capitulo 23

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Al salir de la cafetería, Farasha me tomó de la mano y me llevó a recorrer la ciudad. Caminamos por las calles empedradas, disfrutando del aire fresco y la luz de la luna.

De repente, se detuvo y me miró con curiosidad.

" Hace poco mi madre me devolvió mi celular viejo."
"Mira, este celular me lo compré con mi primer trabajo." Me dijo mostrándome su celular nuevo.

"Claro agarre mi vieja tarjeta SIM, para ver los mensajes."
¿Qué significaban esos mensajes tuyos?", preguntó, refiriéndose a los mensajes que le había enviado cuando estábamos distanciados.

Me sentí un poco nervioso, pero sonreí.

"Mmmm... es que te extrañaba", dije, intentando restar importancia. "Oye, me da vergüenza que los hayas leído!... Pensé que no tenías más ese número o que me habías bloqueado. Pensé que nunca los leerías".

Farasha se rió.

"Eso lo hace más real de lo que pensé", dijo.

"Para desgracia mía, cada una de las palabras escritas en esos mensajes son puros y reales", dije, mirándola a los ojos.

Farasha frunció el ceño.

"¿Desgracia?", preguntó. "¿Por qué?"

Me tomé un momento para responder.

"Porque...", dije, mirándola fijamente. "Tú tienes un gran poder en estas manos tan pequeñas".

Tomé sus manos y las puse sobre mi rostro.

"Tienes el poder de sanarme y de destruirme. Eres mi cura y a la vez un veneno que puede matarme. Pero sabes algo... No me importa. Sería todo un honor morir en tus manos, un privilegio es para mí ser destruido por ti".

Farasha se rió y me miró con una sonrisa.

"Jajaja, tonto", dijo. "¿Alguna vez te dijeron que eres ridículo?"

Pero en su cara se notaba su felicidad.

"Quiero verte así de feliz y que mis palabras sean las culpables", dije, tocando su nariz.

"Quiero verte sin miedo y que mis brazos sean los culpables", dije, abrazándola.

"Quiero verte enamorada y ser yo el culpable".

Farasha sonrió y me abrazó fuerte.

"Abrázame tan cerca hasta que sientas que nuestros corazones se besan", dijo.

Estuvimos abrazados unos minutos bajo las estrellas, disfrutando del momento. Hasta que sonó mi celular. Era Alex.

"Alex, ¿qué pasa?", respondí.

"¿En dónde estás? ¿Quieres que te busque?", preguntó Alex.

"Sí, por favor. Ven por mí, a dónde encontramos a Farasha", dije.

"Espérame", dijo Alex y colgó.

"Bien, señorita, no nos dimos cuenta de la hora y se hizo muy tarde. Vamos, Alex nos buscará", dije.

"¿Quieres algo? ¿Necesitas algo?", pregunté.

"Estoy bien", respondió Farasha.

Por el camino, le compré sandwichs y jugo para que comiera.

"Ahí está Alex, vamos", dije.

Le abrí la puerta de la parte de atrás y me subí con ella.

"Alex, ella es Farasha. Farasha, él es Alex", presenté.

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