XXXIII

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Jeonghan se sentía tranquilo luego de haber hablando con Soonyoung esa mañana, ya habían pasado unos días desde que viajó a Seúl, y aunque al principio la idea lo preocupó, ahora estaba feliz por ver a su primo más tranquilo y distraído. 

La presencia de Minghao y Chan le daba un toque especial a la reunión; ambos se habían integrado rápidamente en la dinámica relajada, aunque Minghao mantenía su característico aire de calma distante, o tal vez de distracción. Jeonghan se preguntaba si estaba pensando en Soonyoung.

Miró a su alrededor, la serenidad del lugar era casi abrumadora, un contraste agudo con el bullicio al que estaba acostumbrado en la ciudad. La brisa del atardecer acariciaba los campos de la granja mientras el sol caía lento, tiñendo el horizonte con pinceladas de dorado y carmesí.

Frente a él, Jun y Mingyu terminaban los preparativos para la fogata, sus risas resonando con familiaridad en el aire. A pesar de todo, algo en ese ambiente tan cálido lograba calmarlo, incluso después de días emocionalmente turbulentos.

Seungcheol se acercó a Jeonghan con una sonrisa que tenía la habilidad de hacer desaparecer cualquier inseguridad que pudiera sentir.

—¿Te das cuenta de lo bien que luces aquí? Como si siempre hubieras pertenecido a este lugar —dijo con una confianza tan natural que parecía casi un susurro del entorno mismo.

Jeonghan sintió el calor subiendo a sus mejillas, incómodo por cómo esas palabras lo hacían sentir tan vulnerable. Desvió la mirada, intentando aparentar indiferencia, aunque sabía que era inútil.

—Deja de ser tan cursi... tus hermanos ya tienen suficiente material para molestarme —respondió, aunque el tono no era del todo convincente.

Desde donde estaba, Mingyu no dejó pasar la oportunidad. Se giró hacia ellos con una sonrisa burlona y, alzando un brazo para señalar a Jeonghan, lanzó:

—Cuñado, no necesitas nuestra ayuda para sonrojarte. Seungcheol hace todo el trabajo.

Jeonghan rió, algo incómodo, mientras Seungcheol le dedicaba una mirada que prometía represalias. Sin embargo, Jeonghan estaba aprendiendo que este tipo de interacciones eran la norma entre ellos, y en el fondo, le gustaba ser parte de ese caos familiar.

La conversación fluyó con naturalidad entre risas y bromas entre todos, pero Seungcheol, siempre atento a los detalles, se dio cuenta de que la leña no sería suficiente para toda la noche. Enderezándose, señaló el montón que habían reunido

—Esto no será suficiente para toda la noche —dijo, enderezándose. Miró a Mingyu estirarse en su silla con pereza—. Mingyu, ve por más leña.

Mingyu soltó un resoplido exagerado, dejando caer su peso contra el respaldo de esa silla vieja.

—¿Y por qué yo? Que vaya Jun.

Jun levantó las manos en un gesto de negación inmediata.

—Ni lo pienses. Ya busqué la última vez. Es tu turno.

—No pienso ir solo —replicó Mingyu con un tono melodramático.

Seungcheol lo miró con esa mezcla de paciencia y autoridad que solo él parecía dominar.

—Jun, acompáñalo.

Jun negó con la cabeza, ya con una excusa en los labios, pero Mingyu se adelantó, girando hacia Jeonghan con una sonrisa brillante que auguraba problemas.

—Prefiero llevarme a Jeonghan. Él me da mejor vibra.

Seungcheol frunció el ceño, claramente no convencido.

▸ Verano en Jeonju ៸៸ 𝙅𝙚𝙤𝙣𝙜𝘾𝙝𝙚𝙤𝙡Donde viven las historias. Descúbrelo ahora