Capitolo Otto

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Las clases estaban a punto de culminar, y el maestro escribía en el pizarrón con una letra que parecía bailar sobre la superficie blanca. Sin embargo, mi mente estaba en otro lugar. Después de responder el mensaje a la asistente del señor Miel y haber tenido una conversación sobre el encuentro de mañana, mi cabeza se había vuelto un torbellino de pensamientos y mi estómago gruñía con una ansiedad que no podía explicar. Tal vez eran los nervios anticipados. Encontrarme con un extraño y entregarme sin más… comenzaba a cuestionarme si había tomado la mejor decisión, o simplemente hubiera aceptado mi destino. 

Arrastro el pulgar hasta mi boca mordisqueando el dedo gordo. 

De repente, la voz del maestro me saca de mi ensimismamiento. 

—Necesito que se organicen en equipos de cuatro o cinco personas— ordena dándose la vuelta para mirarnos a todos, el maestro Sebastiano, era el sueño húmedo de cualquier chica universitaria, era alto, de cabello castaño y ojos miel, además su cuerpo estaba tonificado, no sería extraño si más de una hubiera fantaseado con el profe sexi del campus. Paso saliva a duras penas apretando las piernas, justo ahora me debía traer un pantalón ajustado —de los pocos que yo había elegido— que parecía asfixiar mis piernas —y van a trabajar en una planificación empresarial sobre el funcionamiento de las áreas que conforman una empresa. 

Me apresuro a anotar la información en mi libreta, mordisqueando la goma del lápiz mientras trataba de procesar la tarea que se nos había asignado. Mi mente ya estaba empezando a trabajar en la planificación, pensando en las diferentes áreas de una empresa y cómo podrían funcionar juntas de manera eficiente.

—Estarás con nosotros verdad Jimin. 

Girando sobre sobre la silla, asiento a Hobi. Era más que obvio que estaríamos juntos en el mismo equipo, siempre lo estábamos. 

—Los mismos de siempre. 

—¡Obviamente baby! —exclamó Arabella sacudiendo las caderas al igual que su chicle, la rubia tetona de Catrina. —Solo nos faltaría uno. 

En lo que ellos se alejan discutiendo a quién deberíamos incluir en nuestro equipo para disminuir el trabajo que le tocaría a cada uno, yo me apresuro a guardar mis cosas en la mochila. 

—Jimin, puedes venir un segundo a mi oficina. 

Muerdo mi labio asintiendo. El corazón latiendo a un ritmo demasiado rápido. 

Si me quedaba a solas con el profesor de administración… Niego. ¡Maledizione! Mi boxer comenzaba a humedecerse. Maldito sueño húmedo. 

Un par de horas atrás mientras me entregaba a los brazos de morfeo había tenido el sueño más loco que jamás antes había soñado. Mis sueños solían ser extraños y bastante randoms, en algunos viajaba, en otros me perdía en el campo, incluso había unos donde lloraba mucho porque me alejaban de mi familia, aunque esa familia no era la que tengo ahora mismo. 

Pero el de esta noche… 

Uff, de solo pensar en ello mi cuerpo volvía a entrar en calor. 

—He, Jimin, te vemos en la salida, no tardes, iremos a comer a Monferrato para ponernos de acuerdo sobre el trabajo. 

—Ok —respondo con la voz un tanto ahogada. 

El maestro me mira por detrás de sus redondos anteojos, sus ojos penetrantes reviven el hormigueo adormecido en mi piel. Ese toque de santo y nerd, dios era mi fantasía, ser doblado sobre el escritorio mientras el profesor me penetraba. 

Sacudo la cabeza, deshaciendome de esos pensamientos sucios. 

Venir a la universidad hace que me contagie de todos esos pensamientos depravados de mis compañeros. Y yo era como un cachorro aprendiendo de los demás. 

virginidad en subastaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora