Perdón

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El sol aún no asomaba por el horizonte cuando mis ojos se abrieron. Me quedé un momento en la cama, envuelta en la oscuridad tranquila de mi cuarto. No era habitual que me despertara tan temprano, y menos aún que sintiera este impulso extraño de moverme, de hacer algo diferente. Tal vez había sido la conversación con Castiel la noche anterior, o quizá ese destello de humanidad que vi en mi papá cuando lo dejé dormido en el sofá.

Con un suspiro, me levanté y fui directo a darme una ducha. El agua caliente me ayudó a despejarme, pero también me dejó con una sensación incómoda, como si el peso en mi pecho estuviera más presente que nunca. Me miré al espejo mientras me cepillaba el cabello, observando las ojeras bajo mis ojos.

Era raro verme así, sin la máscara de maquillaje que usaba últimamente para aparentar que todo estaba bien. Comencé a empacar lo necesario en mi mochila, realmente dubitativa de cómo me enfrentaría al resto del día. Fue entonces que noté mi Nintendo hasta el fondo de esta, abandonada ahí desde que me había centrado de lleno en volverme más popular en todo el Sweet Amoris.

-Oh, ¿Me estabas esperando, pequeña?-Dije tontamente mientras sacaba la consola y comprobaba que el nivel de batería estaba por los suelos-.

La dejé cargando mientras terminaba de arreglarme, motivada por el hecho de que al menos, si era necesario, tenía una escapatoria de todo el drama en ella.

Cuando bajé las escaleras, la casa estaba en completo silencio, exceptuando por las aves que apenas comenzaban a trinar al alba. Entré a la cocina con la intención de prepararme algo rápido, pero al pasar por la sala, lo vi aún ahí.

Mi papá estaba despertándose en el sofá, con el cabello desordenado y una expresión cansada que no intentaba ocultar. Por un momento, me detuve en seco, como si algo me atara al suelo. Verlo así, vulnerable, hizo que las palabras de Castiel resonaran en mi cabeza con más fuerza: "Tal vez los demás también estén tan jodidos como tú, pero no lo muestran porque creen que no pueden permitírselo."

Todo este tiempo había alimentado esta idea de que mi papá se había vuelto frío y distante. Que era ahora un hombre demasiado ocupado para preocuparse por mí. Pero en ese momento, lo vi de manera distinta. Cansado, sí, pero también humano.

-Buenos días -Murmuró, su voz ronca por el sueño-.

No supe qué decir. Sólo asentí antes de entrar a la cocina, sintiendo el peso de su mirada en mi espalda.

Decidí preparar algo rápido. Nada complicado, sólo unos huevos revueltos y un poco de café, pero me mantuve ocupada lo suficiente como para calmar las emociones que me revolvían por dentro. Justo cuando estaba sirviendo los platos, escuché sus pasos acercándose.

-Huele muy bien...-Dijo, su tono desconfiado pero no hostil-.

Suspiré pesadamente al recordar nuestra pelea de ayer, pero decidí mantenerme receptiva.

-Sí... ¿Quieres?

Me miró como si estuviera intentando descifrarme, y finalmente asintió. Se sentó en la barra mientras yo servía otro plato. El silencio entre nosotros era pesado, pero no incómodo del todo. Era como si ambos estuviéramos esperando que el otro rompiera la barrera invisible que habíamos construido con el tiempo. Supongo que tendría que tomar la iniciativa nuevamente si no quería tener el desayuno más incómodo de mi vida.

-Anoche... te veías cansado -Dije finalmente, rompiendo el hielo-.

Él levantó la vista del café, sorprendido por mi comentario.

-Sí, el trabajo ha sido pesado últimamente... -Respondió, con recelo-.

No dije nada más. No porque no quisiera, sino porque no sabía cómo continuar. Me sentía como una extraña en mi propia casa, y él parecía tan perdido como yo.

Coronada [CDM]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora