XXV

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Sabía que las cosas en su vida iban a cambiar, pero no esperaba que fuera para peor. El estrés de su papá era evidente, y eso lo preocupaba profundamente. Sergio había adelantado sus vacaciones para resolver el problema con Kamui lo más rápido posible, pero hasta ahora, solo podía escuchar el llanto de Sergio por las noches mientras hablaba con Max por teléfono.

¿Qué podía hacer para ayudarle? No quería seguir viendo a su padre triste y cargado de preocupaciones. Deseaba verlo feliz, como antes. Aunque le costara admitirlo, sabía que Max era una fuente importante de apoyo para Sergio, y ahora lo extrañaba más que nunca. Max tenía una habilidad especial para calmarlo, algo que él mismo no podía lograr.

Ese día en particular, todo se sintió más extraño. ¿Por qué le habían permitido a Kamui sacarlo de la clase de historia? ¿Cómo habían aceptado una idea tan absurda? Claro, la respuesta era obvia: Kamui seguía siendo su padre legalmente y, al ser menor de edad, todavía tenía cierto control sobre él.

Estaba de pie en un pasillo vacío, enfrentándose a la imponente figura de Kamui. Vestido con un traje impecable y con gafas de sol, su presencia lo intimidaba aún más. De alguna forma, agradecía que las lentes ocultaran sus ojos, porque no sabía cómo enfrentarse a su mirada sin que el miedo lo paralizara.

—¿Por qué tienes esa cara? —preguntó Kamui con un tono severo, haciendo que un escalofrío recorriera el cuerpo del joven—. ¿Acaso me tienes miedo, Yuki? No vine a hacerte absolutamente nada.

 Presione mis labios, sintiendo cómo las manos me temblaban detrás de la espalda. Estaba nervioso, y mi mente se llenaba de preguntas. ¿Por qué estaba aquí? ¿Qué quería de él? ¿Planeaba hacerle algo a Gasly y por eso había venido?

—Vengo a hablar contigo, no a matarte, así que cambia esa cara, maldita sea —continuó Kamui, su frustración evidente en su tono. Entonces colocó una mano sobre su hombro de y le dedicó una sonrisa que no transmitía confianza—. Pero no vamos a hablar en medio del pasillo. Vamos.

 Permanecí inmóvil, sin saber qué hacer. ¿Deberías seguirlo? ¿A dónde lo estaba llevando? Su corazón latía con fuerza al pensar que podía ser un lugar fuera de la escuela. No tenía mi celular; Lo había dejado en el salón, y no había tiempo para volver a buscarlo. Kamui ya había comenzado a caminar, alejándose rápidamente.

Con una mezcla de miedo y resignación, apreté los puños y corrí para alcanzarlo, aunque cada paso le provocaba un nudo más grande en mi pecho. No sabía qué iba a pasar, pero no podía quedarme solo en ese pasillo vacío.

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Quería correr. Todo mi cuerpo me gritaba que esto era una mala idea, que no podía confiar en Kobayashi después de todo lo que había hecho en el último mes y medio. Pero ahí estaba, parado frente a su auto, tratando de encontrar una forma de salir de esta situación.

—Vamos, entra —dijo mientras señalaba el interior del vehículo.

Lo miré, paralizado. No quería entrar. No quería alejarme del colegio porque sabía que algo malo iba a pasar. Mi mente me lo repetía una y otra vez: No entres, no lo hagas.

Me quedé inmóvil, decidido a no ceder. Estaba a punto de pedirle que habláramos ahí mismo, de decirle que solo quería volver a casa con mi papá. Pero las palabras no salieron. Antes de que pudiera hacer algo, Kamui tomó mi brazo con firmeza y me obligó a meterme al auto.

—Deja de hacerme perder el tiempo —gruñó con impaciencia antes de cerrar la puerta detrás de mí.

Me quedé en shock, incapaz de procesar lo que acababa de suceder. Apenas unos segundos después, lo vi subir al auto y sentarse al volante, pero no arrancó de inmediato. Se quedó ahí, observándome a través del retrovisor, como si estuviera esperando algo.

—No te preocupes, vas a ver a tu papi —dijo con una risa seca que me hizo estremecer—. Solo vamos a hablar unas horas, y después tú tomarás tus decisiones y le dirás a Sergio lo que decide.

Sus palabras resonaron en mi cabeza, pero no me tranquilizaron. Más bien, me dejaron con un nudo en el estómago. ¿Qué decisiones quería que tomara? ¿Por qué todo esto tenía que ser así? Me sentí atrapado, como si cada salida estuviera bloqueada, y todo lo que podía hacer era quedarme ahí, mirando por la ventana, mientras mi pecho se llenaba de un miedo que no podía controlar.

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Mañana por fin tengo mis últimos exámenes.

Yuki ayer hizo puntos estoy feliz  

¡Yuki!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora