Atrapada

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El gran Jeff, el chico que enloqueció y desfiguró su propio rostro, para luego asesinar a su familia. Un experto que logró hacer que una chica siguiera sus pasos. ¿Le resultaría difícil hacer que una chica desesperada por sobrevivir asesinara a alguien?

Para nada. Mi misión era simple, al igual que el plan que ejecuté para que ella me siguiera. Noté cómo miraba a todas partes, angustiada.

—Oye, relájate —puse mi mano detrás de su espalda para darle unas palmaditas—. ¿Traes tu cuchillo? —pregunté.

—Sí, traje este —sacó el cuchillo que le regalé, haciéndome aplaudir de alegría—. ¿Aún lo conservas?... ¡Qué feliz me haces!

—Es que es el único que tengo —confesó, pero eso no le quitó lo especial al momento—. Entonces, creo que tú y yo deberíamos ir de compras por cuchillos —jalé su mano hasta llegar al lugar que quería.

—¿Ves esa casa? Ahí entraremos —le sonreí y fui el primero en dirigirme hacia la casa.


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Habíamos llegado a la casa y entramos por la puerta de atrás. Era mañana, por lo que posiblemente no tendría que preocuparme por personas llegando. Jeff se adelantó y, de la nada, no volví a verlo. No se escuchaba ni siquiera un ruido pequeño. Subí con cuidado las escaleras y miré con atención la casa. Todo estaba en su lugar, sospechosamente tranquilo.

Entré a una de las habitaciones que estaba un poco oscura. Caminé con cuidado y, aunque casi no se veía, noté la cama desordenada. Pero no había nadie. Caminé hacia el baño con mis pies mojados. ¿Estaba caminando sobre agua? La luz del baño estaba prendida. Miré adentro y casi vomité. Habían tres cuerpos amontonados entre sí, totalmente desfigurados. Y sobre lo que caminaba no era agua, sino la sangre que salía de ellos.

Mi cuerpo retrocedió y salté cuando la puerta se cerró de golpe.

- ¡Asesina! - gritó un hombre.

Al girarme, el hombre saltó sobre mí con una fuerza sorprendente. Su rostro estaba cubierto de sangre y su pecho tenía una herida de cuchillo. Sus ojos inyectados de sangre me miraban con tanto odio que me aterraron.

- ¡YO NO FUI! - grité tratando de quitármelo de encima.

- ¡MENTES... MIENTES, LOS MATASTE... Y QUIERES HACERME LO MISMO... NO LO PERMITO, NO LO PERMITO, TE MATARÉ!! - gritó él.

Sus manos en mi cuello empezaron a ahogarme.

Busqué el cuchillo que, al caer, voló lejos de mí sin éxito. Golpeé su rostro, haciendo que me soltara, y me incorporé arrastrando el cuchillo hasta mi mano. Sentí como agarró mi pierna, tirando de ella, y para sostenerme, golpeé mi cabeza en el suelo. La respiración me faltaba, pero me aferré al cuchillo y, como pude, me giré. Al hacerlo, mi pierna incorporó fuerza, haciendo que el hombre perdiera el equilibrio y cayera de espalda. Me abalancé sobre él para incrustar el cuchillo en su pecho.

Tenía miedo, mis manos temblaban, pero no pude detenerme. No quería que se levantara de nuevo. No me detuve. Lo apuñalé tanto que me bañé en su sangre, y mis manos cansadas soltaron el cuchillo.

Conviviendo Con EllosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora