Farasha
Era sábado y había despertado en medio de la noche, con el corazón latiendo desbocado. La casa estaba en silencio, un silencio que parecía envolverme como un manto pesado. Solo mi hermano estaba allí, pero él se preparaba para salir con sus amigos. "Mis papás llevaron a mi hermana al hospital", me explicó, su voz grave resonando en la penumbra. "No te preocupes, estaré de vuelta pronto. Solo cocina algo y no te quedes despierta hasta tarde".
Su tono dejaba claro que no regresaría esa noche y mi estómago se contrajo al pensar en pasar horas completamente sola. Odiaba estar sola; desde pequeña, cada vez que mis padres me dejaban, las lágrimas enpezaban a salir sin control. Pero ahora tenía 13 años y no podía permitirme ese lujo.
Decidí no dejar que la ansiedad me consumiera. En lugar de cocinarme algo o acurrucarme en mi cama, opté por ver televisión. Me senté en el sofá, rodeada por la oscuridad y el silencio, mientras la pantalla iluminaba la sala con destellos de luz. Me sumergí en los programas, intentando olvidar que estaba sola, aunque sabía que mis pensamientos siempre volvían a la misma idea: el vacío del hogar.
Después de un tiempo, el cansancio se apoderó de mí y caí en un profundo sueño. Fue entonces cuando escuché un toc-toc suave en la puerta. Me desperté sobresaltada, el eco resonando en mi mente aún adormilada. Pensé que podría ser mi hermano que había olvidado algo, así que me levanté rápidamente y abrí la puerta.
Pero no era él.
Frente a mí estaba un chico que parecía conocido pero desconocido, quizás es porque estaba somnolienta, estaba sosteniendo dos bolsas en las manos. Su expresión era una mezcla de confianza y misterio.
—¿Me invitas a pasar? —dijo con una sonrisa despreocupada.
—¿Te conozco? —pregunté, intentando recordar si lo había visto antes en la escuela o en el barrio.
—Yo creo que sí —respondió él, sin dar más detalles—. Como muestra de agradecimiento por el trabajo deberías invitarme a pasar.
—Antes de entrar, tienes que decirme tu nombre —le exigí con firmeza, cruzando los brazos.
—Creo que deberías averiguarlo por tu cuenta —dijo con un guiño antes de deslizarse bajo mi brazo y entrar sin mi permiso.
La puerta se cerró detrás de él con un suave clic, y el aire se volvió denso entre nosotros. Su presencia llenaba el espacio como si fuera parte del mismo hogar.
---
"¿Te cocinaste como dijo tu hermano?", preguntó mientras se dirigía a la cocina, sus pasos resonando en el suelo de cerámica.
"No, no me cociné", admití, sintiendo un ligero rubor en mis mejillas.
¿Cómo sabía lo que había dicho mi hermano? Murmuré para mí misma, incapaz de evitar la curiosidad.
"Tu hermano me llamó pidiendo que viniera a ver si estabas bien", dijo con una sonrisa que parecía esconder un secreto.
"¿Te sabes cocinar?", inquirió, levantando una ceja en un gesto de desafío.
"Sí, obvio que sé cocinarme", respondí, defendiendo mi habilidad culinaria aunque en realidad no supiera nada de cocina. La verdad era que mis intentos anteriores habían terminado en desastres hilarantes.
"Pero no te cocinas", señaló, dejando entrever una sonrisa divertida.
"¿Por qué no hay nada en mi casa para cocinar?" respondí irónicamente, señalando la despensa vacía como si fuera un argumento sólido.
Con una mirada pensativa, comenzó a contarme la historia de David y Goliat. "Había guerreros muy violentos y con armas peligrosas, y David era un niño que solo tenía un gomero. Con esa única arma logró vencer al gigante que nadie pudo derrotar".
Le miré confundida, levantando la ceja. "Y... ¿con eso a dónde quieres llegar?"
Entonces él puso una mirada soberbia y dijo: "Lo que quiero decir es que lo que tienes es más que suficiente. La analogía se trata de hacer lo mejor que puedes con lo que tienes a tu alcance. ¿Me entiendes?"
Mientras sacaba comida de las bolsas, supe que no podía seguir con esa expresión de incredulidad. "¿Te quieres cocinar o quieres que te cocine yo? Mientras me sigues viendo con esa cara de no entender nada...
"Si sabes cocinar, cocina tú", le dije, rendida y con un suspiro que revelaba mi resignación.
Se rió con una chispa de diversión en sus ojos y comenzó a cocinar. Mientras lo observaba, me sentía intrigada no solo por su habilidad en la cocina, sino también por la presencia magnética que parecía irradiar. Cada movimiento suyo era como una danza, y la forma en que cortaba los ingredientes me hipnotizaba.
Los minutos pasaban en un silencio cómodo, hasta que él rompió la atmósfera tranquila con su voz profunda. "Tanto tiempo ha pasado y aún no sabes mi nombre", dijo con una sonrisa persuasiva. "Me ofende mucho eso".
"Nunca me diste una señal para que supiera tu nombre", le respondí, intentando mantener la compostura. "Además, no puedo preguntar a mi familia; mal entenderían mis intenciones".
Él se rió con despreocupación. "Intenciones... ¿Qué mente tan sucia tiene una niña de 13 años?".
Me sentí un poco avergonzada por su comentario, pero decidí no darle la razón. "Tú no pareces muy mayor, digamos," le dije con picardía.
"Mayor que tú soy," contestó con una mirada seria.
La comida estaba lista y, aunque no quería admitirlo, se veía deliciosa. Él me miró con una sonrisa triunfante y dijo: "Algún día vas a aceptar que soy un gran chef".
Me reí mientras nos sentábamos a cenar frente a la pantalla de la tele, donde comenzamos a ver una película juntos. Las risas y los comentarios sobre las escenas se entrelazaban con el aroma de la comida recién preparada.
No recuerdo cuándo fue exactamente, pero pronto me quedé dormida, dejando que el cansancio me envolviera. Al despertar, me di cuenta de que él ya no estaba. La cocina estaba limpia y organizada; me había dejado el desayuno listo sobre la mesa y, aparentemente, me había tapado con una frazada suave.
Una mezcla de emociones me invadió al encontrarme sola en mi casa. Tenía ese poder peculiar de desaparecer justo cuando necesitaba dar las gracias.
Mientras leía la nota que había dejado: "Ni una película te aguantas, te dormiste casi al final. Come todo tu desayuno. Espero que tengas un lindo día", no pude evitar sonreír. Debajo de las palabras estaban sus iniciales: J.K.F
------

ESTÁS LEYENDO
Mi Meraki
RomanceLEAN NO SE VAN ARREPENTIR!!! póngale una estrellita 💫 💫 Para el chico que puede volar hasta la luna incluso aunque no tenga alas. Bienvenidos a esta historia de farasha Russel una chica que se enamora de su amigo que cree que es imposible que el...