♠️Morir por el Circo (Parte 2)

Cap 32: El Líder

Me adentro en el sitio, siendo el primero en hacerlo. Nadie más se atreve a entrar, busco en la oscuridad al responsable de esto, pero no hay nadie. En el suelo están escritas las palabras "me debes un favor, aquí está el dinero".

Un cofre lleno de monedas de oro se encuentra bajo el mástil. Sobre él, hay algunas partes del cuerpo del viejo líder, como si fuese polvo.

—Dios mio, ¿pero aquí que pasa? —entra el anciano de la cabra, llevando a Daga con las manos amarradas.

—Padre... —dice Liam, mirando el cuerpo en el mástil y luego bajando su atención a mí—. Yo no fui, estaba vigilado todo el tiempo.

—Lo sé, enano —dice el anciano de la cabra, golpeandolo con el bastón—. Lo que sí él está muerto, nos falta el juez...

Los demás entran el lugar, algunos incluso lloran, pero soy incapaz de sentir algo tan específico por ese señor en el mástil. No me interesa, su vida, lo que le pase, solo era un viejo amo. Si me ve como un perro, se acaba de deshacer de mi entrenador...

Jeremy deja a Lucia en brazos de Soga, la cual la saca del sitio mientras el viene donde nosotros.

—¿Están bien? —su tono, su rostro se ve mucho más preocupado que el de nosotros—. Él... Era vuestro...

—No te preocupes tanto, Pluma —dice Daga y mira a los demás—. ¿Me pueden juzgar o esperamos a ver quien se vuelve el próximo líder?

El olor a quemado permanece en el aire. Como si una carne se hubiese pasado al fuego. Para Jeremy, debe ser desagradable.

—¡Daga! —entra Cisne, gritando y apuntando hacia él—. ¡¿Tú lo hiciste, verdad?! Me niego, no vas a salir de esta tan libre.

—Alto, ahí, señora —dice el anciano de la cabra, interponiendose en el avance de ella—. Tú lo sabes, el jefecito lo tenía pensado para ser su sucesor.

Es cierto, mi padre había pensado en mí. Incluso me creó para ello, un perfecto perro. Hasta que un día entendió que no sé dar ordenes, solo sé cumplirlas y Daga encajaba mejor en ese papel que él quería. Algo que sabíamos nosotros dos. Fuera de mis perfectos resultados, por sobre los de cualquiera.

—¡Puede ser, pero no va a ocupar ese puesto, no ahora que asesinó a su esposa y mi padre cuelga de ese mástil, y probablemente sea su culpa!  —grita Cisne, completamente fuera de sí. Desde aquí puedo ver el temblor en sus manos, la ira en su rostro y como el maquillaje se le corre por las lágrimas qué se escapan de sus ojos.

—Yo lo haré —contesto, mirando a Daga.

—¡Tú no sirves para dar ordenes, Látigo! —dice Cisne, corriendo hasta mí y comenzando a golpear mi pecho, para luego susurrar solo para nosotros—. Como no salves a Daga yo te mato, hermanito.

—Uhm, sería divertido, la verdad, ver a Látigo de jefe —dice Daga caminando hacia los demás—. Hagamos algo, los dejaré golpearme por hoy, todo lo que quieran hasta que muera. Si no muero, me deben perdonar, aunque cabe la posibilidad de que no la haya aseianado y estén cometiendo un error.

No contesto a Cisne, simplemente me dedico a observar a Daga. Su forma de hablar, la llama en sus ojos al apreciar una escena como esta. Este tipo de momentos parecen devolverle la vida.

—¡No estoy bromeando, comiencen, ese será mi juicio! —grita Daga, pero nadie se mueve—. Creo que son capaces de creer que quizás fui yo, pero no aceptan que lo haya hecho. Lo hice, lo hice, pero no la maté, solo quemé su cuerpo. Ella estaba ya muerta.

Al terminar de hablar, camina hacia los demás, sin molestarse en quien se meta en su camino y saliendo del lugar.

Jeremy lo observa, por un momento parece querer ir tras de él, pero se detiene, para darle su espacio.

—Látigo —dice el anciano de la cabra—. ¿Lo sabes verdad? Te toca, muchacho, el renacuajo no parece querer cooperar.

No me gusta la idea. No me gusta para nada. Simplemente salgo del lugar, tomando la mano de Jeremy y alejándome de todas estas personas.

—Látigo, Látigo, ¡Látigo! —me llama Jeremy, cuando estamos lo suficientemente lejos y no reacciono hasta el final—. ¿Estás bien?

Me detengo, sin atreverme a verle. Odio, aborrezco tener que procesar tantos detalles, información.

—No lo sé —contesto, llevando una mano a mi cabello y despejando mi rostro.

—Te he notado distante, son muchas cosas... —dice Jeremy, sujetando mi mano y llevándome a un costado—. Nunca has sido bueno expresandote, de hecho, eres la persona menos comprensiva, bruta y de idea fija qué conozco.

Levanto una ceja, sin entender como sus palabras podrían ayudar. Sin embargo, me siento junto a él, tomando la iniciativa en acomodarnos un poco.

—Lo que quiero decir, es que no eres un muñeco, es normal que todo esto sea molesto y te déséquilibre —me dice Jeremy, recostando su cabeza en mi hombro—. Ve un paso a la vez, no soy el mejor para decir esto, pero a ti te podría funcionar.

—Te vi besando a Liam —le contesto, él va a separar su cabeza pero la aguanto con mi mano, obligandole a mantener la posición—. No te muevas.

—Entiendo... —su voz suena preocupada, posiblemente por nuestra regla.

—¿Qué sientes por él? Parecía más que algo sexual —le pregunto.

Jeremy tarda en contestar, sus palabras demoran y mi impaciencia crece.

—Me van a volver loco —susurra él, empezando a divagar—. No sé si está bien, si podemos hacer algo los tres, si está mal tocarlo. Te amo, Látigo, pero no logro sentir culpa de besarle, incluso hemos detenido otros movimientos por que no quiero fallarte.

Acomodo a Jeremy en mis brazos, pudiendo observar su rostro, uno que cubre con sus manos.

—Está bien —le respondo.

—Yo no soy así, este lugar me ha cambiado mucho... Demasiado —responde y quito sus manos del rostro.

—Está bien, Jeremy —le contesto—. Aunque hayas hecho eso y otra cosa, haría igual lo que sea por ti.

Su rostro, fuera de aliviado, parece mucho más triste. Decaído, como si la culpa lo estuviese comiendo por dentro. Trata de soltarse, pero no le dejo, trato de mantenerle cerca de mí.

—¿De todos los lugares, lo traes al árbol donde me gusta dormir? —dice la voz de Daga, sonando desde las ramas.