Me despierto envuelto en las cobijas como un burrito de Subway, con el cuerpo dolorido y la mente nublada. Estiró el cuerpo quejándome por el dolor repentino en la cintura. Después de dar una vuelta completa en la cama entre quejidos y suspiros, miro el reloj de noche y me sorprendo al ver que son más de las once de la mañana. Me había tomado más tiempo del normal para dormir, pero después de la noche anterior, mi cuerpo reclamaba un merecido descanso.
«El sexo realmente agotaba, y a mi ver era una buena manera de quemar energía»
Ahora entiendo porque a mucha gente le gusta tener sexo.
Tal vez me incluya en la lista.
Me siento un poco mareado y mientras se me pasa, me tomo un momento para recordar lo que pasó la noche anterior. La sonrisa perversa de Maxky junto a su cuerpo fuerte y apasionado son lo primero en lo que pienso. Me acuerdo de cómo me hizo sentir, de cómo me hizo gritar de placer y de cómo me hizo sentir vivo en un par de horas.
Muerdo mi labio chillando de placer al recordar la noche anterior, suspirando, me doy cuenta de que todavía siento su presencia en mi cuerpo. Me toco la cintura y siento un dolor leve, pero es un dolor que me recuerda la pasión y el placer que sentí en sus brazos.
Me levanto de la cama y me dirijo al baño para lavarme la cara y refrescarme. Mientras me lavo, me miro al espejo y me sorprendo al ver mi propio reflejo. Me veo cansado, con pequeñas ojeras apenas notorias; pero también veo una sonrisa en mi rostro. Es la sonrisa de alguien que ha sentido el placer carnal que otro hombre le puede dar.
Secándome la cara me dirijo a la cocina para prepararme el desayuno. Chancleando las pantuflas de garrita, bajó hasta la sala, esperando encontrarla vacía, como suele estar habitualmente. Pero en lugar de eso, me encuentro con una escena inesperada. Había alguien sentado en el sofá, alguien que no reconocí a simple vista. Su voz era desconocida, y mi padre parecía estar tocando un tema importante, ya que estaba siendo más serio de lo habitual. Aunque su expresión corporal gritaba que se sentía intimidado por el contrario.
Al verme, mi padre sonríe y mueve su mano en un claro gesto para que me acerque a ellos. Evito rodar los ojos, de nuevo me está tomando como su salvavidas. A veces siento que solo se pone agresivo con los más débiles. Me acerco, sintiendo una mezcla de curiosidad y aprehensión por aquella persona.
Y entonces, lo vi.
El mismísimo diablo en persona se encontraba sentado en nuestro sofá, sonriendo de manera amable, aunque su aura oscura lo rodeaba amenazante. Me quedo boquiabierto y sin habla, incapaz de procesar lo que estaba viendo.
¿Qué jodidos hacía el señor Miel en nuestra casa?
—E-Este... Este es nuestro hijo —mi padre tira de mi brazo con algo de brusquedad, como si yo fuera un muñeco de trapo al cual puede manejar a su antojo. Su voz suena nerviosa, y puedo sentir su ansiedad mientras intenta presentarme al señor Miel. Pero yo sigo sin poder hablar, sin poder procesar la situación. El señor Miel me mira con una sonrisa lobuna, haciéndome sentir pequeñito y nervioso, incluso no puedo verlo a la cara sin sonrojarme. —Jimin, saluda al señor Bellomo.
Con las palmas sudadas doy un paso adelante.
—Un gusto señor Mi… —abro los ojos enormes, lo que lo hace sonreír con arrogancia. —Bellomo —musitó, cayendo en cuenta que ese es el nombre de la marca chocolatera más famosa en Italia y parte del mundo.
Me estrecha la mano con fuerza, su agarre es como un hierro candente que me quema la piel. Me hace sentir débil y vulnerable, pero al mismo tiempo, me siento atraído hacia él como un imán. Su voz es baja y sexy, y su aliento cálido en mi oído me hace estremecer.
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virginidad en subasta
Teen FictionAconsejado por el hermano de su mejor amigo Jimin decide subastar su virginidad al mejor postor en una app privada y popular, Prinsescort; donde los más ricos y depravados suelen pujar por una noche con algún jovencito desesperado por su situación e...