(17) Desenfreno

20 5 0
                                    


Lastrofe kain

Cuando abrí los ojos, el primer paisaje que me recibió fue un océano de cadenas. A mi alrededor, se extendía un interminable entramado de eslabones de diversos tamaños, todos ellos incrustados en mi ser, en la esencia misma de mi existencia.

-Vaya... Estos héroes realmente saben lo que hacen -murmuré, una mezcla de asombro y desdén en mi voz.

Intenté mover mis muñecas, pero el peso y la frialdad de las cadenas inmovilizaban cualquier intento. Me di cuenta de que había estado en este estado durante más de 800 años. Mis ropas estaban hechas jirones, rasgadas y deterioradas por el paso del tiempo.

-¿Y ahora, cómo salgo de esta situación? -pregunté, casi en un susurro, al mirar hacia lo que parecía ser el cielo. Aunque lo llamara cielo, era una nube densa y siniestra de cadenas entrelazadas.

-Es un encantamiento impresionante... mantenerme aquí tanto tiempo, es un testimonio de su poder. Pero, como toda magia, tiene sus debilidades.

Con un chasquido de mis dedos, las cadenas que me mantenían cautivo se disolvieron en una fina arena dorada, desintegrándose sin esfuerzo y liberándome en un vasto desierto de granos brillantes.

-Una pena, de haber sido un poco más perfeccionado, habría sido impenetrable. Bueno, es hora de salir... Mis hijos deben estar esperándome.

Di un paso, y el mundo a mi alrededor tembló. Mi mera presencia hizo que el espacio sellado, que había sido diseñado para contenerme, comenzara a desmoronarse. La materia misma parecía ajustarse y distorsionarse bajo mi influencia, mostrando la fragilidad del hechizo que una vez me había aprisionado.

Ciudad de Draconis

En un instante, todo dio vueltas. Mi cuerpo giraba descontrolado en el aire, lanzado por la fuerza de la explosión. El cielo se movía en un torbellino caótico, y mi mente luchaba por comprender qué acababa de ocurrir.

Desde mi posición, vi a mi madre y a Lira cayendo junto a mí. El dragón que nos había transportado había sido derribado, dejándonos a merced de la caída.

-¡Lira, sostén a Hyuran! -la voz de mi madre se alzó con una desesperación palpable en medio del tumulto.

Lira, con su típica expresión impasible, respondió con una calma sorprendente ante la emergencia. Sin dejarse afectar por el caos que nos rodeaba, extendió una mano hacia mí. Aunque su rostro mostraba poco más que una indiferencia serena, su habilidad y determinación estaban claras en sus movimientos precisos. Se lanzó hacia mí con eficacia, intentando mantenerme seguro en la caída mientras el suelo se acercaba peligrosamente.

La velocidad de nuestra caída disminuyó drásticamente y, en un parpadeo, nos hundimos en un arroyo. El agua fría nos envolvió con un impacto que deshizo la adrenalina acumulada por la fuerza G, dejándonos temblando y atónitos.

Me levanté con la cabeza más clara, sacudiendo el agua de mi cabello mientras buscaba desesperadamente a Clarise.

-¿Mamá? ¿Lira, dónde está ella? -pregunté con urgencia, mi voz cargada de preocupación.

Antes de que Lira pudiera responder, un estallido ensordecedor rasgó el cielo. Una gigantesca explosión se alzó en forma de hongo, iluminando el horizonte y lanzando una sombra ominosa sobre la devastada Ciudad de Draconis.

-Señorito por favor espere!!

rapidamente me encamine hacia la fuente de la explocion, Lira trataba de detenerme pero ya era tarde, Clarise estaba en peligro y no puedo solo quedarme observando!!

kegare no yuushaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora