Laughuing Jack 2.0

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Una lona vieja y desgastada cubría el circo oscuro. No le sorprendió que sus colores fueran opacos ni le molestaba la suciedad o el desorden, ni siquiera la manta torpemente colocada sobre el colchón en el suelo. Se sentía bien y, por primera vez en dos semanas, segura y tranquila al cerrar los ojos.

La herida le dolía menos, pero el cansancio acumulado la hizo quedarse profundamente dormida en cuestión de segundos. No vio al payaso esa tarde ni tampoco la mañana siguiente, y después de dormir casi todo el mediodía, comió algunos panes que encontró en una bolsa. Posiblemente Jack se los había dejado.

-Qué bueno verte mejor -dijo el payaso al entrar, cargando una bolsa negra que dejó a un lado.

-¿Qué tal van las heridas?

Mónica miró su pierna y sonrió.

-Cojeo un poco, pero no duele tanto. Es... soportable.

-Que Slenderman no se entere o te haría regresar antes.

Tres días y tres noches. Ese era el tiempo que Slenderman le había dado.

-La verdad, quiero pasar tiempo contigo como antes, ¿recuerdas?

-¿Como cuando me llevaste a comprar ropa? -Ambos rieron. Sin duda, era un recuerdo gracioso.

-Exacto. Estaba planeando esto para cuando salieras de la casa, pero... creo que hoy es el mejor día.

Le entregó una caja bien sellada. Ni siquiera se percató de las manchas de sangre.

-La traje para ti, para que vistas algo cómodo y diferente hoy. Cuando termines, te espero afuera.

El chico se levantó, tomó la bolsa negra de nuevo y la arrastró fuera de la carpa.

Mónica buscó entre las pocas cosas que había llevado y se aseó tanto como sus posibilidades lo permitían. Se puso el conjunto de ropa que Laughing le dio y se peinó. Se sintió liviana, tranquila.

-Estoy lista -dijo al salir.

El payaso la escaneó con la mirada y sonrió, aprobando su vestimenta. Tomó la forma humana que ella tanto había extrañado y, sin soltarle la mano, se teletransportaron a un parque de diversiones.

-Voy a hacer que tengas la mejor noche de tu vida -añadió.

Las luces parpadeaban en todas direcciones, la música de feria llenaba el aire, y el bullicio de la gente se mezclaba con los gritos de emoción de quienes subían a los juegos más extremos. Para Mónica, todo era demasiado. Demasiado ruido, demasiada gente, demasiado movimiento. Después de haber estado dos semanas encerrada y siendo a cada momento intimidada, estar de nuevo con personas como ella era extraño, cada ruido era motivo suficiente para estar alerta.

Pero Jack... Jack parecía en su elemento. Un niño por primera vez en ese lugar.

-¡Mira eso! -exclamó, señalando con emoción una rueda de la fortuna-. ¡Y eso también! ¡Tenemos que subirnos a todo!

Mónica apretó los puños dentro de los bolsillos de su chaqueta, sintiéndose pequeña a su lado. Él brincaba de un pie a otro, con los ojos brillantes.

-¿No es increíble? -continuó Jack, sin esperar respuesta-. ¡Huele a palomitas, algodón de azúcar y adrenalina! ¡Ah, quiero ir a los carritos chocones! ¡No, espera, mejor a la montaña rusa!

Giró hacia Mónica con una sonrisa enorme, listo para tomarla de la muñeca y arrastrarla con él... pero entonces notó su postura rígida, la manera en que bajaba la mirada y sujetaba su propia chaqueta con fuerza. Temerosa y sin emoción.

Jack frenó de golpe.

-Ey... -Su voz se suavizó un poco-. ¿Estás bien? ¿No quieres estar aquí?

-No es eso... Es que, no se cómo actuar aquí - Mónica se sentía acorralada, con inmensas ganas de escapar y pedir ayuda, Pero sabía que eso solo le traería más problemas. Debía aguantar, ya faltaba poco.

Jack la estudió por un segundo y luego miró alrededor, como si buscara una solución.

-Bueno, cambiemos el plan -dijo con energía, como si fuera la mejor idea del mundo-. Vamos a empezar con algo más tranquilo. Algo que no haga que gritemos hasta perder la voz... todavía.

Sin darle tiempo a replicar, la guió con él, pero sin apurarla. Mónica lo siguió en silencio, sorprendida por lo fácil que él cambiaba de ritmo sin parecer molesto o decepcionado.

Subieron al carrusel primero. Jack insistió en elegir los caballos más ridículos y coloridos, y cuando la atracción empezó a girar, levantó los brazos como si estuviera en la más extrema de las montañas rusas.

-¡Esto es épico! -gritó, provocando algunas miradas divertidas a su alrededor.

Mónica no pudo evitar soltar una pequeña risa.

Más tarde, Jack la llevó a un puesto de tiro al blanco. Tomó la escopeta con tanta confianza que parecía que iba a demostrar una gran puntería... y falló todos los tiros.

-¡Este juego está arreglado! -acusó dramáticamente, señalando al empleado del puesto-. ¡Voy a apuntarle a usted, haber si no tengo puntería!

Mónica negó con la cabeza, tomando su mano y llevándolo a otro lugar antes de que hiciera una locura.

Cuando se detuvieron en un puesto de algodón de azúcar, Jack compró uno sin pensarlo dos veces. Pero en lugar de devorarlo de inmediato, lo partió y le extendió la mitad a Mónica sin decir nada, como si fuera lo más natural del mundo.

Mónica bajó la mirada y lo tomó con cuidado. Jack seguía hablando, emocionado por los juegos que aún no habían probado, por lo mucho que quería subir a la casa del terror.

Ella lo escuchaba, pero en su mente solo había una pregunta.

¿Por qué no fue él?

¿Por qué no fue Jack y sí Helen?

Apretó un poco el algodón de azúcar entre sus dedos. Se sintió tonta. Confundida. Pero cuando Jack la miró y le sonrió, señaló la casa del terror y ella asintió. -Ver a esos niños gritar hace que quiera jugar con ellos - confesó Laughuing caminando hacia el lugar.

La casa del terror quedaba en pañales para los que ella había vivido en la creepyhouse. Apenas si se inmutaba, lo que si la dejo aterrada fue perder a Jack en un pasillo, él le sostenía la mano y de repente dejo de sentirlo. Logro salir de la casa y se sentó a esperarlo. Una, dos... Tres horas sentada bajo el frío cielo, la noche cayó y la gente seguía divirtiéndose. Mónica incapaz de moverse esperaba ansiosa.

-Ey...

Dió un pequeño salto volteando para encontrarse con Jack. -Volvamos a casa -

La tomo de la mano y se teletransportaron, Mónica miro de reojo hacia una de las carpas y habían algunos niños atados ahí y en un tipo de trance.

-Estare un poco ocupado hoy, te daré algo para que puedas dormir y te moleste el ruido - Laughuing saco de su bolsillo un caramelo.

-¿Es droga?- pregunto Mónica.

-Es veneno - dijo con tranquilidad. -En poca cantidad solo te dejará en trance con suerte el efecto solo durará unas horas, podrás dormir bien -

Ambos entraron en la carpa y se miraron. -Gracias por este día -

-No es nada, eres mi chica especial - le beso la frente y se fue, Mónica se comió el caramelo y durmió profundamente.

Al despertar encontró a Jack sacando algunas bolsas. -¿Te divertiste?- Mónica se acercó.

-Mucho, hace días no jugaba con tantos niños - su sonrisa genuina demostraba que tanto le gustaba lo que hacía.

-¿Qué tal si te enseño otro juego? - Jack la miró con mucha curiosidad. -Te lo enseñaré como agradecimiento por ayer -

-¿Me voy a divertir?-

-Como no tienes idea- Mónica extendió su mano y lo guío hasta el colchón, ambos se dejaron caer y ella tomó el control. Dudoso le siguió el juego, sintiendo que estaba aprendiendo algo muy nuevo para el, una boca ajena invadía la suya, y mientras sus ojos se abrían con sorpresa, Mónica se comportaba como profesional, esperaba que su segunda vez si valiera la pena.

Conviviendo Con EllosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora