Chiara Oliver.
La consulta con el doctor fue como una especie de final de una larga etapa de incertidumbre. Después de los exámenes, las radiografías y las semanas de incomodidad, finalmente el doctor decidió quitarme esas cosas que, en realidad, nunca había usado correctamente para mi recuperación. "Ya no las necesitas," me dijo con una sonrisa, como si me estuviera dando un permiso que de alguna forma ya había estado esperando.
"Claro, claro," pensé para mí, aunque sabía que ya no tenía mucha opción, ya me había saltado la regla suficiente como para sentirme culpable. Si algo me quedaba claro después de todo el proceso, era que no me dolía nada. Y aunque el accidente había sido grave, no me había dado casi ningún problema. El doctor, que ya había visto mi historial médico (y mi actitud de "no pasa nada"), me miró sorprendido. "Es raro, pero supongo que tu juventud y una pizca de suerte te han jugado a favor. Porque, créeme, no es común que alguien pase por algo así sin dolores."
Yo solo me reí nerviosamente. Porque si hay algo que no me puedo quitar, es la manía de pensar que "si no me duele, está todo bien". Vamos, que me salté más de una recomendación del médico, pero ¿quién puede evitarlo cuando todo parece funcionar tan bien? Si alguna vez me dijeron que el dolor era un buen indicador, yo preferí ignorarlo alegremente.
"Lo raro es que no te hayas quejado más," me dijo con una sonrisa un tanto incrédula. "Esa es una de las cosas que más me sorprende de ti, Chiara. Pero, en fin, ya está. Ahora, cuídate un poco más y no te exijas tanto" me advirtió al final.
"Toma las cosas con calma, no hagas movimientos bruscos, y sigue con la rehabilitación." No es que estuviera completamente libre de todo, pero sentía que ya había cruzado una gran barrera. Me dio una licencia de una semana para hacer las cosas con más tranquilidad, lo cual me dio un alivio. Y, sobre todo, me dio el permiso para viajar. "¿Y puede viajar?" había preguntado Violeta, y el doctor había asentido. "Sí, no hay problema. Si te sientes bien, puedes viajar."
¡Menos mal! Pensé, porque si me hubiera dicho que no, probablemente, habría intentado convencerlo con todos los encantos que tengo, o incluso, habría sacado los ahorros de toda mi vida para pagarle lo que fuera con tal de poder ir con Violeta. Estaba decidida a hacerlo, y aunque sabía que era un tanto impulsiva, también entendía que un viaje con Violeta a Granada no era algo que se pudiera dejar pasar. No todos los días se viaja con la persona que quieres, y mucho menos a su tierra natal. Pero eso no fue necesario, porque el viaje a Granada estaba confirmado. Y aunque a veces no lo decía en voz alta, me moría de ganas de compartir esos momentos con Violeta. Viajar a su tierra natal, ver sus raíces, conocer su mundo... todo eso me emocionaba mucho.
Así que aquí estábamos, esperando nuestra llamada para abordar el vuelo hacia Granada. El vuelo de vuelta a la vida, en cierto modo. Al menos, eso sentía. Después de todo lo que había pasado, estaba feliz de estar de pie, con las dos piernas en el suelo y por supuesto... con el brazo completo.
Este viaje significaba más que unas simples vacaciones. Era el comienzo de una nueva etapa, una etapa en la que me sentía un poco más yo misma. Había superado tanto, tanto miedo, tanto dolor, que este viaje a Granada, con ella a mi lado, me parecía el premio perfecto. Y lo mejor de todo: podía ir a su lado, compartir su mundo y seguir adelante, juntas, sin que nada ni nadie me detuviera.
—¿Vamos a comprar un juguito de naranja? me preguntó Violeta, como si estuviera pidiendo permiso para ir a la luna.
—Ve tú, Violeta. Te veo desde aquí. No vamos a dejar a tu hermana sola durmiendo.
—Pero amor, está durmiendo y no le va a pasar nada. ¡No estamos yendo al fin del mundo! Vamos al frente, sólo es un juguito—Violeta empezó a ponerse toda la "falsa indignada", pero su voz decía todo lo contrario. Sabía que la estaba haciendo renegar un poquito, y me divertía.
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Más que una segunda oportunidad//kivi
Fiksi Penggemar"Chiara es una joven con un corazón dañado, había jurado nunca más rendirse a la ilusión de las segundas oportunidades. La última vez que se había abierto al amor, había sido brutalmente lastimada. Ahora, su corazón estaba rodeado de una muralla de...