Chiara Oliver.
Colgué la llamada con mi familia y me quedé en silencio, atrapada en mis propios pensamientos, en ese espacio de quietud que parece engullir todo lo demás. En esos momentos, cuando el sonido de la conversación se disuelve, es como si el mundo entero se desvaneciera y, de repente, quedara sola con mis emociones. Es curioso cómo las cosas más inquietantes de nuestra mente a menudo surgen en esos pequeños intervalos de silencio, justo cuando no hay ruido para esconder lo que sentimos. Como si la mente tomara un respiro de todo lo demás y nos dejara con la verdad más incómoda, esa que se cuela a través de cada pensamiento sin ser invitada. Por un segundo, me perdí en esa sensación, en ese espacio donde no sabía qué me inquietaba, pero lo sentía todo con una intensidad dolorosa, un nudo apretado en el pecho que no lograba deshacer.
Miré la luna, su luz fría y distante parecía decirme algo que no lograba comprender por completo. Había algo en ella, quizás la soledad que transmitía, o la forma en que su luz suavemente iluminaba la oscuridad, que me hacía sentir más conectada conmigo misma. A veces, en medio de esa quietud, la mente encuentra consuelo en lo intangible. Y justo cuando estaba inmersa en mis pensamientos, cuando parecía que todo había dejado de moverse, mi móvil vibró, rompiendo ese momento de reflexión.
De repente, el vibrar del teléfono me sacó de mi trance. Era un mensaje de Alba. Un mensaje que, al verlo, me dio un vuelco al corazón. No solo por la persona que lo enviaba, sino por la sensación que generaba el saber que llevaba tanto tiempo sin hablar con ella. Alba había sido una amiga cercana, y durante una etapa de mi vida, había estado allí para mí de maneras que yo ahora empezaba a valorar mucho más de lo que había hecho en su momento. Pero lo había perdido. Había perdido esa amistad por elegir algo que no debía: una relación que me consumía por completo, una relación tóxica con Nicole que, a pesar de todas las señales, preferí mantener a toda costa. Lo sabía, en el fondo lo sabía, pero no quería admitirlo. De alguna forma, Alba había sido una de las primeras personas que se dio cuenta de lo que estaba pasando, y aunque nunca me lo dijo tan directamente, su distanciamiento fue la primera señal de que estaba eligiendo mal.
Al abrir el mensaje de Alba, leí las primeras palabras:
"Hola Chiara, sé que hace muchísimo que no hablamos, pero no por eso me olvido de lo importante que fuiste en algún momento para mí. Aunque sigues siéndolo, aunque no lo admita. Sigo pensando mucho en ti, pero no puedo evitar sentirme tan dolida por todo. Espero que los vicios anteriores los hayas dejado... Eso te estaba desgastando de todas las maneras posibles. Espero hayas tenido un lindo día, Chiara. Cuídate mucho."
Un escalofrío me recorrió la piel, porque, de inmediato, esa frase me hizo sentir que, aunque el tiempo había pasado, lo que compartimos no había sido algo superficial, algo que pudiera olvidarse tan fácilmente. Pero también me hizo sentir la distancia, esa separación que se había hecho tan real entre nosotras.
"Aunque sigues siéndolo, aunque no lo admita."
La segunda parte del mensaje llegó como una bofetada suave, como un suspiro de dolor reprimido. Alba lo admitía de forma indirecta: lo que fuimos no desaparece de la noche a la mañana. A pesar de la distancia, a pesar de todo lo que había ocurrido entre nosotras, lo que compartimos no desapareció, y quizás, de alguna manera, la ausencia de nuestra amistad la había marcado también, aunque no lo hubiese mostrado.
Mi corazón latió con más fuerza, y al leer el siguiente fragmento, sentí cómo se me llenaban los ojos de lágrimas.
"Sigo pensando mucho en ti, pero no puedo evitar sentirme tan dolida por todo."
No me sorprendió que estuviera dolida. De hecho, me lo merecía. Yo misma había dejado que nuestra amistad se desmoronara sin ponerle freno, sin siquiera intentar salvar lo que teníamos. Sabía que había causado ese dolor, que la había dejado atrás, que le había dado la espalda en el momento en que más me necesitaba. La culpa se apoderó de mí al instante, esa sensación de haber fallado a alguien que realmente me había cuidado, que me había querido, mientras yo me aferraba a algo que solo me estaba dañando. Alba, en su dolor, estaba diciendo lo que yo misma me había negado a escuchar en su momento: que, al haber elegido a Nicole, había elegido algo que no solo me consumía a mí, sino también a las personas que más me importaban.
ESTÁS LEYENDO
Más que una segunda oportunidad//kivi
Fanfiction"Chiara es una joven con un corazón dañado, había jurado nunca más rendirse a la ilusión de las segundas oportunidades. La última vez que se había abierto al amor, había sido brutalmente lastimada. Ahora, su corazón estaba rodeado de una muralla de...