La noche había caído, y el banquete estaba en su punto más alto. Las voces, la música y el tintineo de copas llenaban el enorme salón, pero para mí, todo se desvaneció cuando lo vi luego de tanto tiempo... mi padre.
Caminé con paso firme entre la multitud, acompañado de Trynita, quien lucía deslumbrante con un vestido que resaltaba su figura y el brillo de sus ojos. Su presencia, aunque imponente, transmitía una calma inusual en ella. Estaba a mi lado, en silencio, como si comprendiera la importancia de este momento para mí.
Los Altos Elfos no envejecemos, pero Jeaster lucía distinto. Su silueta se había vuelto más delgada, su mirada reflejaba una fatiga que antes no tenía, y aunque su cabello seguía igual de largo y sedoso, había mechones desordenados, como si no se hubiera preocupado por arreglarlo. Una barba corta, descuidada, cubría su mandíbula, y unos anteojos transparentes descansaban sobre su nariz.
No era el paso del tiempo. Era preocupación.
Nuestros ojos se encontraron y vi cómo el desconcierto cruzaba su rostro. Por un momento, se quedó inmóvil.
—Hyuran... —susurró, como si su mente no pudiera procesar lo que veía.
Y entonces, su expresión se quebró.
—¡Hyuran!
Se lanzó sobre mí y me abrazó con fuerza, como si temiera que pudiera desaparecer en cualquier momento.
—Por los dioses... No puedo creerlo... No puedo creer que estés aquí...
Sentí su brazo temblar ligeramente mientras me palmeaba la espalda.
—Papá... —murmuré, cerrando los ojos y apretando el abrazo—. Me alegra verte.
—Nos hiciste esperar demasiado —interrumpió una voz con un tono entre tierno y molesto.
Antes de que pudiera reaccionar, un par de brazos me envolvieron con fuerza. El aroma dulce y familiar de Beatrice me invadió mientras sentía su cálido abrazo.
—¡Bea!
Ella no dijo nada de inmediato. Solo apretó más su agarre. Su largo cabello plateado caía sobre mis hombros mientras su respiración temblaba ligeramente contra mi pecho.
—Ocho años... —murmuró, con la voz entrecortada—. ¿Sabes cuánto tiempo es eso?
—Lo sé... —le revolví el cabello con cariño—. Lo siento.
Se separó solo para fulminarme con la mirada y darme un golpe en el brazo.
—Más te vale compensarlo.
No pude evitar reír, pero cuando miré de nuevo a mi padre, la sonrisa se desvaneció levemente. Jeaster nos observaba con los ojos vidriosos, pero en su mirada había un alivio inmenso... y algo más.
Dolor.
—Pensé que te había perdido... —murmuró, desviando la mirada.
Un nudo se formó en mi garganta.
—Escuché lo que pasó en Draconis —continuó con voz ronca—. Escuché sobre el asedio, sobre los muertos... sobre los que desaparecieron. No podía creerlo. No quería creerlo.
Se pasó una mano por el rostro, exhalando con pesadez.
—Quise ir... Por todos los dioses, Hyuran, quise ir. Pero no pude.
Sus puños se apretaron.
—Bea era demasiado joven. Tenía que protegerla. Tenía que cuidar la casa... nuestra gente. Si algo me pasaba, ella quedaría sola.

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kegare no yuusha
RomantizmKamazuki Reiji, un joven que perdió a sus padres a una edad muy temprana, halló en su hermana la única razón para seguir adelante a pesar de una vida llena de sufrimiento. Sin embargo, su vida terminó abruptamente en un trágico accidente de tráfico...