Recuento de los daños

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El instituto se sentía más caótico de lo habitual. Los pasillos estaban llenos de conversaciones susurradas, risas ahogadas y el constante eco de rumores sobre la fiesta de Ámber. Una semana había pasado, pero las teorías se habían solidificado: algunos aseguraban haber visto a Castiel entrando por la ventana, otros decían que Ámber había hecho un berrinche monumental porque alguien arruinó su velada perfecta. Nadie, sin embargo, parecía estar completamente seguro de quién estuvo allí, y esa incertidumbre era lo único que mantenía mi pecho menos apretado. Si antes Ámber había tomado una distancia de mi por la ventaja que le había "ganado" en popularidad, ahora vendría con todo en contra mía dados los rumores de que yo estuve en su fiesta.

A pesar de todo, había decidido mantenerme al margen. Mi prioridad era encontrar algo de paz, algo que me permitiera ordenar mi vida sin el ruido de los demás. El que Alex y Rosa me apoyaran significaba el mundo para mi, pero también me había mantenido un poco lejana de ellos fuera de clases.  Era extraño no estar todos juntos, no hablar con Armin ni con Nathaniel, con mis amigas, ni con mi propio padre. Y así estaban pasando los días, cíclicos y monótonos.

Había evitado a Armin por completo. Lo veía ocasionalmente en la biblioteca, sumergido en la pantalla de su computadora, y aunque sentía un impulso de acercarme, siempre retrocedía. Había tantas cosas que necesitaba decirle, pero la distancia entre nosotros parecía insalvable. Cada que recordaba aquella noche no paraba de darle vueltas al hecho de que así tan fácil había ido a besar a otra persona después de todo lo que me dijo. No era congruente en absoluto y eso me fastidiaba demasiado.

La verdad era que estaba cansada de tratar de mantener todo bajo control. Mis relaciones, mis emociones, mis decisiones... todo se sentía como un caos imposible de gestionar. Y, sin embargo, había algo en esta soledad que me resultaba necesario.

Al salir del aula, Iris y Kim me esperaban en el pasillo, ambas con una sonrisa amigable que casi hacía que me sintiera culpable por lo que ya sabía que les iba a contestar.

-¡Krysta! -Llamó Kim, alzando una mano para saludarme- Iremos por un helado después de clases, ¿Te apuntas?

Iris asintió con entusiasmo.

-Sí, pensamos en probar ese lugar nuevo que abrió cerca del parque. ¡Dicen que tienen sabores rarísimos, como lavanda y chocolate picante!

Forcé una sonrisa mientras cerraba mi mochila.

-Ay, chicas, me encantaría pero... tengo mucho que hacer en casa. Tengo que terminar un ensayo para mañana, y, bueno... -Hice un gesto vago, esperando que eso bastara-

Kim frunció el ceño y cruzó los brazos, mirándome como si pudiera ver a través de mi mentira.

-No te hemos visto mucho últimamente desde la fiesta...

-B-bueno... han sido días extraños. -Admití, sintiéndome un poco acorralada-. Pero de verdad estoy ocupada. La próxima, lo prometo.

Iris me miró con una mezcla de dulzura y preocupación que la caracterizaba.

-Está bien, Krys, pero... si necesitas hablar, o distraerte un rato, sabes que estamos aquí, ¿Verdad?

Asentí, tratando de no dejar que la culpa se notara en mi rostro.

-Lo sé, y lo aprecio mucho. En serio.

Kim me dio una palmada en el hombro antes de empezar a caminar hacia la salida con Iris.

-Cuídate, ¿Sí? No te encierres demasiado en ti misma.

Las vi alejarse por el largo pasillo del instituto hacia la salida, sintiendo un nudo formarse en mi pecho. Estaba agradecida por su apoyo, pero sabía que de aceptar, saldrían cientos de preguntas acerca de temas que no quería ni pensar por el momento. No me sentía lista.

Coronada [CDM]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora