Capitolo Ventisette

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—¡Oh, por dios, que acabamos de hacer! —me desparramo fuera del mueble, cayendo en el piso frío aún con el trasero desnudo. El pantalón del pijama se me ha arremolinado sobre las pantuflas de garrita, y hay gotas perladas brillando alrededor de la prenda, por lo menos mis pantuflas están a salvo. —¡Aishhh! Maldito hombre pervertido, como se atreve a tocarme de esa manera cuando mi padre está afuera del baño —pataleo como niño chiquito. Después de la pataleta me pongo en pie acomodandome la ropa, me limpio el pantalón y revisó su saco de marca distinguida y hecho a la medida. 

Todavía con el corazón acelerado y agitado después del encuentro “forzado” con Jungkook, me dirijo al área de lavado para limpiar el saco. Negando con la cabeza, tomó un par de toallitas húmedas y limpio un par de veces el exterior donde son notables las manchitas. Mientras lo hago, noto un aroma masculino y seductor que desprende. Es un olor a perfume que me resulta familiar, pero no puedo precisar de qué marca se trata, pero seguro debe ser costosa. 

El aroma es intenso y varonil, con notas de cuero y madera. Me recuerda a un bosque en otoño, con hojas secas y árboles altos. Es un olor que me hace sentir cómodo y relajado, pero también me pone un poco nervioso. Me veo tentado a llevar el saco a mi nariz e inhalar profundamente, pero me contengo a duras penas.

Después de limpiar el saco, me dirijo a mi cuarto para cambiarme. Me siento un poco inquieto y no sé por qué, pero tengo la sensación de que debo arreglarme un poco mas de lo habitual. Me visto con una camisa blanca y unos pantalones negros, y me peino el cabello con cuidado. Me miro en el espejo y me pregunto si estoy haciendo todo esto para impresionar a Jungkook. No lo sé, pero lo que sí sé es que me siento un poco más seguro de mí mismo después de arreglarme.

Chupandome los labios hasta dejarlos brillantes y rojos, me apresuro a bajar, el estomago me gruñe del hambre que tengo, pero me contengo como un guerrero ejemplar. 

Solo basta poner un pie en el primer escalón de la planta baja para darme cuenta del cambio que se ha creado en el ambiente en un par de minutos transcurridos, mi madre con su mejor atuendo y un intrincado peinado da órdenes a un par de empleadas para que alisten la mesa grande. 

—Usen la vajilla de plata, y las copas de cristalería fina. Ah, y también traigan del sótano una de nuestras mejores botellas de vino. 

—Sí señora —después de acatar las órdenes de mi madre, ahora es el turno de la jefa de las empleadas para asignarles sus deberes. 

—Oh, mio prezioso figlio. 

—Buongiorno mamma, ¿hai dormito bene? 

—Meglio che bene —envuelve mis manos en las suyas tan pequeñas como las mías y deja una caricia en mis nudillos —Ora va tutto bene. ¿Es el saco del señor Belloso? 

Asiento. Mamá me lo arrebata de las manos —antes de que pueda corrergir su error— sin borrar la sonrisa de sus labios rojos, me da una palmadita en la mejilla y sale disparada hacia la oficina de mi padre, incluso se lleva el saco a la nariz, sus hombros se estremecen. 

Entrecierro los ojos viendo el trayecto de mi madre hasta que desaparece entre los pasillos. 

Si no la conociera, pensaría que está más que entusiasmada pero no precisamente por la nueva asociación de mi padre si no con nuestro nuevo socio, el señor Jeon Jungkook. Y la simple jodida idea me molesta hasta los tuétanos. 

Resoplando me dirijo a la cocina, algunas cocineras terminan de preparar los laboriosos bocadillos y al verme entrar a su espacio me sonríen, una de ella, una joven pelirroja de senos grandes se atiza el cabello sonrojada antes de cubrirse las manos con guantes plásticos, se acerca a su compañera cuchicheando en voz baja, después ambas levantan la mirada y vuelven a bajarla. 

virginidad en subastaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora