Serie: Una noche.
Libro #2
Román tenía clara dos cosas:
La primera; quería jugar fútbol toda la vida y la segunda; Hannah lo volvía loco.
Por otro lado Hannah tenía certeza de algo: nunca caería en los brazos de Román Pierce.
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
Capítulo 22
Román
El cuarto de hospital se sentía cada vez más pequeño, como si las paredes se cerraran lentamente sobre mí, atrapándome en una prisión de la que no había escapatoria, era asfixiante, quería huir, deseaba dejar de pensar. El silencio era absoluto; apenas podía escuchar el zumbido bajo de los equipos médicos a mi alrededor, pero ese sonido lejano solo acentuaba lo solo que estaba. Solo. Me quedé mirando el techo blanco, fijo y sin vida, como mi propio reflejo en ese momento. Los minutos se estiraban como una tortura, y las palabras de Hannah seguían resonando en mi cabeza, una y otra vez, aun no lograba comprender, para que habia venido, mi mente no lograba creer en sus razones.
"No eres un lastre, Roman. ¡Eres tú quien se trata como si lo fueras!"
Como si ella tuviera alguna idea de lo que era estar atrapado en este cuerpo, en esta versión rota de mí mismo. Podía decir lo que quisiera, pero para mí sus palabras eran solo un eco de compasión vacía. Tal vez ella creía que estaba ayudándome, pero lo único que hacía era exponer lo patético que me había vuelto. ¿Amor? claro ¿"Amor"? por supuesto. Lo llamaba amor, pero era tan evidente como el sol que todo lo que veía en sus ojos era una lástima disfrazada de cariño. Y Hannah no era la única, además de que obviamente no me quería. Cada mirada que recibía, cada gesto amable, no era más que una condescendencia bien disimulada. Todos creían que podían salvarme con sus palabras vacías.
Pero nada podía hacerlo, el único que tenía ese poder era yo, y no tenía las fuerzas para intentarlo.
"Amor..." Repetí la palabra en mi mente, probándola como un veneno amargo que había estado escondido. ¿Cómo podían decir que era amor? Si lo fuera, Hannah no me habría dejado, no habría roto mi corazón de tal manera. Ella sabía cómo me sentía, y aun así no hacía más que repetir lo mismo, tratando de convencerme de que aún tenía algo por lo que vivir, que yo podía elegir ver las cosas de otro modo. Pero ¿cómo podía pedirme eso? Era tan fácil para ella decirlo, tan fácil desde afuera, desde donde su vida seguía intacta.
Mi vida, en cambio, era un páramo desierto.
Recordé la vida que solía tener, el hombre que solía ser. Una parte de mí aún se resistía a aceptar que había perdido todo. Intentaba cerrar los ojos, buscar en la oscuridad de mi memoria alguna forma de escapar. Pero lo único que lograba era verme a mí mismo atrapado en este estado permanente, este cuerpo que no me pertenecía, que nunca volvería a ser el que conocía. La imagen de lo que fui me perseguía en cada pensamiento, burlándose de lo que me había convertido ahora. Era como si mi reflejo del pasado estuviera siempre ahí, mirándome con desprecio.
"Amor, Hannah." Sí, amor. Ese mismo amor que nunca se atrevió a decirme en voz alta, que siempre quedó en silencio entre nosotros, en todos esos momentos que compartimos en el campo de fútbol, en los pasillos, en cada discusión que parecía estallar y, sin embargo, se convertía en algo más.Yo si la amaba y tal vez ella sintió algo por mí, pero lo que sea que haya sido, murió junto con la pierna que dejé en ese maldito accidente. Y aunque lo niegue, estoy seguro de que siente lástima por mí ahora, y por ello ahora me dice esas palabras para que busque fuerzas que no tengo, pero lo único que hace es remarcar lo inútil que me he vuelto.