Girando en la siguiente calle, y un par de kilómetros más adelante, mi padre se detiene frente a la reja de metal de la casa, presiona un botón y la puerta se abre para que podamos entrar, las llantas crujen bajo el camino de piedras hasta detenerse donde los demás coches de lujo.
La felicidad que sentía corriendo por mi cuerpo se vuelve agria, al ver la expresión melancólica en el rostro de mi padre. La forma en que mira los coches de lujo, como si estuviera despidiéndose de algo que ama, me duele en el corazón. Había tomado la decisión tal como mi madre lo hizo, para vender sus preciados coches y poder pagar a los trabajadores.
La culpa me golpea brutalmente, ellos están haciendo tanto para mantener a esta familia de pie, y yo… bueno.
Giro mi cabeza para mirar hacia otro lado, intentando evitar la sensación de tristeza que me invade.
Mi padre sigue mirando los coches, su expresión cada vez más sombría conforme se detiene detrás del McLaren. Pareciera como si estuviera mostrando una parte de él que nunca había visto antes, una parte que es vulnerable y sensible.
Quiero decirle algo, cualquier cosa para tratar de consolarlo. Pero las palabras se atascan en mi garganta, y no puedo encontrar la forma de expresar lo que siento.
Así que simplemente me quedo allí, sentado en silencio, mientras mi padre sigue mirando los coches con una expresión de tristeza y nostalgia.
—¡Figlio! —llama mi padre en cuanto oye mis pasos al bajar del carro. Me detengo al costado de la puerta sin cerrarla —Perdonami, per tutto. (perdoname, por todo) —sus labios titubean, se cuán bueno es mi padre, y también se lo estresado que ha estado estos últimos días, aunque tampoco justifico las veces que me ha golpeado.
Paso saliva, asintiendo y después me echo a correr sintiendo la felicidad surgir de nuevo a mi pecho como riachuelo colina abajo.
¡Saldré de fiesta después de estos días de merda!
Seré libre por un corto tiempo
—¡Ciao, mamma!
La saludo al entrar a la casa y verla en la sala tomando su taza de café con miles de revistas esparcidas por todo el suelo.
—Qué le pasa a este niño —susurra suavemente mi madre con un atisbo de sonrisa.
—Le sugerí salir con Alexa…
—Oh, Giuseppe, crees que al fin lo ha aceptado…
Me apresuro a salir de la sala, intentando escapar de la conversación sobre el matrimonio que empezaran mis padres. No quiero escuchar nada más sobre el tema que arruine el buen humor que tengo, así que sigo corriendo hasta llegar a mi cuarto.
Empujando la puerta voy directo al closet, debatiéndome con la mochila aún en los hombros, sobre qué ponerme para la fiesta. Miro alrededor, rodeado de las miles de prendas que cuelgan en los percheros. Me siento abrumado por la cantidad de opciones, pero ninguna de ellas me parece adecuada.
Me muerdo el pulgar, frustrado. Me hubiera gustado haber ido de compras con Tae ayer que lo propuso, pero estaba demasiado ocupado encerrado en mi propia prisión (casa). Ahora me arrepiento de no haberlo hecho.
Me paseo por la habitación, examinando los trajes de tres piezas, los sacos, las corbatas y las camisas de vestir en todos los tonos. Agito la cabeza. No hay nada que pueda usar esta noche sin parecer un religioso.
Bufo, soltando la mochila por los hombros que golpea con un estruendo el piso. Me dejé caer en la cama, sintiendo frustración y ansiedad por no encontrar algo adecuado para la fiesta.
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virginidad en subasta
Ficção AdolescenteAconsejado por el hermano de su mejor amigo Jimin decide subastar su virginidad al mejor postor en una app privada y popular, Prinsescort; donde los más ricos y depravados suelen pujar por una noche con algún jovencito desesperado por su situación e...