón, dejándola con un anhelo de algo que apenas podía comprender.
Al abrir los ojos y mirar a un lado, se dio cuenta de que Neteyam la mantenía envuelta en un abrazo firme mientras dormía plácidamente. Intentó moverse suavemente para no despertarlo, pero fue en vano. Neteyam abrió los ojos lentamente y, con una sonrisa somnolienta, le dio los buenos días.
Con la misma tranquilidad con la que despertó, Neteyam se levantó de la cama y comenzó a preparar el desayuno. Los sonidos familiares de la mañana se mezclaban con el crujir de las hojas bajo los pies de Neteyam mientras él organizaba la comida. Se sentaron juntos a comer, compartiendo un momento sencillo en silencio. Sin embargo, Neteyam no pasó por alto la tristeza en los ojos de T/n. Sabía que las cosas seguían siendo difíciles para su pequeña Muntxate, y que la noche anterior había sido especialmente dura para ella.
Antes de salir para cumplir con sus deberes diarios junto a su padre, Neteyam se acercó a T/n, la miró a los ojos y con suavidad le dijo:
—No estés triste. Mis hermanas vendrán más tarde a visitarte. Estoy seguro de que te alegrarán el día.
Con una última sonrisa, Neteyam se despidió.
Sin nada más que hacer T/n se había sumido en una limpieza exhaustiva dentro de su hogar, queriendo distraer su mente de los pensamientos que la agobiaban. El proceso le llevó un buen tiempo, pero al final, todo quedó impecable, y la sensación de haber cumplido con una tarea la hizo sentirse un poco mejor. Decidió salir a tomar un poco de aire fresco y caminó hasta el área donde Neteyam solía aterrizar con su Ikran.
