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Después de lo ocurrido con los otros dos Na’vi, Neteyam decidió buscar a su abuela, Mo’at, para tratar los rasguños y moretones que había recibido en la pelea. Mientras caminaba hacia la choza de Mo’at, su gente no dejaba de observarlo y murmurar a sus espaldas, al parecer ya todos se había enterado de lo ocurrido.
Al llegar, vio a Mo’at y a Nawm ocupadas curando a los guerreros que él había enfrentado. Ralu’wan y Kowan estaban acostados, con expresiones de dolor y al ver a Neteyam entrar, ambos guerreros se estremecieron y sus rostros se llenaron de horror. Aunque querían articular un insulto o una queja, el miedo y la vergüenza les sellaron los labios.
Neteyam los miró con un desprecio gélido. No necesitaba decir nada; su sola presencia hablaban por él. Mo’at, que estaba aplicando un ungüento a una herida en el brazo de Ralu’wan, notó las acciones de su nieto.
—Neteyam —habló Mo’at con una voz calmada —ven aquí y sígueme. Nawm sigue limpiando sus heridas.
—Lo que usted diga —respondió la joven.
Sin apartar los ojos de los dos guerreros, Neteyam obedeció y se fue junto a su abuela a otra habitación, sentándose frente a ella.
—¿No me vas a decir que sucedió?
Neteyam se hizo el hizo el desentendido y miró hacia otro lado.
—No se que de que hablas abuela —Mo’at entrecerró los ojos y jalo la oreja de Neteyam con fuerza —¡Ay! Eso dolió.
—Ralu’wan y Kowan parece que fueron atacados por un Thanator.
Neteyam soltó una pequeña risa ante el comentario de su abuela.
—Incluso un Thanator les hubiera dado un destino menos dolorosos.
—Entonces, ¿qué sucedió Neteyam?
—Querían hacerle daño a T/n, yo no iba permitir eso —respondió molesto. Neteyam no sabía cómo explicarle a su abuela cómo se había sentido en ese momento. Era como si algo lo hubiera poseído, un instinto protector que lo había llevado a extremos que nunca había imaginado. Aunque ya había experimentado algo similar años atrás con su familia, esta vez se sentía muy ddiferente. Porque llegó al extremo de dañar a su propia gente, pero a pesar de todos estos pensamientos, no sentía ni una pizca de remordimiento por lo que le había hecho a Ralu’wan y Kowan. Todo lo contrario, les cortaría la garganta si se volvían acercar a T/n.
—Neteyam, ¿por qué no los mataste? —preguntó mientras limpiaba un rasguño en su brazo.
