Capítulo 38

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La semana pasó rápido y volvimos a la isla, a nuestros quehaceres. Unos meses más tarde nació Elwood. Fuimos a verlo, pero no pudimos quedarnos por el trabajo. Era un niño encantador, de ojos grandes. Quedé prendada de mi sobrinito al momento en que lo vi. Y aprovechando la maternidad de Emma y que el trabajo de Mark se podía hacer desde casa, decidieron venirse una temporada a la isla.

Yo llegaba del trabajo y lo primero que hacía era ir a ver a mi sobrinito, me pasaba horas mirándolo dormir. La verdad es que dejé un poco abandonado a Jay… pero no me lo recriminó. Al contrario, se sentaba a mi lado y mientras yo miraba a Elwood, iba alternando sus miradas entre Elwood y yo. Entonces me giraba y le besaba, y más de una vez tuvimos que marcharnos a nuestro dormitorio corriendo. Estaba muy contenta, tenía todo lo que quería en mis manos. Pero no podía dejar de sentir una ansiedad, tenía el sentimiento que en cualquier momento todo se esfumaría como por arte de magia y me quedaría sola. Y las conversaciones que tenía telefónicas y que cortaba justo cuando llegaba no ayudaban a que cambiara mi pensamiento.

Tres meses después Mark y Emma se marcharon. La casa parecía vacía sin ellos. Sin los llantos del pequeño… Además de eso… las conversaciones habían estado siendo más frecuentes, estaba preocupada. Además, hacía tan solo dos días le había llegado un envío. Algo que había escondido muy a conciencia mientras estaba trabajando. Y cuando le preguntaba que era me cambiaba de tema. Estaba ensimismada en mis pensamientos cuando sentí una mano quitarme el pelo del cuello, y unos labios besarlo. Me giré sonriéndole, tal vez todo fueran imaginaciones mías, me estaba volviendo paranoica.

- ¿Qué ocurre?

- Nada… solo que aunque parezca mentira, echo de menos no poder dormir… - Volvió a besarme. Pensé que de esa nos iríamos al dormitorio, pero no, se separó de mí.

- Oye… podrías ir a la tienda a comprar comida, no hay nada. Ya de paso haz la compra de la semana, que no tengamos que volver.

- Claro, ¿vamos juntos?

- No… yo… tengo unas cosas que hacer… ve tu sola, te dejo el coche.

- ¡Pero es mucho! Además la tienda está en el otro lado de la isla…

- Ya lo sé… pero por una vez no te va a pasar nada, anda ve… - Suspiré resignada y me levanté. – Gracias. – Escuché que decía cuando cerraba la puerta.

“No me lo puedo creer… ¡Me ha echado! A lo mejor se piensa que no me he dado cuenta, que se cree, ¿qué soy tonta? Dios… seguro que me está engañando… Lo sabía, esto no podía durar para siempre, demasiada felicidad.” Entonces me vino a la mente lo que había escuchado unos días antes, poco después que Mark se marchara.

- ¿Seguro? No sé si es buena idea… ¿Y si lo ve?¿No sería mejor esperar y que vaya yo ese día?... – En ese momento abrí la puerta y colgó. Claro, todo tenía sentido, no sé como no me había dado cuenta antes. ¡Es que siempre tenía que pasarme lo mismo?

Terminé la compra rápido para pillarlo con las manos en la masa, esta vez no me dejaría engañar fácilmente.

La chica sin recuerdosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora