Capítulo 32

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Un rayo de sol entraba por la ventana, parpadee a causa de la cegara momentánea que éste me había causado. Me desperecé y miré hacia el otro lado. Y allí estaba él, mirándome fijamente con una sonrisa en la cara. Si había sido un sueño, no quería despertar.

- Buenos días… - Se acercó a mí y me besó tiernamente.

- Buenos días. ¿Quieres desayunar?

- Mmm sí, me muero de hambre!

- Es que tanto ejercicio abre el apetito. – No pude evitar sonrojarme. Se levantó de la cama solo con los bóxers puestos y no pude evitar morderme el labio inferior. Fue hacía el escritorio, dónde había una bandeja con zumo de naranja, café y un par de tostadas con mermelada.

- Vaya… ¿cuándo lo has hecho?

- Me desperté hace un rato y decidí hacerte el desayuno. – Volvió a la cama, me dio la bandeja y se sentó a mi lado.

- Creo que podría acostumbrarme a esto… - Le di un mordisco a la tostada -  ¿Quieres?

- Claro… - sonrió pícaro, y segundos después se acercó a mí y lamió mis labios, donde había quedado restos de mermelada. – Está muy rica.

Sentí como el corazón se me aceleraba, conseguiría que me diera un infarto! Agaché la mirada y seguí comiendo. Escuché una sonrisita, y siguió con su mirada fija en mí. Una vez hube terminado llevó la bandeja de nuevo al escritorio y volvió a la cama. Yo hice un gesto de levantarme, pero me lo impidió. Volvió a besarme. Pero en ese momento sonó el timbre.

- Oh ¡mierda! ¿Qué hora es? – Me había olvidado por completo de mi hermano! Me puse su camiseta y fui hacia el baño -  Amor, ¿podrías ir a abrirle mientras me doy una ducha rápida? – Me estaba lavando los dientes mientras esperaba que el agua saliera caliente. Estaba enjuagándome la boca cuando lo vi en el marco de la puerta.

- Sabes… eso suena muy bien – tenía una sonrisa de oreja a oreja.

- Pues si abres la puerta te lo diré todas las veces que quieras.

- Vaya forma de romper el romanticismo! Ya voy, ya voy…

- Espera – fui corriendo hacia él y le besé – Lo siento, es que si no mi hermano me matará…

- Bueno, por esta vez te lo perdono – sonrió satisfecho – Corre, date prisa. – Y se marchó a abrirle a Mark. 

La chica sin recuerdosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora